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OPINIÓN - VIERNES,28 DE ENERO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Aróstegui sigue suscitando cachondeo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El ansia de justicia es un atributo inherente al alma humana, indispensable para desarrollar de manera ordenada y satisfactoria la existencia personal y comunitaria. Este hecho explica que la rebelión ante la injusticia, en todos sus grados y matices, constituya un elemento clave en la vertebración y el impulso de todas las sociedades y civilizaciones a lo largo de la historia.

He copiado literalmente el primer párrafo del último artículo que ha escrito, en el periódico añejo, Juan Luis Aróstegui. Un artículo que es leído por cuatro personas y un loro. El loro puede ser Iván Chaves; quien debería medir sus palabras si no quiere encontrarse con una réplica que si se no produce es porque uno sigue teniendo cierto respeto a los muertos.

El primer párrafo escrito por Aróstegui, “El ruina”, apelativo por el que es conocido el hombre que todo lo que toca lo convierte en boñiga, parece a primera vista el principio de un mensaje subliminal. El anuncio de algo sumamente importante por parte de alguien que está convencido de reunir todas las condiciones para convertirse en adalid de esta tierra. Pero uno, en cuanto se adentra en la lectura del artículo –titulado, 20 euros- se da cuenta de que este pobre hombre delira hasta el extremo de no darse cuenta de que su insistente demagogia lo ha terminado convirtiendo en un personaje que suscita cachondeo cada semana.

Aróstegui, articulista en el periódico añejo, ha pasado de contarnos que los ceutíes esperan como agua de mayo la llegada de un líder que asegure a los habitantes de esta tierra que es capaz de echar a los musulmanes españoles de aquí, si se le vota, a lamentarse de que un pobre muchacho no ha podido participar en una carrera organizada por el ICD, debido a que no puede pagar los 20 euros exigidos por el organismo deportivo.

Aróstegui, quizá porque está perdiendo la memoria a paso de legionario, no se acuerda de cuando él fue concejal de Economía y Hacienda, desde 1988 a 1991, y el entonces Instituto Municipal de Deportes era una un organismo donde se cobraban alquileres por el uso de todas las instalaciones y esos dineros servían para pagar caprichos de ciertos sujetos.

Aróstegui, olvidadizo él, no se acuerda de cuando en el IMD se compraban equipaciones deportivas para vestir a niños, y dado que había mayoría musulmana, hizo todo lo posible para acabar con lo que él llamó en su momento derroche de dinero a favor de una causa perdida. Y, cuando se le hablaba de que las criaturas allí residentes tenían todo el derecho del mundo a ser tratadas de la misma manera que los cristianos, solía responder que la barriada de “El Príncipe” sólo estaba necesitada de la presencia de tanques y cosas por el estilo.

Uno entiende, de verdad de la buena, que este hombre sea capaz de vender su alma al diablo con tal de conseguir un escaño para poder participar en los plenos con derecho a que las trifulcas alcancen categoría de tumultos. Y que se esté relamiendo de gusto al pensar en que será portada de todos medios y comidilla de toda la ciudad. Pero, aunque se saliera con la suya, no dejará de ser el concejal de Economía y Hacienda, que, durante su mandato, permitió no sólo que el IMD fuera lo más parecido al patio de Monipodio, sino que se comprara hasta un barco deportivo, que nunca estuvo abarloado en los muelles de esta ciudad.
 

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