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OPINIÓN - JUEVES, 29 DE JULIO DE 2010

 
OPINIÓN / El 7º de Michigan

Dios toma tierra para una suegra

Por Fidel Raso


El joven se acercó hasta nosotros tranquilo y sin agobio mientras la máquina excavadora derribaba, por orden del Gobierno de Ceuta, las construcciones ilegales que nos rodeaban. Después de habernos mirado durante unos segundos, espetó: “Esta tierra es de Dios”.

A punto estuve de mandarle que se fuera con ese discurso al Capitolio estadounidense, a la frontera de Marruecos con Argelia o al Palacio del Elíseo francés para que fuera poniendo sus banderas de creyente por donde quisiera y no perdiera tiempo en el Príncipe con tan poco espacio disponible para su fe. Pero como si fuera un mensaje divino, algo empezó a arder en las proximidades instantes después de aquellas palabras, y me desplacé hasta el lugar del fuego donde pude comprobar que en la foresta del puente del Quemadero unas llamas consumían unas zarzas. Miré al cielo protector y pensé que al igual que sucedió en el monte Horeb los pecadores no deberíamos haber adorado becerros de oro de ningún ayuntamiento ni jugar a leyes terrenales de parcelaciones pecadoras. Quizás fuera un mensaje. Por un momento pensé que el diablo me había ofuscado la razón y que no se podía legislar en contra del Génesis. La tierra ya no era para quien la trabajaba, ni siquiera para el príncipe de los creyentes del país vecino. Es directamente de Dios. Aunque el joven que nos hablaba desde la divinidad en realidad quería aquella tierra para su suegra.
 

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