El Día Internacional de la Infancia se conmemoró ayer con
una cabalgata que escenificaba a los míticos ‘Autos Locos’.
A las 12.00 horas arrancó la diversión desde el Palacio
Autonómico y se desplazaron hasta la Plaza de los Reyes
entre música, colores, sonrisas y diversión. Poco a poco se
fueron uniendo más niños a estos fantásticos personajes
llenos de alegría para transmitírselo a ellos, los
protagonistas del Día.
Con el sonido de un silbato fueron alertados ayer todos los
niños de que llegaba la cabalgata a las puertas del Palacio
Autonómico de la Ciudad para conmemorar el Día Internacional
de la Infancia.
Minutos antes de que sonaran las campanas indicando que eran
las 12 del mediodía, se oían a los más pequeños decir cosas
como “¿cuando van a llegar?”, “¿yo quiero que vengan ya?”,
o, “¿pero son muy grandes los muñecos?”; todos estaban
impacientes por lo que estaba por llegar. Así que pasados
unos minutos de las 12.00 horas el silbato sonó y la música
comenzó.
El primero de los actores de la compañía ‘Artea Teatro’
apareció montado entre dos ruedas gigantes, y voceaba a los
niños que se unieran a su particular fiesta. A este le
seguía una gran chatarra motorizada, pero igualmente
contenía el encanto de todos los personajes y aparatos que
componía la cabalgata que organizó la Consejería de Sanidad
a través de este grupo de animación sociocultural.
Entre todos estas espectaculares estructuras bañadas de
color y diversión, simulando a los ‘Autos Locos’ de la
mítica serie de televisión, iban a pie unos payasos
saltarines que barrían los pies a todos aquellos que no
siguieran sus indicaciones para que se divirtieran como era
debido en ese gran Día para los niños.
‘El Gran Ferrari’ de la mañana no se hizo esperar, allí
apareció con su particular guardabarro puntiagudo color
amarillo. Junto a éste llegó la coqueta y presumida,
‘Penélope Glamoor’ con su moto y sidecar, su pantalón, su
abrigo y toda ella en sí color rosa fucsia. Las niñas
miraban a este personaje como si la ‘Barbie’ hubiera
adquirido vida por unas horas. Esta actriz bajaba de su
motocicleta con una polvera en mano y maquillaba a todas las
chicas sus mejillas quedando todas con un color blanco
reluciente.
Y llegó el piloto del gran aeroplano rojo con pies de
muelles y pistola de agua en mano, advertía a todos los
ceutíes que se encontraban entre el Ayuntamiento y el
Revellín, que no sabía muy bien cómo aterrizar.
Los niños quedaron boquiabiertos ante tal espectáculo que,
algunos serían conscientes, pero otros tanto no, estaba
dedicado sólo y exclusivamente a ellos, a los más pequeños,
porque como tal tienen sus derechos, y que por cierto fueron
recordados con panfletos que repartía uno de los payasos
saltarines.
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