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OPINIÓN - MARTES, 1 DE FEBRERO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Vaticinios de un posible rico
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El origen de muchos ceutíes es andaluz. Y, sobre todo, gaditano. Me reservo el momento y los motivos por los que vinieron a afincarse en esta tierra. Muchas familias, y no creo que deba ser motivo de disgusto recordarlo, llegaron para estar cerca del patriarca que tenía que cumplir condena en un presidio.

Un presidio situado en el Monte Hacho. Y si uno ha leído “Cabo de vara”, escrito por Salvador Tomás, puede hacerse a la idea de cómo es Ceuta. Ciudad que me cautivó desde el primer día que la pisé y tomé la decisión de mezclarme entre su gente.

Hay testigos de que digo verdad. Y voy a dar sus nombres. Otra cosa es que ellos sean capaces de salir a la palestra diciendo que yo no miento. Fueron ellos, allá cuando los años setenta estaban a punto de fenecer, Jesús Cordero y Ricardo de la Casa. Me reservo el lugar en el cual les vaticiné que muy pronto vendría a esta tierra para habitarla y morirme en ella.

Mi vaticinio se cumplió. Y aquí estoy para recordarle a quienes presa del vértigo, que no es más que una renuncia a comprender lo que está pasando en el mundo, no hacen sino cundir sus fobias en artículos que demuestran que han sido sobrepasados por los tiempos que corren.

Hay personas en esta ciudad que se han encastillado en su papel de víctimas cuando es sabido que son ricos en dinero porque sus padres tuvieron la suerte de vivir en una época en la que se podía dar gato por liebre en cualquier negocio. Por ejemplo: vendiendo productos de olor que contenían más alcohol que otra cosa.

No puede negarse que esas personas se sienten efectivamente expoliadas por el cambio que se ha operado en todos los aspectos en esta ciudad, ya que han perdido el poder del ordeno y mando con el que han vivido durante muchos años. O, al menos, saben que si se pasan de la raya establecida puede haber alguien que les ponga en su lugar descanso. Así que no me extraña, en absoluto, que les tengan miedo al futuro, y al presente, y a los demás.

Ese miedo que vienen demostrando a cada paso, es el miedo de cuantos creen que esta ciudad debe convertirse en coto cerrado. En una plaza cerrada a cal y canto. Para disfrute solamente de los herederos de los que, hasta hace apenas nada, hicieron de ella una fortaleza en la que los pobres estaban obligados a transitar por calles distintas a las de los ricos. Pobres a quienes les era imposible frecuentar los mismos establecimientos que a la llamada clase distinguida.

Las gentes a las que me refiero, gustan de leer a individuos que anuncian desde el periódico añejo, que esta ciudad está llamada a soportar todos los males del universo. Profetizan que esta ciudad será víctima de todos los ensañamientos habidos y por haber. Debido a que cuando colocaron bombas en el Hotel Ulises no se convirtió a Ceuta en una ciudad cerrada a cal y canto. “En tres palabras: en un paraíso”.

Es verdad que vivimos en un mundo muy complicado, con vergüenzas que desembocan en desigualdades, en criminales descarríos, en desesperanzas de poblaciones que sufren calamidades, y que la amargura está ya primando por doquier. Pero lo lamentable es que, a estas alturas, un posible rico nos profetice un cataclismo ceutí, mientras él sigue viviendo a lo grande y chupando del bote.
 

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