| 
                     
					 
					En un país donde nadie vende un piso por la crisis, España 
					es capaz de vender dos ciudades al vecino de abajo…» 
					 
					Antes de su viaje de apoyo a Melilla, Rajoy, presumo, 
					tendría miles y miles de melillenses cantándole la canción 
					que publicita una oferta especial de otoño en unos grandes 
					almacenes españoles: Yo soy fan de ti. Después de la visita 
					y su timorato repliegue táctico, hasta el punto de ser 
					felicitado por Zapatero, las adhesiones habrán sufrido una 
					sensible rebaja y en vez de cantarle la gente yo soy fan de 
					ti, es posible que le dediquen algún que otro chiste de 
					Chiquito, como el de aquel cobarde que… En fin, vísperas de 
					mucho, días de nada. 
					 
					¿Qué le ha pasado al caballo blanco de Rajoy en Melilla? 
					¿Qué ha ocurrido con su viaje de apoyo a la ciudad española 
					para que, una vez allí, el caballo se le desinflara y con él 
					toda la pasión patriótica desplegada por el líder de la 
					oposición? Si yo fuera melillense me lo preguntaría. Y dudo 
					que la respuesta fuera del agrado de los oídos de tan 
					mariana figura. También debo preguntármelo como español. Y 
					es a partir de esta línea cuando lo hago en voz alta para 
					que puedan enterarse hasta los que prefieren oír mentiras 
					tan grandes como algunas discotecas murcianas, obligadas a 
					cambiar de nombre porque utilizan la de la ciudad del 
					profeta. ¿? 
					 
					Un catedrático amigo, camarada a su vez de un familiar 
					directo de un alto diplomático español, me contó alguna vez 
					que Ceuta y Melilla tenían plazo para culminar su ciclo 
					histórico vinculadas a España. Al parecer, el alto 
					diplomático citado, se lo confesó así a su familiar tras 
					aquella Marcha Verde marroquí hasta el Sahara, pactada a 
					altos niveles bajo los auspicios norteamericanos y que a 
					España le garantizaría una transición arropada por el gran 
					gendarme occidental. Como colofón, y a largo plazo, las dos 
					citadas ciudades españolas dejarían de serlo. Desde entonces 
					hasta acá hemos venido asistiendo no solo a insolentes 
					posturas marroquíes, sino a dejaciones nacionales con dos 
					ciudades españolas. Desde su desvinculación de las 
					provincias de Cádiz y Málaga a las que pertenecían hasta la 
					salida de militares de choque con carneros incluidos. 
					 
					De ser cierta la confesión del alto diplomático español a su 
					familiar, la insolencia marroquí tendría todo el sentido del 
					mundo. Y más que insolencia habría que entender el estado de 
					ánimo alauita como una frustrante espera en un tiempo que no 
					quieren verlo convertido en unas calendas griegas. No habría 
					insolencia por parte marroquí. Tan solo frustración por una 
					espera prolongada. ¿Y por nuestra parte? ¿Cómo podríamos 
					calificar el papel español en tan agria comedia si fuera 
					cierto lo que dijo el diplomático? ¿De berenjena tomante? 
					¿De patético vendepatrias? ¿De traidor bíblico? ¿De cobarde 
					impotencia? De ser cierta aquella confesión es razonable 
					pensar que ningún español con vergüenza pueda considerarse 
					ni fan de Zapatero ni de Rajoy. Pese a que en un país donde 
					nadie vende un piso por culpa de la crisis, España sea capaz 
					de vender dos ciudades al vecino de abajo. Y muy barato, 
					paisa… 
   |