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OPINIÓN - VIERNES, 30 DE JULIO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

El presidente debe descansar
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Dentro de unos meses, concretamente en febrero, cumplirá una década en el cargo. Y será loado, ensalzado, enaltecido, aplaudido, aclamado... Lo mismo que ha venido ocurriendo cada año desde que, debido a un voto de censura contra el entonces presidente, Antonio Sampietro, se convirtió en el político más querido, respetado y votado por los ceutíes.

Juan Vivas, creo haberlo dicho ya en varias ocasiones, tiene el don de caer bien allá donde acude. Su presencia despierta simpatía y a su alrededor se genera un ambiente favorable hacia su persona. A alguien así, que es capaz de ejercer semejante atracción, no hay más remedio que reconocerle que tiene algo especial. Por más que uno se empeñe, cada dos por tres, en verle la parte más prosaica y endeble de su repertorio.

En casos así, o sea, cuando hay personas que suelen ganarse el afecto de los demás antes incluso de abrir la boca, la gente dice de ellas que son carismáticas. A mí, la verdad sea dicha, me repatea tal adjetivo y, por tanto, me quedo mejor con el sustantivo encanto.

Se encanta a la gente por tener un buen cuerpo, por tener una gran voz, por haber inventado la penicilina o por expresarse de manera que Castelar y Azaña se hubieran visto obligados a acomplejarse de su oratoria.

Pues bien, buscando afanosamente las cualidades que posibilitan que Vivas sea el centro de atención de todas las miradas y consiga despertar tanta admiración como para que la gente acuda deprisa y corriendo a votarle, realmente no damos con ellas. Lo cual, sin duda, le concede aún más valor al personaje.

El personaje volverá a ganar las elecciones. Y no hace falta que las encuestas lo vaticinen. Y lo hará por goleada. Para desesperación de sus adversarios políticos. Quizá, miren ustedes por dónde, el encanto de Vivas radica en que cuando los ciudadanos deciden compararlo con otros candidatos se dan cuenta de la diferencia abismal que existe y deciden seguir votándole sin el menor asomo de duda.

Pero los ciudadanos ha de saber que el poder, por más que digan que desgasta a quien lo persigue más que a quien disfruta de él, ha empezado a hacer mella en el presidente de la Ciudad. Y, aunque es bien cierto que Vivas no sufre críticas inclementes ni tampoco nadie se ensaña con él diariamente, comienza ya a dar pruebas de que el poder envejece. Debido a que mandar es terriblemente difícil. Y la toma de decisiones lleva consigo un desgaste enorme.

Me consta que el cansancio se está apoderando del presidente. Y, aunque lo combate andando y nadando, bien sabe él que ese malestar, porque malestar es la fatiga física, procede de las preocupaciones que le van invadiendo a cada paso. Y que se van acumulando con el paso del tiempo.

Y, cuando eso ocurre, quien manda tiende a ser taciturno. Y, claro, empieza a perder frescura. Y tras esa pérdida de vigor, se va difuminando la facilidad de expresión. La que, según Giulio Andreotti -aquel presidente italiano que cantó el triunfo de Italia en el Mundial 82, hace que el poderoso sea más fuerte en su cometido.

En suma: deseamos que el presidente de la Ciudad se recupere de sus problemas físicos. Porque uno, a pesar de los pesares, no deja de reconocerle sus méritos. Indiscutibles.
 

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