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OPINIÓN - JUEVES, 30 DE SEPTIEMBRE DE 2010

 
OPINIÓN

Se casaron Inma y Fabio

Por Manuel de la Torre


Y el acontecimiento sabatino despertó expectación. No había más que ver los alrededores de la iglesia de Nuestra Señora de África repletos de invitados y de muchos otros que no lo eran, deseando ver la llegada de los novios, cuando faltaba nada y menos para que se hiciera la noche.

La sonrisa de la novia cautivó inmediatamente. Y a mí, cuando alguien me preguntó al respecto, se me ocurrió contestar con una frase que tomé prestada de un poeta: “Obtener la sonrisa es un milagro”. El milagro de Inma era de satisfacción. Por tal motivo, la sonrisa de Inma Muñoz Tinoco fue contagiosa. Lo cual permitió que la noche tomara vuelos de fiesta grande, en un marco sensacional, como es el siempre incomparable jardín del Hotel Parador La Muralla.

Inma, además, lucía cuerpo de sobra para pasear con garbo un traje sensacional. En suma: la belleza serena de la novia y su incomparable sonrisa, perdonen la insistencia, ha pasado ya a la posteridad, como el mejor regalo que recibimos los que tuvimos la suerte de ver a Inma y Fabio poniendo la rubrica a ese comienzo de amor que tan bien reflejado quedó en un tríptico con el que los invitados a la boda fuimos obsequiados.

Francisco Antonio González es de los que esperaban la salida del templo de los contrayentes. Le felicité por su nuevo cargo. También le di la enhorabuena a su mujer: Adela Díaz. Ambos se mostraron eufóricos. Pacoantonio, antes de que se me olvide, ha sido nombrado comisario de la Fundación Ceuta Crisol de Culturas 2015. Atrás quedaron 17 años de entrega absoluta como diputado en el Congreso. El nuevo comisario me habló muy bien de Francisco Márquez, su sustituto en las Cortes Generales. Testigo de la conversación fue el delegado del Gobierno, José Fernández Chacón. Reunión a la que pronto se sumó Antonio Gómez, director de Él Pueblo de Ceuta’, y Mari Carmen, su distinguida esposa.

A Francisco Márquez no pude preguntarle al respecto. Ya que o bien no estuvo en la boda o yo no le vi. Me inclino por lo primero. Pues tengo entendido que gusta muy poco de participar en celebraciones de esta índole. Aunque no ha mucho hizo un esfuerzo y asistió a una. Claro que pedirle dos esfuerzos casi seguidos de este tipo a Márquez hubiera sido ponerle en un compromiso. Y eso no se hace con un hombre que me han dicho que habla cinco idiomas. Al enterarme de la facilidad lingüística que tiene el nuevo parlamentario, me quedé estupefacto.

Pepe Torrado, que se fuma lo que no hay en los escritos, para no variar, charló conmigo en presencia de Tere, su mujer. Tere nos dejó para meterse en conversación con Gloria, mi mujer. Y allá que me armé de paciencia mientras Torrado me fue contando situaciones vividas que los dos nos sabemos de memoria. Aunque debo decir que hablar con Pepe Torrado es siempre un placer para mí.

Saludé a Sergio Moreno y a Carmen, su mujer, que estaban a una distancia prudente de la reunión en la cual yo me encontraba. Cuando de pronto vino a saludarnos la mujer de José Fernández Chacón. Inmaculada, tan expresiva como siempre y tan vitalista. Nos encantó hablar con ella. Y mucho más cuando no tuvo el menor inconveniente en contarnos anécdotas que hicieron cundir la risa sin rebozo, entre quienes la solemos escuchar atentamente.

Benjamín Álvarez, gerente del Instituto Ceutí de Deportes, llegó a la cita de la plaza de África sonriente y dispuesto a pasárselo bien. Cada vez que coincido con Benjamín, dado que es gallego, se me viene a la memoria el humorismo personalísimo de Julio Camba, el inseguro de Luis Taboada y el intencionado o trascendente de Fernández Flórez. Álvarez, sin duda alguna, cuando está a gustito, y el sábado lo estaba, deja entrever su humor galaico. Ese que dicen que pertenece a la tradición enraizada de la sabiduría de los primitivos celtas. Aproveché la ocasión para saludar a Loli Vivas, mujer de Benjamín.

A propósito de Vivas: anduve pegando la hebra con Juan unos minutos, antes de la boda y después de ella, y no tuve el menor inconveniente en mostrarme guasón con él. Y cuando hablo de guasa, sé que el presidente de la Ciudad sabe a qué me refiero. Por cierto, en la primera ocasión que hablamos me dijo que el Barcelona será recibido como merece. Y que habrá actos que le vendrán muy bien a tan extraordinario acontecimiento futbolístico.

Momentos después tuve la oportunidad de pegar la hebra con Loli Puya, la mujer de Juan Vivas. Y se me ocurrió decirle que acababa de hacer las paces con su marido. Y ella no dudó en responderme: “Mira qué bien..., Manolo”.

Juan Manuel Doncel, consejero de Fomento, pasó por mi vera y me saludó de manera que me costó poco trabajo adivinar lo que estaba pensando en ese momento. Aunque es bien cierto que la mirada de las personas que participan en la política activa suelen equivocar la mayoría de las veces. Si bien en esta ocasión, metería la mano en el fuego porque su mensaje ocular era el que era. Juan Manuel iba con Gema, su mujer.

A Mohamed Chaib, de quien tantas veces he aireado la ley que le tengo, le recomiendo que no haga excesos de nada. Que se cuide. Pues como amigo le quiero lo suficiente como para desear verle siempre en condiciones físicas inmejorables. Chaib, como siempre, me mira y asiente. Luego, claro es, él sigue haciendo lo que le apetece. Normal.

Luis Parrillas, a quien le acompañaba Charo, su mujer, es un empresario que se ha ganado el aprecio y el respeto de innumerables ceutíes. Hablando con él estaba, y con Mario y Lilí, matrimonio procedente de Algeciras, venido expresamente a la boda, cuando de repente se dieron el piro y ya no les volví a ver en toda la noche.

Saludé a José Antonio Carracao y a Cristina, su mujer. Y me dijeron algo que no entendí muy bien. A lo mejor es que se acuerdan todavía de cualquier error cometido por mí cuando he hablado del secretario general de los socialistas de Ceuta. Trataré de informarme.

Minutos antes de que los recién casados hicieran el paseíllo desde el interior de la iglesia hasta el Hotel Parador La Muralla, en medio de una expectación inusitada, aún tuve tiempo de charlar distendidamente y con la alegría consiguiente, dado que se casaba la hija de un amigo nuestro, con Pedro Olmedo Fernández, director del Hotel Parador La Muralla, y con Juanita Arcila, mujer de Pedro. Con quienes tuve la suerte de compartir mesa en la cena. Ambos son encantadores. Y, desde luego, la llegada de Pedro al hotel supuso, en su momento, un soplo de aire fresco en el establecimiento.

Alberto Gallardo sabe que le tengo afecto. Así que se aprovecha de cualquier descuido mío para llamarme la atención en cuanto él cree que me estoy pasando de rosca. Durante la cena, no falto a la verdad si digo que me llamó al orden en tres ocasiones. Mi estimado Alberto es puntilloso. Y a mí me cae la mar de bien. No tan bien, para no mentir, como a Gloria -mi mujer- y a mí nos cae Luz Marina: la esposa de Alberto.

Antonio López Fernández, gerente de EMVICESA, estaba radiante de felicidad. No en vano estaba viviendo la fiesta junto a muy buenos amigos suyos. A López Fernández, Antoñito para los amigos, trato de ponerle en un compromiso. Pero él, que es más listo que los ratones colorados, me pega un regate que me deja con la cintura quebrada.

Alfonso Conejo y África, su mujer, me contaron cosas de su veraneo en Cádiz. Y a mí me tocó recordarles lo bien que me lo había pasado yo en la piscina del Hotel Parador La Muralla. Isidro Hurtado de Mendoza y su esposa, Yolanda, también tuvieron tiempo de pegar la hebra conmigo.

Inma y Fabio hicieron a pie el recorrido de la iglesia al hotel. Lógico; en vista de que apenas median veinte metros de distancia entre ambos edificios. Los recién casados despertaron júbilo a su paso. La emoción de los suyos subió de tono. Eso sí, aliviada por los piropos que ambos fueron recibiendo por parte de la concurrencia. Inma iba agradeciendo las muestras de afecto y simpatía con una sonrisa inmejorable. “Obtener la sonrisa es un milagro” dijo el poeta. Perdonen mi redoble de tambor.

A continuación tuve la oportunidad de felicitar a Ángel Muñoz Vega, patriarca de la familia Muñoz, y por supuesto abuelo de Inma. No cabía, de ninguna manera, recomendarle a Muñoz Vega que no se dejara llevar por los sentimientos. A ciertas edades, créanme, poco importa que éstos puedan afectar en mayor o menor medida a los alifafes que ya se tengan. Vuelvo a felicitar a don Ángel. Que está recogiendo los frutos de una vida donde nada fue fácil. Pero que ahora está mostrando la mejor cara. Me imagino cuántos recuerdos pasarían el sábado por su cabeza.

Julián Muñoz estaba eufórico. Julián siempre ha sentido predilección por su hermano José Antonio. Y es un defensor acérrimo de la familia. Julián, que nunca ha dudado en asumir su impulsividad momentánea ante cualquier prueba de desconsideración recibida, es un tipo abierto que uno, cuando va conociendo, acaba por apuntarle en la lista destacada de los conocidos con derecho a ganarse muy pronto el título de amigo. Si acaso él también lo desea. Julián y yo aprovechamos un momento para intercambiar impresiones con Juan Vivas. Y a fe que nos reímos los tres. No olvidé saludar a Pilar Quero: esposa de Julián.

Ángel Muñoz Tinoco estaba radiante de felicidad. Ángel se siente como el ángel de la guarda de sus hermanos: Inma, María, José Antonio y David. Eva, la compañera de Ángel, tampoco podía ni quería disimular la alegría que le embargaba. Eva, además, estuvo siempre presta a proporcionarle toda clase de ayuda a su cuñada Inma. Eva desparramó su felicidad en medio de un ambiente sensacional.

Por encima de tan grande ambiente, como se vivía en la terraza del hotel, me llamó la atención la abuela de la novia, por parte de padre, doña Josefa Serrano. Ni un gesto de más, en momentos donde los sentimientos afloran y muchas veces consiguen imponerse a las actitudes de cada cual. Seguramente, en momentos de tanta felicidad -ahí es nada festejar la boda de una de las muchas y queridas nietas-, ella estaría pensando en otras circunstancias que dejaron huellas en su vida. Vaya, desde aquí, mi felicitación para doña Josefa Serrano.

África Ávalos, con la que siempre he mantenido una amistad sincera, me saludó con la efusividad que en ella es costumbre. África merece ser feliz. Y parece que en estos momentos lo es. Me puso al tanto de una tienda que ha montado en sitio céntrico. Y Gloria, que la aprecia muchísimo, le ha prometido visitarla. Para comprarle, faltaría más. Mi promesa, en cambio, dentro de mis posibilidades, fue la de airear las bondades de su establecimiento.

Me fue imposible, y bien que hubiera querido hacerlo, darles la enhorabuena a José y Claudio Tinoco; tíos de la novia. Y es que uno no tiene, todavía, el don de la ubicuidad. Y, cómo no, me habría encantado conocer a Aurora Rodríguez: nombre de la tata que no se les cae de la boca a los Muñoz Tinoco.

Tampoco se me presentó la oportunidad de saludar a los padres de Fabio. Así que aprovecho esta oportunidad para darles la enhorabuena a Francisco y a Carmen.

A quien sí pude saludar y felicitar fue a Francisco Rodríguez Haro: tío de la novia. Y persona que los casó. Como diácono que es. Me fue imposible hacerlo con su mujer, Ángela Muñoz. Sin embargo, lo logré con su hermana, Ana María, al finalizar la cena. Ah, mi más encendida felicitación a los primos de la novia. Que bailaron como posesos.

Antes de sentarnos a la mesa para cenar, estuvimos en la sala de estar del hotel tomando el aperitivo consiguiente. En medio de un ambiente sensacional, y con la siempre agradable compañía de nuestros compañeros de mesa -Alberto y Luz Marina, Antonio Vallejo y Loli, Pedro Olmedo Fernández y Juanita Arcila-, Jesús Carretero decidió sumarse a nuestra improvisada tertulia. Y, por lo visto, se lo pasó la mar de bien.

Aún tuve tiempo yo de hacer algo que estaba deseando: dirigirme a Maite Ávalos para darle la enhorabuena por algo que no debo airear. La felicidad de Maite era evidente. Y, sobre todo, grande era su disfrute al ver a José Antonio Muñoz convertido en el mejor anfitrión posible. Y en un padrino que dejó los nervios en el vestuario. A él, a Muñoz Serrano, sólo me bastó mirarle para comunicarle mediante un visaje el éxito del acontecimiento. Un acontecimiento que transcurrió bajo el beneplácito del mejor clima otoñal. La suerte, que los antiguos se la achacaban a la divinidad, quiso cumplir su cometido. Y a mí se me ocurrió augurarle que ésta, la suerte, iba a continuar hasta el día siguiente. Y así fue...

Éxito rotundo, pues, de una cena para celebrar la boda entre Inma y Fabio. Él, apuesto, y ella, dado que elegancia se llama a que nadie recuerde cómo era el vestido que lucía, dueña de una sonrisa que ha quedado para siempre flotando en el ambiente de un jardín especial.

Cierto es que al escenario debía acompañarle el buen servicio. Y a fe que los empleados del lugar cumplieron con creces. Enhorabuena a todos ellos. Y a su director: Pedro Olmedo Fernández.

Todo lo aquí contado es de memoria. Y, por ser ésta considerada la inteligencia de los tontos, uno pide perdón a todas las personas que haya podido olvidar. Lo que no olvidaré es el garbo de las mujeres que, canastillas en ristre, repartieron regalos y llenaron de alegría la terraza. Fue todo tan sencillo, y tan bien organizado, como para no callarme lo que es un secreto a voces: hubo distinción. Distinción silenciosa. Que es la mejor para que el buen gusto adquiera mayoría de edad.

Se casaron Inma y Fabio: felicidad, pues, para ellos.
 

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