PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales

 

 

sociedad - DOMINGO, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2010


la pareja en la ceremonia. reduan.

matrimonio
 

Miran dos personas en una misma dirección, eso es amor

Enlace matrimonial de Inmaculada y Fabio
 

CEUTA
El Pueblo
ceuta
@elpueblodeceuta.com

Impacientes ante la llegada de la novia, precipitando el último humo de los cigarrillos y cuidando que las sedas no se enredaran con la brisa marinera, los más de 300 invitados al enlace matrimonial de Inmaculada y Fabio se agolpaban a las puertas del templo de Nuestra Señora de África, minutos antes de que las agujas del reloj marcasen las nueve de la noche.

Una alfombra de terciopelo rojizo, adornada con delicadas flores blancas, hacían de pasarela al altar. Los primeros en cruzarla, el futuro esposo, con cierta timidez para cubrir los nervios; y la madrina, con el tocado azulina que abría paso a un elegante traje de noche en el que las finas capas besaban el suelo. Sólo transcurrieron diez minutos hasta la llegada de la novia, aunque para el novio se traducirían en el más largo infinito en ese camino al altar.

Despampanante y con una sonrisa conmovedora, la novia se deslizaba por el terciopelo con el brazo entrelazado al padrino. Un distinguido caballero conjuntado en negro con un gris perla sobre la corbata anudada al cuello. Sonaban las primeras melodías del clarinete, la viola y el violín, y la orquesta Septácora inauguraba la ceremonia nupcial con las últimas teclas del piano.

Un cruce de miradas bastaba para saber que los futuros esposos prometerían un amor eterno, que luego sería bendecido con las gratas palabras del sacerdote: “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Mientras las primeras lecturas eran acompañadas por ‘La Coral de la Cantata’ de Bach, las pequeñas damiselas comenzaban a cobrar especial protagonismo; risas inocentes que despertaban la atención de los invitados, también anonadados por los encantadores vestidos del mismo tono crudo que las flores del tocado, del que caían los tirabuzones.

“El amor verdadero no es otra cosa que mirar las dos personas en una misma dirección”, clamaba el religioso, dando paso a las promesas y votos que debían hacer ante Dios y los testigos, la pareja de novios. Y tras compartir las arras, la abundancia de los bienes que serían comunes a los dos, Gounaut se hacía eco en la capilla con el ‘Ave María’. Instantes más tarde, el amor verdadero y eterno quedaba sellado con un beso celestial después del “sí quiero”, donde la complicidad de la pareja quedó plasmada en una mirada.

Padrinos, testigos y ya los esposos, firmaban el escrito para la posteridad. Mientras tanto, los invitados abandonaban el templo para tocar los delicados pétalos que luego bañarían de felicidad a los enamorados. Fieles, cómplices, amigos y compañeros. Dos personas que se miraron, alzaron la vista hacia un mismo horizonte y prometieron ser el uno para el otro desde el principio, y hasta el fin.

Bajo el manto de las estrellas y el guiño de la luna, el templo de Nuestra Señora de África quedaba cerrado con el sello del matrimonio y el aroma a rosas. Luego, los salones del Parador La Muralla serían el escenario propicio para la celebración, atractiva a la par de sugerente, con exquisitos sabores que atraerían a los más delicados paladares.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto