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					Ayer, el Presidente del Gobierno reiteró ante el Pleno del 
					Congreso de los Diputados el compromiso de los y las 
					socialistas con las políticas sociales, con la igualdad de 
					oportunidades, con el acceso a los servicios básicos y con 
					la protección de las personas más frágiles. Un compromiso 
					que parte del modelo logrado en España a lo largo de los 
					últimos treinta años y en el que los y las socialistas hemos 
					tenido un protagonismo relevante a la hora de llenar de 
					contenido el mandato constitucional de construir un Estado 
					social. 
					 
					Así fue entre 1982 y 1996 con la Ley General de Sanidad; con 
					la extensión del derecho a una educación pública y gratuita 
					hasta los 16 años, mediante la LODE y la LOGSE; con la Ley 
					de integración social de los minusválidos que se completó 
					posteriormente con la Ley de igualdad de oportunidades de 
					las personas con discapacidad; con la Ley de racionalización 
					de las pensiones de jubilación e invalidez; la Ley de 
					pensiones no contributivas que significó un avance 
					fundamental en la protección de las personas mayores más 
					necesitadas y de la que se benefician hoy más de 450.000 
					jubilados, de los cuales un 70% son mujeres, y con el Pacto 
					de Toledo de 1995 que estableció el marco de consenso para 
					abordar las reformas del sistema público de pensiones. 
					 
					Tras el paréntesis que supusieron para las políticas 
					sociales los ochos años de los Gobiernos del PP, en 2004, 
					durante el discurso de investidura, José Luís Rodríguez 
					Zapatero explicitó su compromiso preferente de ampliar los 
					elementos clásicos del Estado de Bienestar, al tiempo que se 
					comprometió en la conquista de nuevos espacios, de manera 
					singular en la atención a la dependencia y en las normas a 
					favor de la igualdad y de la conciliación de la vida laboral 
					y familiar. Y si este impulso reformista se mantuvo durante 
					los años de bonanza económica, en estos momentos, cuando la 
					crisis ha afectado con dureza a muchos ciudadanos, el 
					Gobierno socialista ha velado por el mantenimiento de la 
					cohesión social. 
					 
					De esta forma, las rentas de apoyo a los más desfavorecidos 
					comenzaron a crecer más rápidamente que en el pasado, cuando 
					no a recuperar el terreno perdido en los años previos. Desee 
					2004, las pensiones mínimas de jubilación con cónyuge a 
					cargo ha sido del 27% y en el caso de viudas con cargas 
					familiares del 50%; el SMI ha pasado de 460 euros a 641; los 
					presupuestos destinados a Educación han crecido un 86%, un 
					esfuerzo económico que, unido al realizado por las 
					Comunidades Autónomas, ha situado los recursos destinados a 
					Educación por encima del 5% del PIB. También ha crecido 
					espectacularmente el dinero destinado a Sanidad, al tiempo 
					que se han impulsado políticas de racionalización del gasto 
					farmacéutico. 
					 
					Un hito destacado fue la aprobación, en 2006 de la Ley de 
					Dependencia que junto a la sanidad, la educación y las 
					pensiones conforma el cuarto pilar del Estado de Bienestar. 
					Hoy, casi 700.000 ciudadanos y ciudadanas con dificultades 
					para desarrollar una vida autónoma están recibiendo algún 
					tipo de ayuda y, al mismo tiempo, ha generado una 
					oportunidad de desarrollo empresarial con la creación de 
					unos 260.000 empleos. 
					 
					No deseo parecer exhaustivo, pero tengo que citar el terreno 
					recorrido en la igualdad de género con la Ley de igualdad 
					efectiva entre hombres y mujeres, con los nuevos horizontes 
					en la conciliación de la vida laboral y familiar, con la 
					tutela de las mujeres que sufren violencia machista, con la 
					participación de las mujeres en los consejos de 
					administración o con la creación del permiso de paternidad.
					 
					 
					Pues bien, a pesar del esfuerzo de consolidación 
					presupuestaria, el Gobierno ha mantenido, dentro de lo 
					posible, los avances de la primera legislatura y ha prestado 
					atención a las nuevas necesidades de protección y cohesión 
					social planteadas por la propia crisis. Como consecuencia, 
					entre 2008 y 2011, las partidas propias del gasto social en 
					los presupuestos han aumentado un 22%, un 12% si excluimos 
					las prestaciones por desempleo. 
					 
					Hemos dado un gran salto en la construcción del Estado del 
					Bienestar. Ahora, el compromiso de los socialistas es 
					culminar el proceso de reformas del modelo productivo y ser 
					capaces de afrontar los nuevos retos demográficos y de plena 
					incorporación de los jóvenes y de las mujeres al mercado 
					laboral. 
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