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OPINIÓN - SÁBADO, 16 DE OCTUBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

La seriedad a ultranza de los políticos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Anselmo del Valle Obrarante es un amigo al cual veo de higos a brevas. La amistad con él comenzó hace ya la friolera de cuarenta años. Y debo decir, porque no hay por qué ocultarlo, que cuando nos presentaron, en un restaurante de la Ribera del Marisco en El Puerto de Santa María, hubo entre nosotros miradas que no presagiaban nada bueno. En realidad, pues la verdad no tiene más que un camino, lo que sucedía es que a él le caía yo tan gordo como él a mí. Y era así, sin haber hablado nunca antes; por más que ambos solíamos frecuentar los mismos sitios.

Pero hete aquí que tras la presentación, dada la buena educación que había mamado Anselmo del Valle Obrarante, éste nunca más dejó de saludarme, en cuanto me veía, y el hablar fue ya cosa que vino rodada. Y hablando, un día sí y el otro también, llegamos a darnos cuenta de que nos sentíamos a gusto. Y la amistad floreció de manera que aún la seguimos cultivando. Aunque sea a través del teléfono y, por supuesto, sin excedernos.

Días atrás, me puse en contacto con mi amigo, debido a que me contaron que andaba pachucho. Nada de importancia, según me tranquilizó él. Y, como siempre, después de debatir sobre cuestiones futbolísticas –aclararé cuanto antes que Anselmo es del Barcelona y un admirador de Iker Casillas-, nos pusimos a hablar de política. Eso sí: no sin antes recordarle yo que él no tenía ni idea de fútbol. No hace falta decir que todos los españoles discuten de fútbol y política y lo hacen convencidos de que saben tela marinera de ambas cosas.

En esta ocasión (porque, además de tener una educación exquisita, Del Valle Obrarante leyó a los clásicos a edad temprana y aún sigue enfrascado en la tarea, sin que por el momento dé pruebas de cansancio), Anselmo me preguntó si en Ceuta había políticos expertos en trabajarse la seriedad para causar la mejor de las impresiones entre la concurrencia.

Y, claro es, le respondí que sí. Que en esta tierra también hay políticos que piden la carta en cualquier restaurante, por ejemplo, con el mismo serio y solemne gesto con el que pediría un fiscal una pena de muerte en los Estados Unidos.

-Te lo he preguntado, estimado Manolo, porque me ha pedido el director de un centro cultural, hace días, un ensayo sobre la seriedad a ultranza. Y he decidido empezar diciendo que “la seriedad a ultranza no es más cosa que el caparazón de la estulticia, el escudo de la vaciedad absoluta. Y he puesto el siguiente ejemplo: “Un tío compone la carita seria y el ademán prudente y comedido, pronuncia con solemnidad (poco importa que con voz atiplada) los tópicos al uso, sonríe al tendido sin excederse y, ¡hala!, a esperar que le nombren algo rimbombante. O que lo enchufen en cualquier empresa municipal, ganando una pasta gansa”.

-Anselmo, dado que tú bien sabes que yo soy lector de los que van tomando nota, sobre todo cuando leo a los clásicos que tú me recomendaste hace ya la tira de tiempo, te contestaré lo siguiente: “En España no se ensancha el ámbito de los gobernantes posibles porque se rechazan de plano tres bendiciones de Dios: el humor, la imaginación y el espíritu deportivo”. Por lo tanto, debemos apechugar con políticos (?) que usan y abusan de la seriedad impostada. Y Ceuta, faltaría más, no se priva de ellos.
 

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