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OPINIÓN - Domingo, 5 DE DICIEMBRE DE 2010

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

El Banco de España y la preocupante
situación política de Ceuta y Melilla

Por Juan Sánchez Troyano


No.., no voy a caer, como podría dar pié el titular, en la simplificación de considerar una relación causa-efecto entre uno y otra.

Las sucursales del Banco de España tienen la importancia y el peso que tienen o le han dejado que tenga en cada una de sus sedes, y que históricamente ha ido decayendo.

Por eso, hoy sólo voy a hablar de dos de las siete afectadas: la de Ceuta y la de Melilla, y con independencia de los problemas laborales y familiares que cuentan con toda mi consideración, apoyo y solidaridad; pero estas reflexiones van por otro lado.

Si la autoridad que tiene el Banco de España para cerrarlas es la Económica, en estas dos ciudades Autónomas no es suficiente. Aquí lo que prevalece es un componente político que, con diferencia, no se ve en ninguna otra parte del territorio nacional.

En Ceuta y Melilla, salvo que se sea pro-marroquí, la alternativa a lo nacional (a la bandera que preside ambos edificios del Banco de España) pasa por ceder parte de nuestro territorio y nuestra soberanía a otro país: a Marruecos.

Ninguna decisión, por pequeña que sea cuantitativa o cualitativamente, debe dar una imagen que estamos dejando dos plazas que son y quieren seguir siendo españolas.

Si es una decisión económica, se debe rectificar por motivos políticos; y si es política, debería contar con un amplio consenso en el Parlamento, y SIEMPRE con la opinión de ambas ciudades Autónomas.

Sea de uno u otro tipo, un gobierno nervioso, en descomposición y en una situación como la actual (con problemas propios y sobrevenidos) debería tomar el menor número posible de decisiones que pueda afectar a una parte del territorio nacional y para el futuro. Los políticos son meros transeúntes en un período histórico y como tal deben respetarlo.

En Ceuta y Melilla las decisiones se miran desde un prisma internacional, y cualquier decisión tiene repercusiones, nada es baladí, todo es importante, y ninguna, ninguna bandera debe desaparecer por motivos de eficiencia económica o de cualquier otra índole.

Ceuta y Melilla deben establecer una plataforma conjunta de actuación, aprovechando la próxima visita del Presidente del Partido Popular y tratarlo como una cuestión de estado, porque en ello va la identidad de dos pueblos.

Yo he vivido en territorios fronterizos y sé que son aspectos totalmente diferentes la movilización política (la Política) y las relaciones familiares, comerciales de uno y otro lado de la frontera.

Estamos entrando en un juego con Marruecos, en el que sin duda vamos a perder. Tenemos que olvidarnos de conflictos diplomáticos trasnochados y conseguir que Ceuta y Melilla se vuelvan económicamente hacia Marruecos (que sean sus polos de desarrollo) y las plataformas de introducción en este país de muchas empresas españolas que ahora mismo tienen que internacionalizarse ante la falta de actividad nacional.

Marruecos es una potencia emergente del Mediterráneo con importantes expectativas de crecimiento y que ofrece rebajas fiscales a la inversión extranjera. Su objetivo es que la inversión privada alcance los 4500 millones de euros en 2015 y como prueba de esto se inauguró en septiembre en Madrid la Agencia Marroquí de Desarrollo de Inversiones.

Por otro lado, los sistemas legales británicos y franceses se han adaptado a las finanzas islámicas y uno de los retos a los que se enfrentaría el Banco de España sería la delimitación y definición de estos productos, y no sólo dedicarse a una cura de eficiencia cuestionable.

Solamente estos dos apuntes para confirmar que se necesitarían observatorios (como decía el otro día el presidente de la ciudad Autónoma de Ceuta) como el Banco de España, quizás con nuevas funciones y también con las de ahora.

En Ceuta y Melilla hay abiertas muchísimas posibilidades que pueden ofrecerse al resto del territorio nacional (quizás más de lo que puede recibir) y no sólo esperar manifestaciones políticas como la de ayer aplazada, o marchas verdes como las de antaño.

Espero y deseo que por el bien de todos podamos seguir yendo a estas ciudades como siempre…, pero sin pasaporte.

* Abogado y economista
 

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