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OPINIÓN - VIERNES, 3 DE SEPTIEMBRE DE 2010

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Mezquitas

Por Abdelmalik


El alumbrado de las mezquitas con motivo del mes de Ramadán es absolutamente inadecuado, pues se trata de una fórmula para verbenas y romerías, que no para centros de culto. Año tras año la historia se repite, y cada vez que llega el Ramadán se les quita el polvo y vuelta a poner.

Los musulmanes más agradecidos son aquellos a los que la Ciudad prohíbe mediante subvenciones poner en entredicho sus decisiones, siendo su agradecimiento más consistente por esto último que por la luz incandescente de unas bombillas que ya nadie usa.

De este modo, quienes deberían hablar, callan, aceptando así un “regalo” que, a ciencia cierta, viene a usurparles el polvo dejado por su dignidad perdida; sin embargo, la mayoría de los musulmanes aún tienen ojos para ver otras luces y otros sitios, envidia sana que surge una vez que se acercan a sus mezquitas, llenas de sombras por luces de podredumbre. Es una muestra del cómo y por qué se gasta los euros el Ejecutivo de la Ciudad. Es cosa de Ceuta, “La Rancia”.

Uno de los logros de la Ciudad, del que no se habla porque no da brillo, es la catarata colectiva que produjo en las lentes de los musulmanes de Ceuta, que viene impidiéndoles ver con suficiente claridad lo que la realidad clama desde hace tiempo, encapsulándoles en épocas de panes y sales, en donde el agradecimiento al poder aplasta cualquier atisbo de libertad y expresión personal, es el “gracias” del mendigo por el “qué es esto” del ciudadano libre y moderno. Son los gulags de una Ciudad atada a una conciencia cruel, que con tierna mano mece las cunas de sus hijos pródigos, mientras que con otra al pairo otras manda, bien antes quitándoles su bien más preciado: su parte de Igualdad, que no es otra que su derecho a ser igual.

Son muchas las casas y muchos los coches y muchas las cosas que podrán comprar aquellos “representantes” y aquellos “imames” que se sumaron a la causa de aquellos que mandan y dinero dan, aquellos que pretenden un “islam nuevo y español” tal como prefieren llamarlo; sin embargo, lo que no podrán comprar nunca es el respeto de quienes bien conocen la talla de sus conciencias. Es la diferencia entre “Ser” y “Servir”, es la distancia entre el despojos que deja la Dignidad vendida y aquella otra que permanece limpia y autosuficiente.

Es el mercado intangible de los Hombres de la Ciudad, allí donde se venden y compran voluntades, allí donde todo es posible, es como el Dar Ghaleb de Casablanca, un lugar en el que hasta las paredes de las tiendas se venden, la diferencia es que allí el Precio se precia y es rey; sin embargo, en el de aquí, el precio es lo de menos, lo que impera es la palmadita y el puñadito, aunque en el suelo se de.
 

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