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sociedad - MARTES, 17 DE AGOSTO DE 2010


secadero de volaores. reduan.

REPORTAJES / Secaderos ceutíes
 

Los ‘volaores’ de siempre desde Juan XXIII hasta el almadraba

Los vendedores de las ‘volaeras’ ceutíes
se quejan de las pérdidas ocasionadas,
no sólo por la crisis sino también por las ventas ‘pirata’ de pescado seco por parte
de comerciantes ilegales marroquíes
 

CEUTA
Irina Jiménez

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Un año más la explanada de Juan XXIII acoge los secaderos típicos de ‘volaores’ y bonitos que cesarán la temporada a primeros de septiembre. Este verano, los comerciantes se han encontrado con una dificultad añadida, además de la crisis que a todos afecta, compiten con vendedores ‘pirata’ de pescado seco que llegan desde el norte de Marruecos, donde han copiado la tradición marinera caballa, para vender sus productos, de manera ambulante por Ceuta, a mitad de precio.

Actualmente son 4 los secaderos que funcionan en la ciudad autónoma, todos ellos de familias autóctonas que dejan como herencia a sus hijos la tradición y el buen hacer de la costa mediterránea. Lobos de mar como Juan Fernández han dedicado su vida a este oficio que tantas alegrías y sinsabores le ha dado: “Llevo 20 años dedicándome a esto, lo llevo en la sangre. Intentamos que sea una tradición que pase de padres a hijos pero, de momento, somos nosotros los que lo llevamos casi todo. Ha habido épocas mejores para los secaderos de ‘volaores’, este año tenemos, además de los problemas que da la crisis, que aguantar que vengan vendedores de Marruecos a vender de forma ambulante ‘volaores’ secos en Castillejos por las calles de Ceuta”.

Los comerciantes quieren dejar claro que aunque los marroquíes vendan el producto a un menor precio la calidad no es comparable a los productos que se salan y secan en la ciudad autónoma: “Entendemos que la gente mire por el precio y compre lo que vea más barato, pero la calidad no es la misma, no es comparable, el proceso es muy importante y no todo el mundo sabe secar un bonito como se debe”, comentó Fernández.

Además de la calidad, los vendedores locales reclaman sus derechos, teniendo en cuenta el desembolso que hacen anualmente para pagar hacienda, impuestos, costa y canon. “Cada vez que veo a un musulmán con un manojo de ‘volaores’ me echo a temblar porque siento que echan todo nuestro trabajo por tierra. Ellos bajan mucho los precios y no se hacen cargo de pagar los impuestos, ni hacienda, ni costas ni canon. Aún así tenemos que darle las gracias a Matías, de ‘Gruas Hacho’, que es quien nos deja los garitos y no nos cobra nada, ni por ponerlos ni por recogerlos”, explicó Rafael Pérez.

El proceso de elaboración de estos productos comienzan en el mes de junio, cuando los comerciantes compran el pescado, lo limpian, cortan, enjuagan, salan, vuelven a meter en agua y lo ponen a secar. Los entendidos cuentan que el viento que mejor viene a estos ‘volaeros’ para secar el pescado es el de poniente aunque con el de levante, aunque tarde más en secar, se cura mejor por dentro y por fuera: “Este verano se está imponiendo el levante y eso no nos viene del todo bien. Con este viento tarda un par de días más en secar”. Mientras que el tiempo de salado y secado del volaor es de 2 o 3 horas y 4 días al sol, respectivamente, el bonito se sala durante 7 horas y se cuelga a secar, aproximadamente, entre 8 o 10 días.

Las familias que trabajan en este sector pernoctan durante todo el verano en los secaderos, trabajando y cuidando del negocio las 24 horas del día. Amín, otro de los vendedores de la zona explica el motivo por el que pasa tantas horas en el lugar: “Antes era yo el que llevaba el negocio, pero ahora, después de haber sufrido varias enfermedades no puedo estar aquí todo lo que me gustaría. La que se encarga ahora de llevar el secadero es mi hija, y yo vengo para echarle una mano en todo lo que puedo, además de seguir enseñándole el proceso tradicional. Por mucho que los marroquíes quieran copiarnos nunca venderán lo mismo, porque ellos no conocen el proceso, no saben hacerlo igual”.

El precio de estos tradicionales productos caballas oscilan entre los 2 y 12 euros, aproximadamente. El precio medio al que venden estos comerciantes el bonito oscila entre los 10 o 12 euros, mientras que los volaores se vendían a 3 euros, aunque el precio de los mismos haya tenido que bajar por la crisis hasta los 2 euros.

Aunque los usuarios de la ciudad siguen comprando estos productos, los vendedores aseguran que son los turistas o ceutíes afincados en otras ciudades los que hacen las compras importantes, las que realmente les aportan algo más de beneficios. A pesar de la difícil situación por la que atraviesa el sector de los secaderos de Ceuta, los comerciantes artesanos se niegan a perder una tradición que perdura en la ciudad autónoma, que ha ido pasando durante generaciones de padres a hijos, y que, incluso, se llega a exportar a otros lugares de España gracias a los caballas.
 


El salazón: una tradición legada de padres a hijos en las costas mediterráneas

El salazón del pescado y otros productos es un proceso heredado durante generaciones a lo largo de la historia. El cronista oficial de la Ciudad Autónoma, José Luis López Barceló, reconoce que, aunque en la almadraba de Ceuta se sala y seca pescado desde que él tiene uso de razón, esta técnica de conservación del pescado se ha utilizado siempre en zonas costeras: “El secado de pescado es una actividad tradicional que se practica desde siempre. Lo que ocurre es que en Ceuta, en esa zona donde aún se practica se hace desde el siglo XX. Esta práctica ancestral se da en todas las zonas del mediterráneo, lo que ocurre es que quizá no se ha mantenido en todas”. Aunque en otras zonas se lleve a cabo el salazón y secado de bonitos, Ceuta es uno de los pocos lugares de España donde se continúa la tradición del ‘volaor’.
 

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