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OPINIÓN - DOMINGO, 27 DE JUNIO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Jefecillos de Estado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Luis María Anson, a quien suelo leer con fruición, no cesa de denunciar cómo las Autonomías desangran a España. Y no tiene el menor reparo en calificar de jefecillos de Estado a los presidentes autonómicos. A quienes les acusa de haber encontrado la fórmula idónea, salvo excepciones, que dice haberlas, para culminar su política de colocar a parientes y amiguetes. De ahí que la voracidad autonómica haya superado a la de la Administración Central.

Anson no tiene el menor inconveniente en darnos a conocer el siguiente dato: mientras 60 fundaciones dependen y están financiadas por el Gobierno de la nación; 466 es el número bajo tutela autonómica. Las sociedades mercantiles del sector público que en Moncloa apenas llegan a 200, superan las 600 en el ámbito autonómico. De manera que la proporción de los organismos institucionales es de 68 a 183 y del resto de los entes públicos de 47 a 280.

Total, dice Anson, que los españoles pagamos 473 camelancias que dependen del Gobierno y 2.181 que pastorean las comunidades autónomas. Cuando más del 90% de todas esas fundaciones, empresas, sociedades y organismos pueden considerarse prescindibles.

Leída esta opinión del escritor político y, más concretamente, escritor monárquico y gran periodista, lo primero que he pensado es en la buena suerte que tenemos nosotros por no vivir en una Comunidad Autónoma. Por la cual vienen suspirando algunos políticos locales, fantasiosos y ávidos de poder. Bueno, de poder sumarse a esa lista de jefecillos de Estado de la que habla el presidente de ‘El Imparcial’.

Ahora bien, lo de colocar a parientes y amiguetes es algo que jamás podrá erradicarse de la política, aunque ésta sea municipal o haya adquirido un rango superior. Porque el clientelismo forma parte consustancial de la vida de los partidos. Un partido sin clientela está, además de muy mal visto, llamado a pegar tumbos y a irse extinguiendo como una pavesa.

El clientelismo, tan bien aprovechado en su tiempo por Romanones y tan vituperado por Manuel Azaña -y así le fue- cumple funciones muy principales. Y la más importante es que sirve para poder mantener la boca cerrada a cuantos gobernantes, una vez que han sido destituidos de sus cargos, puedan acceder a otros a fin de que no se les ocurra contar lo que no deben. Y, claro, para ese menester se hace necesario inventar empresas, fundaciones, organismos...

En ocasiones, me da por mirar con detenimiento lo que sucede a mí alrededor y me encuentro con que el número de clientes, en esta ciudad, ha aumentado. Y entre esa clientela, uno sabe que hay individuos, con tanta fuerza, que se permiten el lujo de elegir el empleo que desean. Y me hago cruces.

Por cierto, que ya me han llamado para decirme el nombre de la persona que pondrán al frente de una Fundación que está ya a punto de caramelo.

Y me lo han dicho para que sepa que la persona nombrada no tiene nada que ver con la que en principio estaba destinada a ocupar ese cargo. Eso sí, a pesar del clientelismo, lo mejor es que esta ciudad carece de jefecillo de Estado. Figura tan denostada por Luis María Anson.
 

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