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OPINIÓN - JUEVES, 10 DE JUNIO DE 2010

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Cenando con el profesor Punset
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Lugar AC los Vascos Madrid. Día 31 de mayo. Menú: Croquetitas caseras, ensalada verde y jamón. Bebida Coca Cola ligth. Comensales Eduardo Punset , Carmina Maceín propietaria del Museo de Arte Contemporáneo de Tánger, la futura jueza Elena Quirantes, mi hijo Beltrán y yo.

Cuestión: ¿Es equiparable el científico Eduardo Punset al neurólogo y también escritor Deepak Chopra? Son distintos, pero siguen idénticos postulados acerca de la neuroplasticidad y del poder inconmensurable del espíritu. Comparten el sentido de la trascendencia. Pero ignoro si, el americano doctor Chopra hubiera tenido el infinito aguante de permanecer sábado y domingo, mañana y tarde, hora tras hora, en una casetilla de la Feria del Libro de Madrid firmando ejemplares a 40º a cientos de lectores. El profesor Punset sí aguantó. Arrebolado y fatigado, sin obviar palabras de amabilidad y de cercanía a sus seguidores, a cada uno de ellos, sin pausa ni descanso, pero aguantó.

Llegamos los cuatro, Carmina, mi hijo, mi futura hija y yo, a media tarde del sábado al Retiro madrileño, ese reducto frondoso que es el corazón de oxígeno verde de Madrid. Pero, lógicamente, habían ubicado la feria, con trescientas casetillas, en el único paseo árido y polvoriento del recinto. ¡Más calores hacían! Y, los organizadores, con su proverbial estulticia, no se molestaron en tomar ejemplo de las ciudades andaluzas y sus ferias, donde, lo primero que se instalan, son los toldos blancos para paliar los rayos despiadados de un sol primaveral que parece agosteño. Así, los de la Pandilla Plumilla tuvimos que pararnos a reponer sudorinas en un cutre mostrador donde servían granizadas. Les digo que allí había espacio para, entre las apretadas filas de casetas, haber instalados chiringuitos con parasoles y mesas, al estilo del sur. Pero nada. La solanera derretía los techos de las casetas, hacer colas era un esfuerzo casi sobrehumano y un riesgo evidente de insolación letal y, los autores, sudaban la gota gorda, firma que te firma. El que más firmó en los primeros días y más vendió fue Punset. Un abrazo apresurado y nos escapamos a la calle de Alcalá a una terraza en condiciones para rehidratarnos bebiendo té. El domingo por la mañana más de lo mismo, llegar, solidarizarnos “Profesor, le va a dar a usted algo” y salir corriendo en busca de frescor.

La cena-tertulia fue el domingo por la noche, hablamos de lo humano y de lo divino, de la preciosa Elsa Punset, de las nietas, de que al día siguiente viajaba para formar parte de un jurado y organizamos el fin de semana que vamos a pasar, Dios mediante, en su masía del Bajo Ampurdam donde, la zona más antigua es del siglo IX. ¿Qué que pinta una periodista ceutí en una masía del Bajo Ampurdam? Pues nada, los intelectualoides y la gente del arte que tenemos afinidades y vamos buscando maestros y guías para el camino. Todo desde la sencillez más absoluta, pasando muy mucho de los convencionalismos alienantes, de los esnobismos catetos y de todo aquello que no sea intercambiar ideas, historias y vivencias y aprender de las palabras de los más sabios. El profesor Punset es un hombre de Dios y un hombre sabio. Muchas criaturas leen y estudian sus obras y mi hijo Beltrán va a participar en la organización de una “kedada” para tres mil personas seguidoras de las ideas del maestro. Yo paso. Me agobian las “kedadas” por muy espirituales e intelectuales que sean los asistentes y por mucho que Eduardo Punset exponga desde la tribuna las pautas vivenciales que presiden su obra.

Pero oírle es un lujo y un privilegio. ¿Chopra o Punset? Dos grandes pensadores para el siglo XXI. Los dos. Y Mario Conde.
 

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