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OPINIÓN - MARTES, 1 DE MARZO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Medios, hipócritas y taimados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Quedan dos meses y días para que se celebren las elecciones municipales. Así que los políticos gozan aún de mucho tiempo para seguir insultándose a tutiplén. Diciéndose impropios. Como si en esta ciudad no supiéramos la vida y milagros de todos ellos.

Gracias a la belicosidad con que se viene mostrando Mohamed Alí, tras echarse en los brazos del iluminado que le ha cambiado el paso y le ha llenado la cabeza de pajaritos, estamos asistiendo a un intercambio de agravios que nos recuerdan a los tiempos peores. Es decir, cuando la democracia era incipiente y las grescas entre políticos requerían a cada paso la intervención policial.

De momento, la batalla dialéctica, preñada de ira por parte de los dirigentes de los partidos aliados, o sea, UDCE y PSPC, está sirviendo para distraer al personal. Y, sobre todo, para que los medios vayan mostrando su línea editorial. Clara, como el agua clara, la de algunos, y realmente hipócrita y taimada, la de otros. Y en su derecho están de mostrarnos sus intenciones. Faltaría más.

Lo cual no es nuevo; pues, aunque me toque redoblar el tambor, ya lo hicieron cuando el GIL decidió conquistar Ceuta con el siguiente lema: “Seremos pocos a la hora de repartir lo mucho que nos vamos a llevar de las arcas municipales”. A propósito del GIL: no entiendo por qué muchas de las personas que se afiliaron a ese partido, ocuparon cargos, o simplemente se dedicaron a hacer proselitismo de sus siglas, de manera vehemente, nunca han dejado de avergonzarse de las decisiones que tomaron en su día, cuando el ‘gilismo’ cotizaba en bolsa.

Dichosos ellos, además, que tuvieron la oportunidad de acceder a empleos estupendos –que aún conservan- y… qué decir de los medios que recibían las informaciones y las opiniones escritas, por parte de la plana mayor del GIL, para que se publicaran, a cambio de cobrar lo estipulado, cuanto antes.

Inconcebible, por tanto, que ahora, cuando alguien se dirige a esas personas, tachándolas de haber formado parte de una especie de secta, las tales personas se arruguen; se encojan; muden de color; y en vez de reconocer que lo hicieron porque sí, porque creyeron que era lo mejor para la ciudad en aquella época, agachan la cabeza, evidenciando cobardía culpable. Y propician, por supuesto, que los adversarios se crezcan y sigan metiendo el dedo en la llaga en un pasado político del que ellos reniegan.

Y, lo peor de todo, cuando se habla del GIL, es que da la impresión de que vino a la ciudad porque un día Jesús Gil se echó abajo de la cama y dijo para sus adentros: “Mañana, sin falta, presento mi partido en Ceuta”. Y esa mentira, ya no cuela. En puridad, nunca coló. Y quienes hicieron posible la llegada de semejante engendro de partido, en vez de negarlo, bien harían en aprender de la respuesta que suele dar el presidente de la Ciudad, al respecto. Y que me dio a mí en su momento, en una entrevista: “La llegada del GIL hizo posible que el Gobierno, presidido por Aznar, se percatara de que aquello sucedió por el abandono a que había sido sometida esta ciudad”. Con esa respuesta, quienes fueron heraldos del GIL, y recorrieron las calles gritando sus bondades, quedarían mucho mejor que negando su pertenencia a unas siglas, aclamadas entonces, por los mismos medios, hipócritas y taimados, que siguen enredando la vida pública de Ceuta.
 

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