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OPINIÓN - MARTES, 15 DE JUNIO DE 2010

 
OPINIÓN / COLABORACION

Ceuta y Melilla no son de España, son España

Por César César Valdeolmillos


Desde el día siguiente al que Marruecos, la nación vecina —y a pesar de ello amiga— obtuvo su independencia en 1956, sus más altas autoridades comenzaron a solicitar a España la entrega de Ceuta, Melilla, los peñones de Vélez de la Gomera y de Alhucemas, el islote de Perejil y del archipiélago de las Chafarinas, solicitudes que de un modo recurrente, se han venido produciendo de forma periódica cada vez que el país amigo ha querido desviar la atención de sus súbditos de sus graves problemas internos, sembrando, alimentando y excitando en su población, un sentimiento de falso agravio por parte de España o bien aprovechando momentos delicados, como el actual, por los que pudiera atravesar nuestro país.

Pretensiones

El pasado 17 de mayo, como quien no quiere la cosa, Abbas El Fasi, primer ministro marroquí, pronunció en el transcurso de su comparecencia ante una sesión plenaria de la Cámara de Representantes en Rabat —órgano similar a nuestro Congreso de los Diputados— intervención destinada a realizar un balance de la mitad del mandato de su Gobierno, las siguientes palabras: “Llamamos a la amiga España a abrir un diálogo constructivo con Marruecos para poner fin a la ocupación de estas dos ciudades marroquíes —se refería a Ceuta y Melilla— y de las islas vecinas expoliadas, dentro del marco de una visión de futuro”.

Para El Fasi, el hecho de que “España niegue a Marruecos el derecho de recuperar dichos territorios, es anacrónico con el espíritu de los tiempos y con las relaciones estratégicas de buena vecindad existentes entre los dos países”.

En su alocución, el primer ministro apuntó que la “visión” de futuro que se abra sobre Ceuta y Melilla y los islotes, “deberá tener en cuenta los intereses comunes de los dos países y las nuevas realidades estratégicas y geopolíticas”. Atención a este último concepto por es muy importante y más adelante volveremos sobre él.

No es difícil percatarse de que las cumbres europeas que se celebraron en esas fechas en Madrid, actuaron de caja de resonancia, amplificando a costa de España, el mensaje que Marruecos pretendía enviar a toda la comunidad internacional.

Presiones

Según publicó el diario El País el mismo día 17 de mayo en un artículo firmado por Ignacio Cembrero, “las palabras del primer ministro fueron pronunciadas un mes después de que la aduana marroquí colocase en la frontera de Melilla un cartel en el que se tacha a la ciudad de “ocupada”. La diplomacia española trasladó a Rabat su “malestar” por esta iniciativa, pero no obtuvo ninguna explicación y el aviso sigue colgado en el mismo lugar”.

¿Se trata de una mera coincidencia y no existe la menor correlación entre la ofensiva verbal del jefe del Gobierno marroquí y el intento de entrada a Melilla de 15 subsaharianos procedentes de Marruecos, que tuvo lugar horas después de su alocución, siendo esta la primera tentativa de estas características registrada desde 2008, que fue repelida por la Guardia Civil y la Policía?

Por otra parte ¿guarda alguna relación con la postura marroquí, el hecho de que según el artículo firmado por Luis Ayllón en el diario ABC, cuatro días más tarde, el viernes día 21, el Gobierno se viera obligado a rechazar una nota diplomática enviada por Marruecos a la Embajada de España en Rabat, en la que se comunicaba que había sido detenido un ciudadano español cuando intentaba entrar a nado «en el presidio de Ceuta», según supo ABC de fuentes solventes?

La representación diplomática devolvió de inmediato la nota verbal a Marruecos por incluir el término «presidio», que Rabat suele utilizar en sus peticiones sobre Ceuta y Melilla, pero que no es habitual que emplee en los textos dirigidos a España. Además, el embajador, Luis Planas, habló con un alto cargo del Ministerio marroquí de Exteriores para expresarle su protesta y su interlocutor se limitó a decir que tomaba nota.

Agresiones y afrentas

No obstante todo lo expuesto, el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, considera, según dijo en el Foro ABC, que nada de esto impide que se mantenga una buena relación bilateral. Claro que la buena relación bilateral tradicional, tampoco impidió que en julio de 2002, Marruecos ocupara durante unos días el islote de Perejil, lo que causó una seria crisis diplomática.

Tampoco esta muy buena relación que mantenemos con la nación amiga de Marruecos, fue obstáculo para que en noviembre de 2007, se produjera un nuevo foco de tensión entre ambos países, al expresar el Rey Mohamed VI su “condena” y “denuncia” por la visita de don Juan Carlos y doña Sofía a las ciudades de Ceuta y Melilla, advirtiendo en tono desafiante, que las “autoridades españolas deberán asumir su responsabilidad en cuanto a las consecuencias” de la gira real, situación que desembocó en la retirada del embajador marroquí de Madrid durante dos meses.

Fue seguramente nuestra buena relación con Marruecos la que motivó que nuestro Presidente fuera recibido en el aeropuerto de Oujda, en Julio de 2008, con una bandera minúscula de España, tamaño toalla, rodeada de decenas de banderas marroquíes, lo que sin duda constituyó un desplante y una falta de respeto a nuestro país.

Actitud de España

Ante todos estos guantes lanzados por el reino alauita, el Ejecutivo español, pudiendo haber respondido con la misma contundencia con que lo hizo el país amigo, actuó con una muy ponderada tolerancia, renunciando a presentar protesta diplomática alguna. No obstante, al día siguiente de la última solicitud hecha por Marruecos, el diario La Vanguardia reflejaba en sus páginas una noticia difundida por la agencia EFE, que decía: “La vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, ha asegurado que “la soberanía y españolidad de Ceuta y Melilla no están en cuestión de ninguna manera” y ha señalado que “esta posición la conoce Marruecos”, país con el que existe “muy buena relación”. De todos modos, el sentido común dice que la postura recurrente del reino de Marruecos, constituye una falta de respeto a la relación de buena vecindad de dos países que dicen ser amigos”.

En este mismo sentido la vicepresidenta comentó que la relación con el reino alauí se ha intensificado durante la presidencia española de la UE y ha recordado la cumbre UE-Marruecos celebrada en Granada el 7 de marzo pasado y en la que se le pidió a Marruecos públicamente en rueda de prensa, avances en materia de Derechos Humanos.

A este respecto convendría recordar que España ha sido el principal valedor de esa cumbre, que tuvo como telón de fondo el estatuto avanzado concedido por Bruselas a Marruecos, incluso a veces con perjuicio notorio para nuestros propios agricultores, con el fin de dar “estabilidad” a toda la zona y ello a pesar de que Rabat sigue sin reconocer la integridad territorial española.

Por último, la vicepresidenta precisó que el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos se encontraba “en permanente contacto” con las autoridades marroquíes, lo que nos mueve a pensar que gracias a la notable eficacia de la diplomacia española, las cuestiones expuestas no van a más, ya que estos llamamientos a la integración de ambas ciudades en Marruecos, constituyen actos temerarios que podrían procar tensiones y conflictos de consecuencias imprevisibles, pues este tipo de salidas siembran el desasosiego entre nuestros paisanos del otro lado del Estrecho. Desasosiego para el que sólo hay un antídoto: cercanía y protección del Estado y del resto de los españoles.

Política marroquí

Como resultado de la política que Marruecos viene desarrollado durante años, a cualquiera que pase hoy por Melilla, le resultará dificil saber a qué lado de la frontera se encuentra, ya que la ciudad está amortiguándose a pasos agigantados a causa del aumento de la población del otro lado de la frontera, induciendo así una transformación de la estructura sociológica de la ciudad. Pero Marruecos no se conforma con lograr la metamorfosis de las poblaciónes melillenses o ceutíes, sino que intenta extenderla al resto de España, “invitando” a diversos medios y periodistas españoles a viajar al país alauíta, patrocinados por diversas entidades marroquíes con el fin de “conocer el Marruecos del siglo XXI”.

Los intereses de España —y de Europa en general— en el Magreb, son cada día más sensibles y no deben quedar expuestos a soflamas de irredentismo, que convergen con las amenazas reiteradas de Al Qaida contra la presencia española en la región.

Españolidad de los territorios pretendidos

Por sabidas, probadas y notorias, sonroja citar de nuevo, la enumeración de las razones históricas, políticas y jurídicas en las que se basa la españolidad de los territorios inverosímilmente pretendidos por la nación amiga de Marruecos, por más que no estorbará recordar por enésima vez que España ejerce su soberanía sobre Melilla desde 1496 y sobre Ceuta, desde 1580. En su origen, fueron puestos de avanzada tras la conquista por los Reyes Católicos del último reino andalusí de la Península; el nazarí de Granada, en 1492. Resulta por tanto insólita y falaz la pretensión de unos territorios que jamás se poseyeron, ya que Marruecos obtuvo su independencia, en 1956.

Reflexiones sobre la situación

Cuando es bien sabido que las relaciones internacionales están presididas principalmente por razones de intereses propios, resultaría prudente y aconsejable al menos, considerar el retórico término de esa pretendida amistad que nos ha venido ligando a al reino alauita, por una idea mucho más práctica y realista, basada en los intereses de mutua conveniencia.

Partiendo de esta realidad, no deberíamos perder de vista una serie de actitudes muy significativas y que una tras otra nos ponen frente a los ojos el irredentismo marroquí.

Como se ha podido comprobar desde que asumió su independencia, Marruecos jamás abandonará sus aspiraciones anexionistas, salvo que las circunstancias así se lo impongan, dado que cuanto más territorio esté bajo su dominio, mayor poder obstentará en el contexto internacional. Así lo demuestra el ritual en el que se han convertido sus reiteradas peticiones, utilizando para ello los crecientes lazos económicos y demográficos entre ambos países.

Constituiría un grave error ignorar que la cruzada islamista de Marruecos no se esconde. Con un ministerio de Asuntos Islámicos, unos cien cristianos han sido expulsados del país, al parecer, por hacer proselitismo, entre los cuales figura el español, Francisco Patón Millán, dirigente de una empresa energética, que fue expulsado recientemente, acusado de intentar convertir a musulmanes. Este un ejemplo claro de la falta de correspondencia en el mundo islámico y el mundo occidental o lo que equivaldría a decir: entre el islamismo y el cristianismo.

El Corán, texto sagrado del Islam que refleja la Palabra directa de Dios, es contradictorio en su tratamiento de los infieles. Por un lado, afirma que cristianos, judíos, ateos y otros no creyentes serán castigados el día del Juicio Final y que, por tanto, los musulmanes han de perseguirles, derrotarles y repudiarles. Pero por otro, rechaza la violencia frente a estos infieles y asegura que todos los creyentes en Dios, sean de la religión que sean, si han obrado el bien, recibirán la recompensa de su Señor. Es entonces cuando la interpretación humana enfoca los mandatos divinos según sus particulares intereses políticos, sociales, culturales, religiosos y económicos.

En este punto, convendría tener muy en cuenta la significación simbólica de que la primera cumbre entre un país árabe y la Unión Europea se celebrara en Granada, cuya conquista supuso el fin del dominio musulmán en España y precisamente en el Palacio de Carlos V, monumento situado en el corazón de la Alhambra y que en su momento simbolizó el triunfo de la Cristiandad sobre el Islam.

No es menos digno de tener en cuenta el hecho de que 20.000 marroquíes vengan legalmente a trabajar regularmente a España cada año, donde ya están establecidos 746.000 que viven en nuestro país y constituyen la segunda población más numerosa, tras la rumana, mientras que el número de españoles que viven en Marruecos es de 6.278.

Ahora que nuestro país sufre una crisis económica sin precedentes, las autoridades de Marruecos han debido de pensar que es el momento de echar un nuevo pulso a España. De ahí que las declaraciones del primer ministro, Abbas El Farsi, constituyan un regalo envenenado a nuestro Gobierno. Abrir un diálogo sobre este tema, supondría sacralizarlo y terminaría por volverse contra España, ya que para Rabat sería el principio del reconocimiento de que realmente existe un contencioso. Y ello significaría acercarse peligrosamente al abismo. La crisis económica y financiera que sacude España tiene al Gobierno en serias dificultades, y la petición marroquí en lugar de darle oxígeno para enfrentarla, le añade un nuevo quebradero de cabeza.

A largo plazo, la estrategia de la presión continua ha proporcionado excelentes resultados al sultanato. De suerte que, paso a paso, se fueron anexionando Ifni, la franja de Tarfaya y el Sáhara occidental, con la pérdida que para España ha conllevado en materia de pesca, fosfatos, yacimientos petrolíferos o soberanía sobre las aguas.

Mientras Abbas El Fassi llama al diálogo a España, en base a que la Ley española obliga al empadronamiento de los extranjeros, y más allá de eso, incluso, a la reunificación familiar, en Ceuta y Melilla se tramitan diariamente un número importante de empadronamientos solicitados por ciudadanos marroquíes que han logrado unirse en matrimonio con musulmanes españoles de estas ciudades, convirtiéndose las mismas en escenario donde practicar el ‘matrimonio de conveniencia’. Diariamente el Registro Civil ha de validar matrimonios de musulmanes donde una de las partes procede de Marruecos —ya sea el hombre o la mujer— y este es un proceso muy preocupante que puede llegar a escapar de nuestro control. Concretamente y por este procedimiento, en un año, la población ceutí ha crecido en casi 1.900 personas, ascendiendo en la actualidad a 80.570. Esta situación, sirve de clara base a Marruecos para mantener una posición de fuerza -por causa de la población- más allá de los razonamientos de índole histórico-jurídica, válidos internacionalmente.

Desde el realismo político, el rey de Marruecos sabe que la conquista de tales territorios dependerá, ante todo, de su poderío político —militar, diplomático, económico o demográfico— frente a España. Con la Marcha Verde, cuando en España existía un vacío de poder, se hicieron con el control casi total del Sáhara Español. Con el anterior Ejecutivo, los marroquíes probaron a echar un pulso a España invadiendo el islote de Perejil. Ahora, en una situación de crisis internacional en la que cada país está inmerso en sus propios problemas y aprovechando que la Unión Europea se niega a reconocer la españolidad de las dos ciudades en cuestión, intentan dar un paso más en sus propósitos.

En esta situación ¿quien nos asegura que mañana no seremos objeto de otra marcha verde?
 

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