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OPINIÓN - MARTES, 12 DE OCTUBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Juan Luis Aróstegui
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Recuerdo de él lo disparatado que se me hacía verle disfrazado de Ernesto Guevara, más conocido como Che Guevara. Sobre todo, porque ya corrían los años 80 y seguía empecinado en darse pote de gran revolucionario. Juan Luis Aróstegui había ganado fama de ser un malage de la noche; un sieso manido en toda regla, que se dejaba ver en sitios concretos de una Ceuta que aún vivía la dulce decadencia de sus bazares. En cierta ocasión, creo haberlo contado otras veces, se presentó en un local regentado por mí a meter la pata. A reventar, como solía decir el Che Guevara de pacotilla, un acto cultural de una burguesía que hacía y deshacía con estilo colonial. Iba mal acompañado.

Aróstegui, pocos años después, dejó el disfraz revolucionario –el cual, todo hay que decirlo, además de sentarle como un tiro, le daba un aspecto cachondeable- para vestirse de proletario a tiempo completo. Como correspondía a un recién elegido concejal que llegaba al Ayuntamiento convertido ya un bienhechor de los desempleados: así que se esforzó hasta límites insospechados en poblar el Ayuntamiento de personas de su cuerda.

A tal extremo llegó su poder de conceder empleos a dedo, que un día, en una reunión con delegados sindicales, en el despacho de Juan Vivas, se jactó en decir, más o menos lo que sigue: “Mira, Juan, tú lo que tienes que hacer es lo que yo hacía cuando era concejal, colocar a quien me diera la gana, simple y llanamente enviando un fax a quien correspondiera”.

Cuando las manifestaciones callejeras de los parados estaban en pleno apogeo, alguien, tras pedirme que guardara el conveniente silencio, me puso al tanto de la proposición que había recibido el presidente de la Ciudad por parte del secretario general de CCOO: “Juan, si eres capaz de colocarme a cuarenta de los míos, yo te aseguro que a partir de entonces ya no se manifestará nadie.

Pues bien, el hombre que más se ha significado por hacer uso y abuso, casi diez años seguidos, de su influencia como concejal y diputado, para colocar en el Ayuntamiento y empresas municipales, a innumerables conocidos suyos, ha tenido, una vez más, la cara dura de decirnos que “en nuestra ciudad, en las empresas municipales, meten a todas las personas que los políticos quieren meter”. Y remata sus declaraciones con la revolera de la desvergüenza: “Las empresas municipales son el conducto ideal para enchufar, porque la exigencia legal de los requisitos es más laxa y esto permite que haya un margen que ellos explotan con una frecuencia extraordinaria, con una habilidad impropia, con una soltura y un desparpajo que ya quisieran para otras cosas”.

Así que el fulano que hasta hace nada gozaba queriendo ser un trasunto de Ernesto Guevara, más conocido por Che Guevara, y que disfrutaba actuando como reventador de actos culturales, por ser éstos, según él, de estilo colonial, ha denunciado, nuevamente, lo que en él ha sido –y sigue siendo- práctica habitual.

Este tío, el Aróstegui, como lo nominan los suyos, no es que haya perdido la memoria. Ni siquiera el oremus. Lo que sí ha perdido, desde hace ya mucho tiempo, es la vergüenza. Pues hay que tener poca, pero muy poca lacha, para hacer semejantes declaraciones. Aróstegui era cachondeable cuando se dedicaba a emular al Che Guevara; ahora, además de causar risa, es una caricatura de sí mismo. Esperpento. Puro y duro.
 

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