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OPINIÓN - SÁBADO, 24 DE JULIO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Hablando en plata
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Un verdadero amigo es un regalo de Dios. Cita anónima. Y dado que Dios, por estar en las alturas, suele regalar poco, los mortales deberíamos andarnos con mucho tiento a la hora de conceder semejante adjetivo. Así que viviendo ya en edad septuagenaria, me produce mucho miedo pronunciar un vocablo que, como el amor, es ya impopular de tanto usarse sin tino ni medida.

Hablando en plata: la palabra amigo sólo se la puedo adjudicar a quien suele telefonearme cada año para recordarme momentos culminantes de mi vida. Son varios y, desgraciadamente, los peores que he vivido. Mi amigo, el único que se ha ganado el derecho a que yo me fíe de él, me llama desde El Puerto de Santa María para decirme que está dispuesto a seguirme hablando del accidente ferroviario ocurrido el 21 de julio de 1972, viernes, entre El Cuervo y Lebrija. Siniestro en el que murieron más de setenta personas y los heridos fueron más de un centenar.

Sus palabras son siempre las mismas: Manolo, cada vez que se va aproximando esta fecha, tan dura para nosotros, me creo obligado a recordarte el comportamiento que tuviste en la catástrofe ocurrida en el Km 86 del trayecto Sevilla a Cádiz. Cuando el ferrobús que hacía el trayecto Cádiz-Sevilla con 200 pasajeros y cuatro vagones, chocó con el tren expreso Madrid-Cádiz, con quinientos pasajeros.

Sé, Manolo, que debes estar hasta el gorro de que cada año, en llegando esta fecha, te amargue la existencia contándote algo que jamás quisiste que se propalara y que no tengo la menor duda de que has tratado de olvidar.

Debo decirte, Manolo, una vez más, aunque me taches de redoblar el tambor, que muchas son las personas que siguen nombrándote en cuanto sale a relucir aquel siniestro veraniego que conmovió a una Andalucía que ya soñaba con los nuevos aires de libertad que se presagiaban en esa época. En la que, estando aún Franco vivo, tuviste el valor de enfrentarte a todas las autoridades civiles y, por encima de todas, a la eclesiástica.

No me cansaré nunca de ponerte al tanto de cómo hablamos de ti en cuanto tenemos la oportunidad de reunirnos los pocos que fuimos testigos de tu manera de afrontar un problema tan sumamente complicado. Y, desde luego, jamás olvidaré cómo te dirigiste a la persona enviada por la principal autoridad eclesiástica de Sevilla, para rebatirle la idea que llevaba para enterrar a los muertos.

En realidad, hubo un momento en el cual temimos que te detuvieran. Pero detenerte a ti, entonces, era como soñar con que España pudiera ganar la Copa del Mundo. Porque te salían las palabras, en defensa de los muertos, con una fuerza que asustaba. Porque te explicaste de manera tan clara y rotunda que las fuerzas vivas, allí presentes por delegación, no tuvieron más remedio que claudicar ante ti. Y, desde luego, porque corriste hacia el sotano del convento de Lebrija, sitio lúgubre y situado en una costanilla, seguido de todos los familiares que reclamaban a sus muertos. Cuando las autoridades intentaban sepultarlos en una fosa común.

Luego, te perdiste. Te fuiste de tu pueblo. Para regresar ocho años más tarde y llevar a cabo un trabajo deportivo que dio que hablar...

Ah, en internet y en páginas tituladas Habitantes y Gente de El Puerto de Santa María, también se te recuerda. Gracias al ‘Diario de Cádiz’. Hasta el año que viene: Amigo.
 

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