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OPINIÓN - VIERNES, 1 DE OCTUBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

La víspera de la huelga general
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El martes pasado, es decir, la víspera de la huelga general, caminaba yo hacia la playa de Benítez, a hora en que la tarde estaba tocando ya a su fin, cuando una caravana de coches, ondeando banderas sindicalistas y haciéndose notar por medio de cláxones que ululaban desconsideradamente, procedente de los almacenes Eroski, circulaba hacia el centro de la ciudad.

De repente, una voz se alzó por encima del estrépito, para decirme: “Manolo, mañana no se puede ni pasear al perro”. Miré rápidamente hacia la dirección del mensaje y me encontré con la agradable sorpresa de comprobar que era Luismi quien se había dirigido a mí.

Luismi es el hipocorístico (para quienes no lo sepan, hipocorístico significa nombre abreviado o deformado con intención afectiva) de Luis Miguel de Juan: periodista de una gran formación, con quien tuve la suerte de compartir tarea en un medio local, durante varios años, y del que guardo un grato recuerdo.

Luismi fue redactor jefe y hasta dirigió el periódico cierto tiempo. Y lo hizo con buen talante. De manera que bien pronto se ganó el respeto y el afecto de quienes compartíamos con él el trabajo diario. Pero, pasado un tiempo, Luismi comenzó a dar muestras de que no le gustaba el periodismo. Así que un buen día, hablando con una hermana suya, supe que su deseo hubiera sido hacer la carrera de medicina antes que la de periodista. Mas por razones que no vienen al caso explicar, se tuvo que conformar con licenciarse en Ciencias de la Información.

Las ideas políticas de Luismi eran claras: era un hombre de izquierda. Tan de izquierda que se bebía los vientos por el sindicato de la UGT. Y no tenía el menor inconveniente en defender cualquier causa concerniente a ese sindicato de clase. Llegado su momento, el sindicato creyó conveniente ofrecerle un puesto burocrático. Y Luismi, que estaba del periodismo hasta las narices, aceptó el empleo y en él lleva ya un mundo, cumpliendo a rajatabla con sus obligaciones.

La presencia de Luismi en uno de los coches que componían la caravana de los piquetes informativos no chirriaba. Puesto que Luismi estaba en su ambiente. Y, además, dando muestras de alegría y de saber estar.

Una vez que Luismi había llamado mi atención, gocé de la oportunidad de ver que en otro coche iba Blanca Gómez. Al parecer, secretaria del sindicato de Comercio y Turismo del sindicato ugetista. Iba ella, Blanca Gómez, toda alborozada. Entusiasmada hasta el último capilar de su cuerpo juncal. Y enarbolando una bandera sindicalista con la misma prestancia que se le hubiera podido atribuir a La Pasionaria, en su día.

Blanca Gómez, con mando en plaza en el Hotel Tryp, es mujer que ha sabido ir de la derecha a la izquierda sin el menor reparo. A ese cambio, legítimo, por supuesto, se le llama evolución. Una evolución que poco a poco le va sirviendo para que el director del hotel, José Ávila, vaya perdiendo atribuciones y empiece a verse relegado.

La ambición, quiero decir el derecho a medrar, es muy respetable. Ahora bien, Gómez tiene un problema: que no será aceptada por la mayoría de los trabajadores del Hotel Tryp. Y, aunque el director se esté dejando pisar su terreno, tengo la impresión de que BG no conseguirá su objetivo. Es, simple y llanamente, una corazonada.
 

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