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OPINIÓN - DOMINGO, 19 DE DICIEMBRE DE 2010

 
OPINIÓN /COLABORACIÓN

A mi entrañable amigo Octavio Cesar Alvarez

Por Emilio Carreira


Hace ya muchos años, que Octavio Cesar Alvarez, me inoculó uno de los virus mas potentes que existen: el de interesarme por la defensa de los problemas de los demás.

Muchos han calificado la ideología personal de Octavio. Le encasillaron en lo que desde hace muchos años se viene denominando alegremente “la derecha”. ¡Sea! Octavio era de derechas. ¡Ah! Y además era funcionario y se atrevió a proponer, que los funcionarios eran trabajadores como los demás y que, por lo tanto, tenían (o debían de tener, que en sus tiempos eso no estaba tan claro) derecho a participar en las decisiones que, finalmente, definían sus condiciones de trabajo.

Octavio fue en Ceuta un precursor de muchas cosas. No tengo nada contra los sindicatos denominados de clase. Todo lo contrario. Pero tuvo que aparecer un movimiento sindical sectorial, para que aquellos se dieran cuenta del potencial que millones de trabajadores de las administraciones públicas, representaban en el conjunto de toda la masa salarial. Y Octavio se anticipó a los líderes ceutíes de aquellos tiempos de los sindicatos tradicionales, liderando una nueva forma de sindicalismo propia de un nuevo siglo, a la que luego se sumaron todos, para beneficio del conjunto del sector público.

Hoy nadie discute que la fuerza de los grandes sindicatos está en el sector público, cuyas federaciones son las que marcan la pauta en las grandes decisiones sindicales, gracias a lo cual, la negociación colectiva se ha consolidado también para los funcionarios (palabra ya no maldita entre los sindicatos de clase, igual que la palabra “España” en los partidos de izquierdas. Vease, la diferencia de años plasmada entre la frase “Gobierno de la Nación”, en época del Presidente González, grande entre los grandes por otra parte, y la de “Gobierno de España” del actual Gobierno. Una y otra cosa, que siempre fueron lenguaje de la “derecha” según los de “izquierdas”, ahora son patrimonio común de todos. Vale).

Nunca, los precursores suelen ser reconocidos en el momento en el que despliegan su idea o su mensaje. Suelen ser otros, quienes a posteriori, incluso desde posiciones a priori contrarias, los que, apropiándose de lo que nunca fue suyo y, tal vez, en lo que nunca creyeron, terminan por reconocer y ser reconocidos como creadores de un nuevo concepto social. Y así es la vida. Pero la perspectiva del tiempo sólo perdona a quienes son de verdad. Y Octavio era de esos: de los de verdad.

Para resaltar los defectos de una persona, ya estamos todos los demás. Ya se sabe: lo de la paja en el ojo ajeno antes que ver la viga en el nuestro. En ese saco de defectos estamos todos. Y en esta sociedad hipócrita, que entre todos hemos construido, hemos decidido además, que quienes sepan disimular lo suficiente su natural condición humana, pueden ser aceptados en el círculo de personas respetables, en contra de quienes no siendo ni mejores ni peores, le prestaron menos atención a la inquisitiva mirada de, quienes siendo unos cerdos redomados, se vistieron de lagarteranas. Allá ellos con su miseria y su juicio. A eso le llaman sociedad.

Octavio era auténtico. Yo tuve la suerte de ser su amigo, de conocerle y de compartir con él toda aquella fuerza que le invadía y con la que él invadía.

No pretendo que nadie comparta lo que digo, pero lo que aquí digo lo siento de corazón.

Hasta pronto amigo
 

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