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OPINIÓN - JUEVES, 28 DE OCTUBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Salvar a Yolanda Bel
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Mi comunicante, a la que considero mujer muy centrada y que siempre ha renegado de los chismes, por lo que deja ver a veces actitudes hipocondríacas, me pone al tanto de muchas cosas que ella cataloga de importantes. Y dado que a mí me encanta hablar con las mujeres, en mayor medida que con los hombres; siempre y cuando éstas no pertenezcan al gremio de las que te miran por encima del hombro, la escucho atentamente.

Lo primero que me suelta es lo siguiente: Mira, Manolo, a Yolanda Bel la están quemando viva. Parece que hay alguien empeñado en que haga declaraciones absurdas con el fin de que la pobre mía se vaya desgastando y acabe gimiendo por los rincones como una pavesa. Y eso es un contradiós. Porque ni imaginarme quiero que un día, tal y como lo está pasando de mal la criatura, la tenga yo que ver mustia y enjuta. Si ello ocurriera, si Yolanda perdiera su figura actual, nunca se lo perdonaría yo a quienes la abisman continuamente al disparate.

-¿Me estás oyendo, Manolo...?

-Sí, mujer...

Te decía que lo de Yolandita, que para mí sigue siendo Yolandita, pues ingresó en el partido casi siendo una niña y a todos nos sedujo verla tan encantadora y tan dispuesta a ser de nuestro partido sin contraprestaciones, es un asunto que me trae muy preocupada. Como será la cosa, de verdad de la buena, que hasta he pensado en hacer una novena para ver si nuestro presidente se da cuenta de que ya es conveniente nombrar otro portavoz. De lo contrario, y dicho con todos mis respetos para nuestro presidente, en algún momento tendremos que achacarle a él las secuelas que el cargo está dejando en una mujer que está pidiendo a gritos un cambio, antes de que le pase –“Mutatis mutandi”- lo que a María Teresa Fernández de la Vega.

-¿Me estás oyendo, Manolo...?

-Sí, mujer...

-Te lo pregunto, porque llevo hablando mucho rato y aún no me has interrumpido; lo cual es cosa rara en ti; y he pensado que a lo mejor no te interesa nada de lo que te estoy diciendo.

-Pues te equivocas, amiga. Así que no desfallezcas en absoluto. Y sigue dándole a la mui, y así te olvidas de tus alifafes. Por cierto, ¿Cómo estás de la jaqueca que, según tú, te traía últimamente por la calle de la amargura?

-Mucho mejor; sobre todo cuando alguien permite que me desahogue como tú lo estás haciendo. Y es que hay días, y no exagero lo más mínimo, que a una le entran unas ganas locas de cantarle las cuarenta a ciertas mujeres pertenecientes al partido. Y es que se comportan de manera frívola. Por ejemplo: que uno de nuestros gobernantes mete la pata, o mete... bueno, de meter se trata, allá que se reúnen las susodichas y adoptan la postura más conveniente a sus caprichos. Si ellas levantan el dedo pulgar, todo queda en nada y a Yolanda le toca salir al estrado anunciando que lo ocurrido no tiene la menor importancia. Y la pobre niña mía, cuando se traga un sapo así, parece que cumple los años de tres en tres. En cambio, cuando ponen el pulgar en forma de condena, tampoco la portavoz del Gobierno lo pasa bien. Por razones obvias. En fin, Manolo, que a ver si hacemos algo para salvar a Yolanda Bel. –¿Me has oído...? –Sí, mujer. Cómo no.
 

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