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OPINIÓN - JUEVES, 3 DE MARZO DE 2011

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Una profesora-tutora del I.E.S. Almina de Ceuta,
presiona y humilla a un alumno obligandole a
abandonar su último curso

Por José F. Méndez Menéndez de Llano


Así es la contradictoria realidad de la antidocencia. Una profesora-tutora, en el curso 2009-2010, de dicho centro educativo, que se debiera de entender como responsable de la formación de personas, al hacerle entrega a J.D.M.R., alumno de dicho Centro, de sus notas finales, en el mes de junio del pasado curso, presumiblemente, fue la victimaria generadora, que ha ejercido, con humillación un tácito sometimiento, presionando y vejando al alumno aludido, en lo que se suele denominar bullying (acoso en general), agravado dicho hecho, por la tácita y presumible complicidad silenciosa de algún docente concreto, dentro de dicho ámbito del Centro educativo. El objetivo final, como en la mayoría de los acosos, es que dicho alumno abandonase, en este caso, su curso de Cocina, el 2º y último.

Pero, asimismo, el Sr. Director del Centro señalado y el Sr. Director del Ministerio de Educación en Ceuta, que se les presupone, por normativa, la obligación de intervenir para dar solución a los conflictos o problemas que se les plantean, han guardado un significativo y lamentable silencio. Con esa “omerta”, ese espaldarazo silencioso, tejen la lista de, presumible, complicidad de tal injusta, vejatoria, incoherente y humillante acción. Es más, estos responsables han expresado con su silencio su desinterés por la situación del alumno, ya desde que este padre les remitió sendos escrito, apenas comenzado el curso 2010-2011, pero ni tan siquiera han optado por hallar una solución, una salida para el alumno, o una justificación a tal canallesca actuación, ellos son los, presuntos, responsables indirectos de la no continuidad del alumno con su curso, no han demostrado ni un atisbo de dignidad en los respectivos ámbitos educativo o administrativo. El alumno, lo sigue siendo, habida cuenta que no ha renunciado en momento alguno y está matriculado y aceptado reglamentariamente en el Centro.

La asistencia del alumno a sus clases no sería tarea sencilla para él, se tornaría dificil y podría comportar una nómina cuyo veredicto final, cuya resolución en la evaluación última, en todas las hipótesis, ya estaría decidida previamente. En estos casos, esa es la negativa y paupérrima representación de instituciones públicas, a las cuales contribuimos con nuestro dinero.

Algunas veces, tocar o hipotetizar sobre ciertos aspectos de la vida, es hacer referencia directa a las relaciones de poder, que terminan mudando ante determinadas circunstancias. Es ahí cuando puede surgir el llamado abuso de poder y lo que de él se deriva, y entre esas derivaciones se podría encuadrar al acoso.

Lamentablemente, la asistencia a un Centro, un lugar donde una persona, se entiende, va a formarse como tal, a adquirir e incorporar conocimientos, a instruirse para poder avanzar y progresar en su vida personal y laboral, esto, en muchas ocasiones termina por transformarse en una tortura, para determinados alumnos. El acoso escolar por parte de determinados profesores hacia los alumnos es un evidente desequilibrio de poder, pues la equiparación, que no se podría sostener, entre alumno-profesor, no es posible, habida cuenta que el poder es todo uno y es el docente quien decide en última instancia.

La forma más común de acosar a un alumno, es la agresión mediante la palabra, la humillación, el desprecio y el trato desigual, bien en solitario alumno-profesor o ante los demás. Si se intenta interpretar el sistema educativo, determinados, docentes abusan de su situación de poder, por una u otra razón que sólo ellos mismos conocen, y se centran sobre determinados alumnos su “diana”, su “blanco”, y esos alumnos, con estos frustrados docentes, sufren diversas y variadas consecuencias, y entre ellas podríamos situar la calificación de no apto en exámenes, sin causa visible, y otras situaciones semejantes o paralelas. Pero en todo este entramado, tiene mucho que ver la identidad del docente acosador, que suele ser una alguien que transporta sus problemas cotidianos, sus frustraciones, sus miserias personales, hacia determinados alumnos, los cuales, obvio, tendrían que recibir de esos docentes, instrucción y formación. Esos acosadores, pueden ser personas con rasgos narcisistas, que se autoconvencen de que están en posesión de la razón en ese hostigamiento, y llegan a concebir que su comportamiento es justo; son personas enfermizas que suelen tener sentimientos de inferioridad y fracaso, incapaces de afrontar su falta de capacidad, y para desviar la atención sobre sus limitaciones arremeten contra otros; suelen motivarse por algún tipo de temor, como puede ser el miedo a ser dejados en ridículo por aquellos, u otros casos similares. Lo habitual y más normal es que pueda tratarse de personas con escasa o básica formación y preparación previa, paro tampoco siempre es así, para tan árdua y enorme responsabilidad, como es ser formador y educador de futuras generaciones.

Lo peor, es que la víctima puede ser cualquiera, pero pueden centrarse, con más facilidad en personas frágiles y retraídas, como pudiera ser el caso del alumno en cuestión, reflejado al principio de este escrito. El problema surge cuando el docente acosador pone el ojo sobre él, por la razón que sea, por temor a ser ridiculizada, por sus límites en la enseñanza, y no tener la capacidad necesaria para saber transmitir formacion a los alumnos.

Estos acosos suelen quedar impunes y contar con determinada complicidad tácita. Estos acosos de docentes a alumnos, que suelen tener sin cuidado a los primeros, puede llegar a acarrear graves consecuencias para quien los sufre, y pudiera derivar, entre otras cosas, en trastornos de aprendizaje, rechazo a esa educación formal; pero eso poco les importa a los que son culpables por su actuación, esos prototipos de frustrados docentes. Es una agresión gratuita, sin costes.

Con independencia de la forma en que se reviste, la mayoría de los agresores o bullies (bullying), actúan movidos por un abuso de poder y deseo de intimar y dominar, que es un rasgo específico de estas relaciones.

El docente tiene encomendada la tarea de facilitar los procesos de aprendizaje de conocimientos y actitudes, que favorezca el acceso a la vida adulta, a otros estudios, al mundo laboral. Y en el caso concreto referido al tutor, debería ser alguien con capacidad de escucha en el espacio educativo, con ética y valores y que es capaz de ayudar, de servir a sus alumnos, dando ejemplo a éstos con su forma de actuar, ayudando a la persona que más lo necesita, conocer las diversas etapas del desarrollo humano, consciente, orientador, con aceptación, observador, autorreflexivo, nada más lejos de esto en el caso presente y con una carencia de magisterio inconcebible.

Un buen tutor y educador, es el docente con empatía, capacidad de escucha, que desprende confianza, con ética, valores y que es capaz de servir a los alumnos. Un buen tutor y educador, debe buscar en el alumno que aprenda a conocerse a si mismo, valore sus cualidades, adquiera una visión global de su entorno, aprenda a vivir en sociedad, lograr un manejo de sus emociones y reacciones, aprender a tolerar la frustracion. Pero sobre todo el tutor y educador, debe ser, ante todo una persona que de ejemplo a sus alumnos con su forma de actuar. Presumiblemente, de todo esto se ha carecido en el caso presente contra J.D.M.R.

En este hecho, a J.D.M.R., se le ha dispensado un trato humillante, vejatorio, impropio de unos docentes, que, en ocasiones, empañan dicho nombre con estos comportamientos regresivos e incoherentes, desde cualquier punto de vista educativo básico. El docente es alguien muy distinto.

Y lo que ha ocurrido, lo ha sido, con, presunto, tácito, silencioso y complicidad de otorgamiento de algunos otros educadores y de unos responsables docentes y administrativos, sin paliativos.

El Sr. Director del centro, a pesar de haber dirigido al mismo escrito recibido en el Centro en fecha 4-10-2010, ha olvidado la consideración que debe, la educación básica que debería de dispensar a quien se dirige a él, como responsable de un centro público, pero esa desconsideración, aun está mas agravada si cupiere, y se traslada a la persona que se entiende representa a un Ministerio de Educación, en escrito dirigido al mismo en fecha 10-9-2010, por su forma de no inacción, resguardándose y amparado en el, incomprensible, absurdo y trasnochado, silencio administrativo, salvavidas al que se aferran, para muchos casos, y amparados por una ley incomprensiblemente caduca, en ese sentido.

Es coherente y comprensible, la actuación de determinados ciudadanos de esta u otras ciudades, cuando optan por el silencio, por la no respuesta ante determinados ataques, en todos los ámbitos, porque pendería sobre ellos una espada de Dámocles. Ataques silenciosos, en ocasiones furibundos, que intentan evitar por la tácita revancha que siempre conlleva albergada, en una u otra forma, lo que proporciona márgen para que se prodiguen estos hostiles comportamientos.

Esta denuncia pública pretende hacer una llamada de atención a este tipo de incoherentes, inapropiados e injustos abusos, mas común de lo que uno puede llegar a imaginar, que los ciudadanos no opten por el silencio, que denuncien aunque sea de forma anónima, pero que denuncien las situaciones de injusticia tan frecuentas en esta llamada democracia, si es que se pretende intentar cambiar las cosas en su estado actual y pasivo. Le sobraban razones a aquel filósofo inglés cuando le preguntaban por el significado de la democracia y respondía: …..la democracia es ”dices lo que quieres y haces lo que te dicen”.

Este padre no espera ninguna reacción oficialista ni docente favorable, en tal caso, intuye, solo lo harían para defenderse de una actuación que podrían presuponer equitativa o insertarse la máscara ante una acusación pública, como la presente.
 

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