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OPINIÓN - JUEVES, 9 DE DICIEMBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

La semilla del odio
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cualquiera que haya leído algo sobre la formación de ciudades sabe sobradamente que “El hombre se potencia, encuentra seguridad y se arropa espiritual y materialmente viviendo en grupos de pertenencia claros y próximos. Pero, pretendiendo defender las características sociales, étnicas, culturales y económicas logradas, aparecen al propio tiempo una manifiesta desconfianza y hostilidad hacia otros grupos organizados sobre bases diferentes. Por un lado, el sentido irrenunciable de pertenencia a un grupo con el cual se identifica –identidad que se traduce espacialmente en apretadas ciudades-; por el otro, la defensa de ese grupo frente a la supuesta o real amenaza de grupos diferentes”.

Ceuta es una ciudad pequeña donde se produce el milagro diario de una convivencia entre miembros pertenecientes a etnias distintas. Donde los vecinos están obligados a verse las caras unos a otros. A entenderse, mediante razones, a fin de que la convivencia sea la mejor posible. En suma: la convivencia, nunca tarea fácil en ninguna ciudad, aquí exige esfuerzos muy considerables para que la desconfianza no genere problemas graves.

A Ceuta -ciudad alabada, por propios y extraños, mediante discursos convenientes en fechas destacadas, por ser modelo de buena vecindad entre personas de culturas y religiones distintas- el verbo conllevar le viene que ni pintiparado. Verbo, que en su segunda acepción reza así: “Llevar con paciencia, o tratando de atenuarlos, los inconvenientes de algo o alguien”.

Estamos hartos de comprobar que en cualquier ciudad de la Península hay miembros de etnias que, por cualquier contratiempo, son causas de escándalos sonados. Y, sobre todo, los enfrentamientos suelen ser más frecuentes en poblaciones pequeñas.

Pues bien, en Ceuta, raras veces se producen reyertas entre musulmanes, cristianos, hindúes o personas de confesión hebrea. Lo cual debería ser motivo de congratulaciones por un hecho de tal importancia y al que los ceutíes se han acostumbrado como si fuera la cosa más natural del mundo. Y la verdad es que no lo es. Y para demostrarlo sólo tendría que poner dos o tres ejemplos de situaciones enquistadas, ocurridas en otros sitios, y que acabaron en desencuentros fatales en todos los sentidos.

Sin embargo, por más que esté demostrado que en esta ciudad la gente ha aprendido a convivir, lo cual no deja de ser una de las cosas más difíciles de este mundo, y mucho más entre diferentes, hay un problema que siempre termina causando un tremendo malestar entre los españoles no musulmanes (me consta que también hay muchos musulmanes que están hasta el gorro de las continúas reivindicaciones del Gobierno de Marruecos sobre Ceuta).

Las reclamaciones de los gobernantes de Marruecos -constantes y absurdas-, aunque no lo parezcan, hacen un daño enorme: porque posibilita que muchos ceutíes no musulmanes muestren desconfianza hacia los que lo son. Mala cosa. Y por serla, a veces pienso en que quizá desde Marruecos airean lo de los presidios para meter cizaña. Para suscitar odios. Divide y vencerás... Aunque los hay convencidos de que todo se debe a una mala política exterior de ambos bandos. Sea lo que fuere, incluido lo del Sahara, ya va siendo hora de que alguien diga: Se acabó la mentira.
 

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