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sociedad - DOMINGO, 20 DE FEBRERO DE 2011


Paquita Ramírez. gardeu.

REPORTAJE / LA MATRONA DE CEUTA
 

“El parto lo atendían las vecinas”

Paquita Ramírez Molina, matrona en Ceuta durante cuarenta años, recibió el pasado miércoles, de manos de la ministra de Sanidad, Leire Pajín, la Cruz con la que ingresa en la Orden Civil sanitaria
 

CEUTA
Patricia Gardeu

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Cuando Paquita empezó a ayudar a traer niños al mundo los apuntaba en una agenda. Pero la lista engrosaba a tal velocidad que dejó de anotarlos. Esta matrona ha estado en los partos de una gran parte de los hombres y mujeres de Ceuta, y en reconocimiento a una carrera profesional que ha ejercido con pasión durante cuarenta años, la ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad, Leire Pajín, le impuso el pasado miércoles, durante su visita a Ceuta, la Cruz de Sanidad, con la que esta matrona ingresa en la Orden Civil de Sanidad.

Francisca Ramírez Molina, Paquita para todos, nunca pensó en dedicarse al campo sanitario y, sin embargo, no puede imaginarse habiendo ejercido otra profesión. “Tuve la suerte de que mis padres me pudieron enviar a estudiar fuera”, explica. Tenía 17 años cuando una vecina la animó a estudiar en la Universidad de Cádiz. A falta de una, se matriculó en dos especialidades: ATS, que ahora sería enfermería, y matrona, que en aquella época eran unos estudios independientes. Aún recuerda a sus profesores: “Me daban clase los hermanos Muñoz, don Germán, don Enrique, en la facultad que está al lado del teatro Falla; después me iba a hacer las prácticas al hospital de Mora, que ya no es hospital”. Era el principio de los años cincuenta, la posguerra española.

Cuando acabó sus estudios en la Universidad de Cádiz, volvió a Ceuta. “Mi primera plaza de matrona fue en el Instituto Social de la Marina”, recuerda. Aunque antes, ya se había ido “soltando” con Crisanta Álvarez Pérez, “que era la única matrona que había al principio en Ceuta”, y a la que Paquita ayudaba en los partos.

Matrona pluriempleada


Desembocó en el seguro militar, donde atendía los partos del personal civil que trabajaba en centros militares, y después en la seguridad social, el Hospital de calle Real, 90. Por aquellos años le dieron también plaza en el Hospital Militar, y, tras aprobar unas oposiciones en Madrid, consiguió plaza fija en el centro sanitario público. Sin olvidar los partos de los seguros médicos privados y los casos particulares. “Pero no dejaba unos trabajos para coger otros, yo era una matrona pluriempleada”, rememora sentada en el sofá del salón de su casa, donde, en las paredes, tiene colgado un cuadro en el que aparece ella en esos primeros años.

“Eramos tres matronas, Crisanta, Nona y yo, y hacíamos turnos de 48 horas, 24 en el hospital público y 24 en el militar, después un día libre, y vuelta a empezar”, explica. “Yo dormía pegada al teléfono”, continúa, “y, de pronto, en mitad de la noche, me llamaban. A veces eran partos particulares, musulmanes que querían que atendiese a sus mujeres. Me llamaba la Guardia Civil y el futuro padre me llevaba a Castillejos o a Beliones”. “Yo –replica su marido, sentado en el sillón contigüo–, la acompañaba muchas veces, pero es que ella siempre estaba trabajando”.

Hasta los setenta años no dejó de ser matrona. “Y por que me dijeron Vete ya, que yo, por mí, me hubiese quedado; tengo agilidad ahora, con 77 años, para atender un parto, así que imagínate hace siete años, pero me dijeron: Que no, que no puede ser trabajar con más de setenta años, que te tienes que jubilar ya.”

Como si no tuviera suficiente, Paquita sacó tiempo para la enseñanza. Fue profesora de la primera promoción (1975-78) de la Escuela de ATS en Ceuta. La orla cuelga en su salón.

“Ahora la gente ya no le echa tanta pasión al oficio, pero claro, yo entiendo que depende de la situación en que se encuentre cada persona. Si uno no está contento en su trabajo, es normal que quiera jubilarse antes de tiempo, pero es que a mí me encantaba”, confiesa Paquita.

Eran unos años en los que las mujeres parían en sus casas. “Pero no era más difícil, era solo más trabajoso para la familia, por lo que se ensuciaba. Pero poniamos plásticos, sábanas dobladas… Los padres no entraban, pero eran partos llenos de mujeres. Eran las vecinas las que ayudaban a la matrona a sacar a los niños”, recuerda. “También eran partos con más dolores para las madres, pero para las matronas era lo mismo. Si, por ejemplo, el niño venía de nalgas, no se hacían cesáreas, el médico me preguntaba, ¿Te vas a asustar tú ahora?, y lo atendías igual. Afortunadamente, nunca se me murió ninguna madre en un parto, y niños dos, pero porque ya venían muertos”.

Los tres hijos de Paquita se hicieron ATS, aunque sus seis nietos no parece que vayan a seguir los pasos sanitarios de la familia. También recibió, hace dos años, el premio ‘María de Eza’. Ahora que está jubilada se dedica a pintar. Salir con ella a la calle es tener que detenerse a cada paso. La gente la para y le dice: Paquita, ¿te acuerdas de mi niña que hermosa nació? Ella les responde: claro que sí, aunque no se acuerde de aquel parto. Han sido muchos. Un hombre se le acercó esta semana. “¿Te puedo dar un abrazo?”, le preguntó. “Atendiste mi parto, el de mis tres hermanos y el de mis cuatro hijos. ¿Es o no para estarte agradecido?” Y Paquita se dejó abrazar.
 

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