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OPINIÓN - VIERNES, 6 DE AGOSTO DE 2010

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

El Camino de Santiago
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Cada vez le doy más vueltas a este asunto, especialmente, cuando parece que las creencias están en desuso y, curiosamente, todos los años hay decenas de miles de personas, que con la dificultad que entraña un largo viaje a pie, se disponen a hacer una ruta en la que nadie es un extraño para aquellos con los que se encuentra.

¿Es, realmente, fe lo que mueve a estas gentes?. ¿Es viajar y hacer turismo de forma económica, ahora que las finanzas de las gentes están flojas?.

Particularmente, creo en lo primero, y aunque parezca mentira, cada día son más los jóvenes que lo hacen y con los medios menos cómodos que estén a su alcance.

Y además, ya no se hace, únicamente, el Camino de Santiago, desde la zona pirenaica, Roncesvalles, hasta Santiago de Compostela.

Las dos rutas pirenaicas siguen como siempre, pero a éstas, ahora, se añaden otras más, como por ejemplo la de la Ruta de la Plata. Algo así, como en tiempos romanos, “todos los caminos nos llevan a Roma”, que cambiaríamos hoy por “todas las rutas nos conducen a Santiago de Compostela”.

El camino, a través de la Ruta de la Plata, puede tener algo de piedad o fe, pero, también, algo o mucho de turismo rural, por unas zonas en las que las huellas romanas son muy importantes, yendo del sur al norte por la parte occidental de la Península.

Las cifras de peregrinos, que se dan, depende donde, son siempre enormes, pero no siempre las mismas, en las distintas partes en las que nos las proporcionan, con lo que el número exacto de hombres y mujeres que hayan hecho “su” Camino de Santiago, es difícil de lograr. Sin embargo, lo que sí hemos logrado desde hace muchos meses es restaurar una mentalidad piadosa, por unas rutas que, históricamente, no pasan de ser una ilusión.

Y lo que más me sorprende de todo esto, a mí que he nacido en el seno de una familia creyente y soy creyente “a mí manera”, es que aquellos que hacen la ruta, no son frenados por el sol o el frío, por la lluvia o, a veces, la nieve, ni por otras dificultades que, en un viaje así, van surgiendo a cada paso.

Aquel que se dispone a hacer el camino, sabe que las comodidades han quedado aparcadas para otros momentos, que las comidas serán no lo que él quisiera, sino lo que vaya saliendo y los alojamientos que encuentra serán sencillos, sin lujos y con no demasiadas comodidades.

¿Qué nos dice todo esto?. Lo primero que las necesidades nos las creamos nosotros, que los lujos, cuando entramos en el campo espiritual no cuentan demasiado y que la felicidad no la aportan las riquezas ni los bienes materiales, tan sólo, sino el deseo de vivir con ilusión, con sencillez y sin aspiraciones a todo lo superficial.

Y hoy, con vehículos de grandes cilindradas y muy rápidos, con trenes de alta velocidad o con vuelos a velocidades extraordinarias, no hay viaje, de lujo, de placer o de vacaciones, que colme al que lo hace, como viene colmando, desde antiguo y por caminos de herradura o incluso peores, el Camino de Santiago.

Este año, con lo que significa que la festividad de Santiago Apóstol haya caído en domingo, está siendo la apoteosis, pero el próximo, estoy convencido de que, estará igualmente plagado de peregrinos, por esas “rutas de fe”, en dirección a lo que hoy es la capital de Galicia, Santiago de Compostela.
 

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