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OPINIÓN - MARTES, 26 DE OCTUBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

El marqués de Sotocorriente
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

A quien yo tuve la suerte de tratar en no pocas ocasiones, era un hombre campechano y alegre, culto y elegante, afable y caritativo... A pesar de que su fortuna iba menguando con el paso de los años. Ya que el marqués gastaba a manos llenas. Debido a que no se privaba de nada y, sobre todo, por ser muy espléndido con las mujeres. De las que hacía colección.

El marqués de Sotocorriente había ganado fama de castizo. Porque se dejaba ver en todas las fiestas populares y las disfrutaba entre los vecinos como uno más. Así, no podía resultar extraño que don Antonio, el marqués, fuera tan querido y respetado por las gentes del lugar. A las que no se les caía de la boca el nombre de un noble que les había ganado el corazón.

Don Antonio, marqués de Sotocorriente, además de que era mujeriego -hemos dicho ya que coleccionaba féminas-, tampoco se privaba de llevar a su vera los listos-aprovechados de precepto; regla que, salvo excepciones, no incumple ningún famoso de turno. Los listos-aprovechados no cesaban de bailarle el agua al marqués. Y cuando a éste, proclive a escuchar atentamente las críticas, le reprochaban, quienes podían hacerlo, tan malsana inclinación, solía decir: “Nadie es perfecto”. Y a partir de esa respuesta, concisa y peliculera, el señor marqués no admitía ni una palabra más al respecto.

No obstante, del marqués de Sotocorriente se decía que ejercía un dominio absoluto sobre esos listos-aprovechados que se arrimaban a él no sólo con fines de aparentar lo que no eran, sino para intentar sacarle los cuartos por medio de recomendaciones inversoras y de algún que otro chanchullo, en el cual la firma del noble pudiera ofrecerles la oportunidad de dar un mangazo.

Semejante dominio del marqués sobre los listos-aprovechados se traducía en un lema que todos ellos tenían que respetar si no querían causar bajar como componentes del séquito: antes de hablar en defensa del padrino, en este caso, el marqués, estaban obligados a consultar con éste. Con el fin de evitar, por encima de todo, que dijeran disparates que pudieran dañar gravemente la fama de don Antonio.

Y es que don Antonio, marqués de Sotocorriente, por ejercer de castizo, se bebía los vientos por los refranes, y en cuanto la ocasión lo requería, recordaba el proverbio siguiente: “Con amigos como Fulano -el que tocara en aquel momento-, uno no necesita enemigos”. Y los oyentes, en la terraza del casino, o bien en la sala donde se jugaba a la correlativa, o al póquer, o las siete media, pues el marqués no le hacía ascos a jugar a nada, guardaban un silencio de funeral. Pues sabían que la frase hecha servía para condenar, públicamente, al listo-aprovechado que había metido la pata hasta al corvejón, al declarar, convencido de que sus palabras estaban ayudando al marqués, lo que no debía.

Me he acordado de la historia del marqués de Sotocorriente, que murió hace ya veinte años, y que en paz descanse, al leer hoy, lunes 25 de octubre y víspera del partido entre la ADC-FC Barcelona, unas declaraciones hechas por un empresario ceutí, llamado Rafael Atencia –de Seguros Atencia y Sanz-, relacionadas con ese lío que se ha montado en lo tocante a los muebles del conservatorio. Y si es verdad lo que he leído, alguien debe decir inmediatamente: “Con amigos como Rafael, no necesito enemigos”.
 

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