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OPINIÓN - SÁBADO, 4 DE DICIEMBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Curiosa escena
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Se me viene a la vista la vida del doctor Puigvert: que explica en un libro, titulado ‘Mi vida... y otras más’ -el doctor Puigvert, por si alguien no lo sabe, fue un eminente urólogo catalán, fallecido en 1990-. Y dedico la mañana de este viernes, que es cuando escribo, a volver a leer parte de la vida de tan famoso doctor. El cual recorrió el mundo para tratar a grandes personajes que, en una forma u otra, han escrito la historia de una época.

Y me encuentro nuevamente con la conversación mantenida entre Puigvert y el entonces ministro de la Gobernación, del régimen franquista, don Blas Pérez González. En la que éste le cuenta una curiosa escena que le había sucedido con el Jefe del Estado.

Era la época de las restricciones de gasolina derivadas del bloqueo económico mundial al régimen español. Don Blas obtuvo una lista nominal de los usuarios de 4.600 vehículos oficiales destinados al servicio familiar de personajes con cargo oficial. Y se la mostró a Franco, con la información de los miles de litros de gasolina que aquellos coches dispendiaban.

El Jefe del Estado la revisó con minuciosidad, informándose a fondo. Luego le dijo simplemente:

-De esto ya hablaremos otro día.

Como quiera que ese “otro día” no llegaba, Blas Pérez, pasado un tiempo que consideró prudencial, volvió al Pardo a plantear el tema. Y Franco después de revisar la lista de nuevo le respondió:

-Guárdese usted la lista; sólo conseguiría hacerme 4.600 enemigos más. No interesa.

Axioma: cargos y políticos venales han existido asiempre. Y, desde luego, cuesta trabajo creer que de semejantes corruptos no tenía conocimiento quien acaparaba el poder en cada ocasión.

Ahora bien, quienes roban por necesidad, creo que tienen cierta bula. No así los que lo hacen para aumentar su cuenta corriente. Por tal motivo, pienso que debe ser tristísimo, como dijera en su día Miguel Herrero de Miñón, dedicarse a la política por necesidad, porque no se sabe hacer otra cosa.

Estaba yo días atrás en un restaurante con un amigo, cuando enfrente de nuestra mesa había una persona a la que se le notaban muchísimo los sinsabores vividos últimamente por haber sido relacionada con chanchullos. Y es que hay negocios que se hacen escasísimos de limpieza, aunque ofrezcan apariencia de legalidad.

Pues bien, de la persona a la que me refiero, creía yo, cuando decidió dar sus primeros pasos en la política hasta terminar convirtiéndose en un político profesional, que lo hacía por cierto deseo de figurar. De ser algo más que un simple agente de lo suyo. Y llegué incluso a estimarla. A sentirme a gusto con ella en cuanto se nos presentaba la ocasión de alternar.

No obstante, me atreví un día a recomendarle, menudo atrevimiento el mío, que tuviera cuidado con ciertas compañías... Quizá mi modesta advertencia llegó tarde o bien la persona aconsejada no creyó oportuno darle la menor importancia a mi consejo. Y no dudó en seguir haciendo todo lo contrario a lo que los demás, o sea, los que veíamos el daño que podía causarle sus junteras, le decíamos.

Ahora, miren ustedes por dónde, hasta sus compañeros de partido le hacen el vacío. Y he sentido más que tristeza al comprobarlo. Siguen si gustarme los que hacen leña del árbol caído. Pero es lo que hay. Vaya usted a saber por qué.
 

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