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cultura - JUEVES, 3 DE FEBRERO DE 2011


revestimientos de mármol de los interiores. fidel raso.

manzana del revellin / ultima fase
 

Detalles de gran arquitectura

En la obra de Álvaro Siza los detalles cuentan mucho, y él mismo los ha explicado en Ceuta como parte importante de su obra y descendiendo hasta lo más pequeño en sus visitas a La Manzana
 

CEUTA
Tamara Crespo

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Las inmaculadas paredes del Auditorio de La Manzana, un imponente hito arquitectónico de hormigón que marca los latidos del complejo cultural del Revellín, representan un minimalismo, una sencillez de formas y una economía de materiales que su autor, Álvaro Siza, logra sin embargo a partir de un entramado de estudiados detalles. El imponente edificio de hormigón sin artificios esconde en su sencillez tanto en el exterior como en su interior, mil matices. De lo grande, el arquitecto desciende a lo más pequeño sin solución de continuidad. Exterior e interior se unen en formasque buscan la luz con la misma intensidad que el diseño atrapa la funcionalidad. Los escogidos materiales son tallados con la precisión del viejo alquimista.

Siza ha explicado en sus múltiples visitas de obra a La Manzana, muchas de estas complejas soluciones que personalizan su obra y le han convertido en uno de los arquitectos más prestigiosos del mundo. Ninguna de las instalaciones, desde las eléctricas, a las de climatización o iluminación se muestran en las límpidas superficies diseñadas por el portugués. Todo se pierde en pos de la búsqueda de las líneas definidas, rectas o curvas, pero limpias. Siza se detiene en las esquinas, en los pasamanos, en que sean prácticos para su uso cotidiano y contribuyan también a crear la atmósfera que busca para sus edificios.

Desde las piedras, sus formas y cortes, su correcta instalación en obra, a los colores, matizados, los interruptores, las señalizaciones..., todo guarda un orden, todo es susceptible de la atención del maestro durante sus recorridos, en los que supervisa más que acabados, efectos. “Con otras obras es más fácil, pero esta es muy especial, muy especial”, explicaba estos días uno de los técnicos que se afanan en cumplir el programa con la calidad que se exige en una arquitectura que puede no gustar, pero que empieza a hacerlo en el momento mismo en que uno se fija en alguno de sus detalles. Cuando eso ocurre, se cae en la cuenta por ejemplo, de que hay mármoles cortados como la corteza de un árbol, para recubrir, en dos mitades, una gruesa columna. Cada pieza de piedra caliza que reviste el zócalo del Auditorio y del resto de edificios está cortada a medida, con modernos programas informáticos, para esta obra, son exclusivas.

Y como Álvaro Siza construye también con la luz, que reparte en el interior con la elección del lugar que ocupa cada vano, el uso del color reviste de igual forma en su obra ceutí una importancia capital. Una de las cuestiones sobre las que más ha meditado y probado desde la gestación hasta la conclusión de La Manzana ha sido en el color de sus fachadas. “La ciudad es predominantemente blanca, crema”, ha dicho como explicación de su elección primaria para los edificios de Ceuta. Pero como ha tenido la oportunidad, desde que dibujara los primeros esbozos al aire libre, paseando por los alrededores de lo que entonces era un solar, de visitar la ciudad en primavera, verano, otoño e invierno, ha ido ajustando la intensidad de ese blanco a la intensidad de la luz ceutí. No quiere que el paseante se deslumbre, quiere que se siente a descansar en una de las fuentes, también de piedra, con que adornará la plaza.
 

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