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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 4 DE AGOSTO DE 2010

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Los “fallos” del hotel Villa Padierna
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Hoy por hoy es el hotel más famoso de España. Y sin duda alguna el más abolengoso de Andalucía, con permiso del sevillano Alfonso XIII. Los americanos no son “precisamente” crédulos ni van atontolináos, como los pobres guiris que son víctimas favoritas de las mafias rumanas del robo que operan gozosamente en nuestro país.

Si la Obamesa y la pequeña y linda Obamesita vienen a Marbella a este hotel es porque se trata de un lugar absolutamente mágico. De ahí las iras de la periodista de El Mundo Carmen Rigalt que acostumbra a vacacionar parte del mes de agosto en Marbella para realizar desde aquí sus aburridas críticas plagadas de “gracietas” que tan solo hacen gracia, probablemente, a quienes la contratan pero que, en Andalucía, suenan esaborías y llenas de malaje.

Precisamente en la contraportada de El Mundo del domingo denomina al lujoso establecimiento “el colmo del “kitsch” de cartón piedra” y añade que está lleno de “tallas falsas”. De ahí se evidencia que Ricardo Arranz y la linda Alicia Villapadierna no la han invitado a pasar sus días de asueto en el hotel, ni la han invitado a absolutamente nada, ni cenas para la prensa, ni agasajos, ausencia total de vasallaje para esta recurrente Rigalt que debe tener ya más años que un saco de gnomos si se hace memoria de los agostos y más agostos que vuelve a la ciudad para denostar a tal o cual personaje. Según le dé.

Pero difamar y desacreditar al mejor hotel de la Costa del Sol no va a salirle gratis. Me parece. Por si acaso y para comprobar los hechos “in situ” yo aconsejaría a los lectores que se desplacen por esos lares, alargarse a merendar en las preciosas instalaciones del Villa Padierna, que es una especie de Shangri-la de serenidad y de buen tono. Joder, te tomas un café y te sientes importante, mismamente como en el escenario de una película de Visconti. Es todo tan hermoso y de tan buen gusto y el servicio tan profesional que no parece “de verdad”. Allí les garantizo que “jamás” se montaría una “fiestuni del champagne” tipo Nicky Beach, con las damas en tanga y los árabes y los italianinis luciendo en la muñeca Rolex de oro y brillantes del tamaño de paelleras, todo ello en plan “pachanguéo” y con mazo de “chumba-chumba” ¡ y vengan culos operados! ¿Qué si esta aseveración puede considerarse una crítica al chumba-chumba y al waka-waka chorreando champagne pegajoso? En absoluto. Cada cual se divierte como le apetece y cualquier instante de contento y de risas es de por sí positivo. Eso es lo que nos vamos a llevar en el equipaje cuando partamos, el recuerdo de los buenos momentos.

Aunque yo prefiero la elegante quietud del Villa Padierna y el contento de disfrutar de una decoración de calidad museística, mi anciano esposo Erik el Belga se extasia con ese hotel y dice que, estética y cromáticamente es perfecto y que el paisajismo es precioso. Los Obama van a disfrutar porque si mi viejecillo dice que algo es bello es que lo es, porque sensibilidad para el arte le sobra. Aunque, como es lógico, nada es absolutamente perfecto.

De hecho he comprobado que ese hotel presenta fallos. Concretamente un fallo garrafal. Porque está restringido a personas con alta capacidad adquisitiva en exclusiva y parece mentira que siendo quien es Alicia Villapadierna no haya considerado la iniciativa de reservar unas cuantas estancias, no para los millonarios en machacantes, sino para los ricos en excelencia y sabiduría. Me explico. Considero que, los alumnos números uno de las distintas promociones de las universidades españolas o de la FP superior, los excelentes, los que se despellejan los codos y se dejan las pestañas en los libros, tienen “legítimo derecho” a disfrutar de ese hotel excepcional, una semanita de premio para los excelentes, con todos los gastos pagados. Porque esos chicos y chicas “merecen” ser premiados y disfrutar de los idílicos jardines y de la piscina y de las obras de arte y de la artes culinarias de sus aristocratosos chefs. ¡Lo disfrutarían a tope! Y sería a la par recompensa y estímulo, incentivo para ponerse aún más las pilas y seguir estudiando y formándose para, algún día, poder acudir por derecho propio al Villa Padierna como clientes.

¿Qué murmuran con esas caras, que parecen la Rigalt antes de pasarse por las inyecciones de ácido hilaurónico, es decir, una momia egipcia en ayunas? ¿Qué es una frivolidad poner como meta el poder ser cliente de un hotel de ensueño? Sí. Y es una frivolidad comprarse un cochazo y un pisazo. Y una frivolidad cutre irse a veranear a Cancún. O embarcarse en el llamado “crucero potajero” que es uno que hace Tarifa-Agadir-Lisboa y que esquilma los ahorros de todos los pobres de las barriadas de Málaga ¡loquitos están por irse al potajero! Porque, viajar no se viaja mucho, pero dicen que te pones a diario ciego de comer y te bebes hasta el agua del grifo del camarote del capitán.

Vale, vale, no es el Villa Padierna, es otro estilo miajita más populista, pero hacen bailongos y cuando estás todo ciego se baila la conga y se canta “Que viva España”. ¿Saben que les digo? Que lo guay es ser capaz de pasárselo bien en ambos destinos, en el hotel de la Obamesa y en el crucero potajero. Y sentir en ambos un gran contento. Aunque para los excelentes prefiero que Ricardo y Alicia les premien con una semanita de arte y belleza en el hotel.

Y a la Rigalt que la embarquen en el crucero y que allí se dedique a tratar de hacer “gracias”, con sus críticas al personal, que se iba a enterar.
 

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