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                     El sentido de la vida está en 
					vivir cada día tal como se presenta (Dijo alguien). Hoy, 
					lunes, cuando escribo, me he echado abajo de la cama con un 
					cabreo morrocotudo. Pero pronto he tenido que desistir de lo 
					que dice la cita. Pues con el careto desencajado no se debe 
					ir a ninguna parte. Ni siquiera permanecer en casa. Ya que 
					acabaría riñendo con la que manda en el hogar y uno ya no 
					tiene edad para vivir el silencio agotador que sigue a la 
					discusión con la pareja. 
					 
					Tentado he estado de no contarles a ustedes, los cuatro 
					lectores que todavía me aguantan (como dice a cada paso ese 
					pedazo de escritor que es Juan Manuel de Prada. De quien 
					leyendo sus artículos deduzco que pudo llegar muy bien a 
					cardenal de haber tenido vocación religiosa), la razón por 
					la cual he amanecido con el humor avinagrado y con tan mal 
					talante como para ser capaz de mandar a los chirlos mirlos a 
					cualquiera que me lleve la contraria.  
					 
					Y es que, aunque ustedes no lo crean, me fastidia tener que 
					reconocer que me ha sentado muy mal la derrota de la 
					Asociación Deportiva Ceuta. Sí, ya sé que alguien que se ha 
					pasado media vida como profesional del balompié no debería 
					darle cabida al enfado propicio a salirse de madre por un 
					quítame allá esas pajas; simple y llanamente por un 
					resultado adverso del equipo que ha visto jugar 
					extraordinariamente en dos ocasiones.  
					 
					La primera de esas ocasiones en que el equipo caballa jugó 
					más que bien fue en Rota, contra el Xerez Deportivo. Cierto 
					es que me curé en salud diciendo que el rendimiento de los 
					conjuntos en pretemporada induce a engaño. Pero también 
					disfruté de lo lindo durante casi media hora de juego en la 
					primera eliminatoria de la Copa del Rey ante el Mancha Real.
					 
					 
					Y, claro, aun con todos mis respetos para el Lucena, equipo 
					repleto de jugadores veteranos con saber suficiente como 
					para darle un disgusto al club más encopetado de la 
					categoría, nunca pensé que pudiera tocarnos a nosotros 
					sufrir semejante revés. El cual me ha puesto muy alto el 
					nivel de mala leche y me ha cambiado el paso de un lunes 
					donde yo esperaba celebrar la victoria tendido al sol en la 
					piscina de ese Parador “Hotel La Muralla” que tanto vengo 
					celebrando últimamente (a propósito: ¡menudo hotel vamos a 
					disfrutar cuando el edificio sea reformado! ¿Verdad que 
					reformar es vocablo más preciso que remodelar? Lo digo para 
					quienes han dado en la manía de usar el segundo vocablo sin 
					solución de continuidad). 
					 
					A lo que iba, que voy a salir de mi casa con el freno de 
					mano echado. Y habiéndome prometido, antes de poner los pies 
					en la calle, no hablar de fútbol con nadie. Pues seguro que 
					ante cualquier impertinencia me pongo en funcionamiento a 
					media vuelta de manivela.  
					 
					Ahora bien, dado que algo debo opinar sobre el equipo de la 
					ADC, diré lo siguiente: La plantilla me parece excelente. 
					Aunque no hay plantilla que no sea factible de alguna 
					mejora. Eso sí, cuanto antes conviene ajustar las líneas y 
					que los jugadores respondan perfectamente a las misiones 
					concretas encomendadas. Y no olviden los profesionales 
					actuar con entusiasmo. Pues el entusiasmo ayuda a saber, y 
					contribuye a profundizar en lo que se sabe. Y el domingo, 
					con todo mis respetos para los actuantes, me pareció a mí 
					que el entusiasmo estuvo de vacaciones en el Murube. 
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