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OPINIÓN - JUEVES, 27 DE ENERO DE 2011

 
OPINIÓN / ANALISIS POLÍTICO

La futura Regeneración Democrática
y el cerco a los maltratadores

Por Nuria de Madariaga


Si consultan las hemerotecas podrán constatar la evidencia, de que desde hace al menos un año, desde las páginas de esta publicación se ha proclamado la urgente necesidad de una Regeneración Democrática y de una Nueva Transición. Es irrebatible el que, muchos de los logros conseguidos en los últimos treinta años, han ido desmoronándose y desvirtuándose en este último y nefasto periodo.

Es perentorio regenerar, reciclar e incluso tunnear la realidad española en todas sus vertientes y a nivel de todas las instituciones. Eso señaló el lider del Partido Popular en la pasada Convención de Sevilla, como respuesta a las expectativas ciudadanas de cambio radical. “Esto de ahora” es malo. Y no sirve. Y no lo queremos.

La propuesta de Rajoy ha sido la de que todos asumamos el compromiso de cumplir con dos premisas : trabajo y austeridad. Aquí no sobra nadie, no sobran manos, ni mentes, ni ideas, todo tiene perfecto acoplamiento y cabida para la regeneración que ha de llevar a cabo la ciudadanía. Con esfuerzo. Como decían los griegos de la época clásica (lo escribo como se pronuncia) “jalepá ta kalá” que significa “lo bello es difícil”. Nada se nos va a regalar ni a dar gratis (los “nuestros” no somos chupópteros de subvenciones) y eso es mejor, porque el encontrar dificultades en el camino transforma la meta final en infinitamente más placentera y a nosotros, los españoles, en mejores personas. Cuando los problemas y las dificultades son obstáculos que hay que saltar, sortear, encarar y superar pasándolas putas, de la experiencia salimos fortalecidos, con los nervios hechos cisco, pero fortalecidos.

Y uno de los grandes temas y peliagudos problemas que vamos a tener que afrontar es el relativo a la violencia de género. Se han dictado leyes correctas, se ha montado una infraestructura de protección a las víctimas de malos tratos, existen casas de acogida caso de tener enfrente a energúmenos peligrosos, se ofrece apoyo psicológico y social a las mujeres, se trata de amparar a los hijos de los maltratadotes. Juzgados especiales, salas de víctimas, órdenes de alejamiento… Pero las mujeres siguen muriendo, físicamente y psicológicamente. Fallan las medidas preventivas. Fallan incluso a veces las rigurosas campañas de información en las que se ruega a las mujeres que denuncien. Sigue habiendo miedo.

En mis treinta y un años de letrado de penal he defendido infinidad de casos de violencia, siempre como acusación particular y de parte de la víctima. He visto el “antes” y el “después”. De la infinita crueldad de las leyes en los ochenta y en parte de los noventa, al clamor ciudadano que derivó en la actual ley que no sé si será mejor o peor porque es la única que hemos tenido, gracias sean dadas a Dios.

Y es a raíz de que, la violencia se haya convertido en tema de telediario y la protección de las víctimas en absoluta prioridad, cuando surgen historias pasadas, no de hace siglos, sino de hace unos pocos años, de antesdeayer, de cientos de mujeres ferozmente maltratadas que, o acabaron mal, o consiguieron distanciarse tras un duro divorcio, o las dejaron marchar cuando los verdugos se aburrieron y que penaron en un tiempo en los que no nos encontrábamos tan profundamente concienciados. Bajo los dictámenes de ese derecho consuetudinario tan alienante y tan brutal que es “la ley del silencio : ¿Qué va a decir la gente si se entera?”. Maltratadas y encima avergonzadas de que “se sepa” ¿Cabrá mayor vileza e indignidad que la de un sistema social que hace que, la víctima “se avergüence” de serlo?.

En mi bufete aparecen muchas que “lo han sido” y se han librado por los pelos, se libraron en su momento, cuando “aquello” de la bofetada quitándose los anillos para no herir, el ojo morado, los insultos, las vejaciones y las humillaciones continuadas ,incluso las relaciones sexuales forzadas, se padecían en silencio “que no trascienda”.

Los temas han prescrito según la ley actual. Pero se avecina una regeneración en la que se va a tunnear y modernizar absolutamente todo, entre otras cosas principios jurídicos obsoletos y que no se corresponden con la realidad social, como lo es el de la aplicación de las nuevas normas jurídicas que tan solo puede llevarse a cabo con efecto retroactivo si es beneficioso para el imputado. Es decir que, si al fulano la nueva ley no le favorece aparece la irretroactividad de la ley penal para todo aquello que no le fuere perjudicial ¡que premio tan placentero para los delincuentes! ¡cuantos garantismos!. Claro que, a las víctimas de los delitos los garantismos para con los criminales no les hacen saltar de gozo precisamente. Y con razón. Por eso han de regenerarse y modificarse muchas leyes.

No es de recibo que individuos que han sido salvajes y brutales maltratadores encubiertos y se hayan beneficiado y hoy se beneficien, por el silencio y el secreto que, una educación caduca y desfasada, llevaba a sus víctimas a no denunciar por vergüenza y por no quedar desacreditadas. Es intolerable que berracos inmundos, amparados por la falta en el día de ayer de leyes rigurosas contra la violencia de género, sigan hoy ocupando puestos de relevancia social, con un cómodo lugar de prestigio dentro de la colectividad, con sus vidas incluso rehechas cuando probablemente sus ex-víctimas siguen temblando de manera automática cuando oyen la llave en la cerradura. Porque, la mujer que ha sido víctima de violencia no lo supera jamás. Lo olvida a ratos, lo obvia, lo trata de borrar de la mente, expulsa el recuerdo, pero eso está ahí. He tenido a personas cercanas que consiguieron escapar y tuvieron la inmensa fortuna de que, el verdugo, encontrara nueva pareja y entretenimiento a su ser perverso, mujeres que no denunciaron y que tienen que sufrir el pavoneo de su verdugo, el “prestigio” social y la aceptación pública de ese lobo con piel de cordero y con las pezuñas teñidas de sangre. Prestigio, reconocimiento, posición social y categoría pública que debe al silencio de su víctima. ¡Ay si más de una hablara cuanto personaje tendría que poner kilómetros por medio!.

La regeneración va a ser tan fundamental para las mártires silentes, para quienes no obtuvieron justicia, para quienes sufren afrentas ante la impunidad de los violentos y doble afrenta si, encima y para más escarnio, el violento es considerado como una persona de “categoría un pilar de la sociedad”. La regeneración va a suponer tantos cambios, tantas convulsiones y tantos ajustes que sé que a todos llegará. Llegará a la cultura, la mentalidad y el pensamiento femenino, para un último empujón definitivo. Llegará a las leyes, a los plazos de prescripción a los Principios Generales del Derecho. ¡Zafarrancho de limpieza general!. Y, aquellos que se fueron de rositas y que aún hoy son culpables de que, a sus víctimas, les siga saltando el corazón en el pecho al oír la llave en la cerradura, esos que se vayan preparando y que no olviden que, a todo cerdo, le llega su San Martín. Y si, para que paguen por lo que han hecho hay que modificar hasta los títulos de las leyes y ponerlos en arameo, se hará. ¿O es que no existen movimientos ciudadanos, colectivos sociales y grupos para clamar por la justicia? Existen, saben, conocen y están.
 

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