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OPINIÓN - MARTES, 8 DE FEBRERO DE 2011

 
OPINIÓN / ANALISIS POLITICO

Cuando la alusión a la “justicia social” se convierte en un eufemismo de mal gusto

Por Nuria de Madariaga


La justicia social, entendida como los mecanismos e iniciativas destinados a apoyar a los sectores más débiles y frágiles de la sociedad, a quienes se encuentran en situación de riesgo de exclusión y a quienes se han visto abocados, por circunstancias, a estar francamente excluidos, es una realidad en todos los sistemas occidentales. Del resto de los sistemas no hablo, porque, ni son los nuestros, ni me interesan, que se ocupe la ONU que para eso está.

Pero, ese apoyo, para que sea legítimo y no caiga en una especie de absurdo paternalismo paralizador en plan “dame pan y dime tonto” que a nadie beneficia y en nada contribuye al progreso de la sociedad en general, esos mecanismos e iniciativas deben ser esencialmente ágiles para potenciar el desarrollo del individuo. Son mecanismos de acción, que no de estancamiento y de acostumbrarse a subsistir a base de “ayudas” y de “subvenciones” a cambio de nada. El Estado asistencialista es ruinoso. Porque consiste en que una parte de la ciudadanía trabaje para mantener con el sudor de su frente a quienes no trabajan y la situación acaba volviéndose insostenible.

En las democracias occidentales existen sistemas de ayuda y de asistencia, necesarios en muchos casos y en circunstancias claramente delimitadas y determinadas. Se trata de que, los trabajadores, desde el menos al más cualificado, pero todos ellos integrantes del sistema productivo de la nación, puedan ser ayudados en caso de dificultades o disfruten de beneficios y ventajas de las que se han hecho merecedores. Esto no es “asistencialismo” sino contraprestación y es legítimo y es justo. El derecho a la seguridad social,a la educación, a la ayuda por hijos, al subsidio de desempleo, a las jubilaciones y las cantidades para los parados de larga duración no son más que contraprestaciones. El ciudadano productivo deja de producir, muy a su pesar y sin desearlo y todo el sistema ha de movilizarse para que supere esa dificultad circunstancial.

Y la movilización del sistema no puede ni debe comenzar y acabar en “dar dinero” porque esa es una política improductiva de limosnas a fondo perdido, que representa el riesgo de convertir los subsidios en una “forma de vida” como sucedió hace unos años en Alemania, donde muchos desaprensivos vivían mejor y con más comodidades recibiendo ayudas que trabajando ocho horas al día. Hasta que llegó la Merkel y la cosa cambió .Hoy Alemania oferta trabajo a toda Europa, porque es un país bien gestionado, donde además existe una impecable justicia social.

Hablar de justicia social me parece oportuno tras escuchar en la rueda de prensa ofrecida por una formación política localista, ácidas alusiones a los parados de Ceuta sin dar más soluciones que criticar los supuestos “despilfarros” del Gobierno. “Despilfarros” como acudir a Bruselas a ser oídos en la UE o comparecer en Fitur para promocionar la “marca” Ceuta y atraer al turismo que es igual a atraer al dinero.

La conclusión no puede ser más burda : si, los políticos paralizaran toda la actividad institucional, el dinero ahorrado se les daría “a los pobres”. ¿Y por qué se les va a dar dinero a cambio de nada? ¿Pertenece ese dinero de forma particular a los políticos o, por el contrario, es de los ciudadanos? En ese caso ¿Quieren los ciudadanos regalar su dinero a “los pobres”? Pues no. En nuestro sistema es que, los pobres, dejen de serlo por medio del trabajo. Y el trabajo depende de la creación de empresas que sean capaces de activar con sus ofertas el mercado laboral. ¿Y quien potencia la creación de empresas? Lógicamente los dueños del dinero que son los bancos y es a por esos a por quienes hay que ir, obligándoles a que concedan créditos y regulando con severidad los intereses a percibir, porque la usura y los créditos abusivos existen y, en mi opinión, la banca ha ido por libre en épocas de bonanza y es la única que no pierde en época de crisis.

Si, en su aburrida y repetitiva rueda de prensa, ese partido localista hubiera arremetido contra el sistema bancario y no contra las dietas de viajes de los políticos, habría que darle la razón. La banca ha puesto de rodillas al pueblo español. Algo que hace añorar el comportamiento abrupto de políticos como Hugo Chavez que, ante la racanería para conceder créditos de un determinado banco, amenazó con expropiarlo al momento ¿Populismo? Indudable. Pero eficaz y aplaudible por la ciudadanía. Las pequeñas y grandes empresas son el motor económico de la nación, la clave del progreso y quienes son capaces de generar empleo, poner a los españoles a trabajar, que vivan dignamente gracias a su trabajo y esa existencia digna, por tener un trabajo digno, es la esencia misma de la justicia social.

Que la “justicia social” se entienda como dar limosnas es un eufemismo de mal gusto y lo digo desde un desdichado país donde, las familias, hacen cola en los comedores de Cáritas y los bancos se quedan con los pisos a medio pagar porque, los españoles parados, no pueden seguir abonando la hipoteca. Y están parados porque los bancos no dan créditos a las empresas, que acaban quebrando y despidiendo a sus trabajadores. Y esos “nuevos pobres” lo merecen todo, porque nada se les da, sino que, el propio sistema les devuelve una contraprestación. ¿Justicia social? Que España deje de estar cautiva por la banca, eso es justicia social.
 

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