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OPINIÓN - VIERNES, 4 DE FEBRERO DE 2011

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

Desde los acordes de la vida
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

La vida tiene acordes que debemos descubrir. Dado que el corazón humano necesita creer en algo y reflexionar sobre sí mismo, pienso que las religiones pueden ayudarnos a esa búsqueda del alma de las cosas. Ahora bien, deberán saber incrustar a los fieles, con la libertad que generan los vientos del cielo, la armonía creativa y creadora que nos circunda, porque es muy importante que el ciudadano se sienta libre, para que pueda reflexionar sin ataduras, y halle por sí mismo el Olimpo de la belleza de la que forma parte. Jamás consideré lícito silenciar la voz de las religiones como tantas veces se pretende ahora. Ha sido, pues, un acierto la resolución de la Asamblea de Naciones Unidas, del pasado veinte de octubre, en la que se proclama la "semana mundial de la armonía interconfesional entre todas las religiones, confesiones y creencias". Lo más significativo es que será un evento anual que, a partir de este año, se celebrará durante la primera semana de febrero, y que estoy convencido contribuirá a superar tensiones y a encontrar caminos de luz.

Ha llegado el momento de que la mística de los acordes de la vida, nos interroguen y nos hagan reflexionar a todos. Quizás hoy más que nunca sea saludable para el mundo que todas las religiones dialoguen con todas, que se consideren sus estéticas y éticas, bajo el espíritu evangelizador que le sea característico, lo que conlleva un respeto de culto y de conciencia, nunca de ruptura o desencuentro, sino de encuentro con la belleza que nos humaniza. Coincidirán conmigo que las religiones deben ser respuesta y solución, nunca proposición al odio y problema. Por consiguiente, con urgencia, porque siguen creciendo las opresiones religiosas, hay que desenmascarar el mal uso o el uso indebido de la doctrinas que nada tienen que ver con el espíritu armónico de las religiones. Las personas, tanto las que se confiesan creyentes como las no creyentes, no las ponen en movimiento las ideas, sino los sentimientos. El amor es lo único que nos armoniza y por lo que vale la pena vivir.

Una cultura de paz germina de la hondura del ser humano, de las propias convicciones y del respeto a esos convencimientos religiosos. La vida nos exige compromisos permanentes de diálogo, respeto y tolerancia. Esta es la armonía que ha de mover al mundo. Todos nos merecemos el afecto natural del uno por el otro.

Por cierto, algo que todas las religiones predican. Iglesias, mezquitas, sinagogas, templos y otros lugares de culto del mundo, a través de sus líderes, y sobre la base del amor a Dios y al prójimo, o del amor al bien y al prójimo, cada uno según sus tradiciones o creencias religiosas, deben implicarse mucho más para que el abrazo del entendimiento florezca por siempre en la familia humana.
 

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