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sociedad - MARTES, 15 DE MARZO DE 2011


unidad de Caballería ‘Montesa número 3’. cedida.

REPORTAJE / DIEZ AÑOS SIN SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO
 

Adiós mili, adiós bonanza económica

Diez años después de la supresión del servicio militar obligatorio, los comerciantes analizan cómo era la Ceuta de los ‘quintos’ y cómo ha afectado su ausencia a la vida económica y social de la ciudad
 

CEUTA
Patricia Gardeu

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Precios especiales para militares’, anunciaba un cartel en la puerta del bar ‘La fuentecita’, ubicado entonces (y hoy) en el ‘Mercado de Abastos’. Cuarenta mesas llenas de quintos comiendo huevo frito con filete y patatas. Pascual era el dueño entonces; Antonio, que ahora tiene 45 años, rondaba entonces los 14. Ayudaba a su padre a servir la comida a los soldados. “Aquello parecía un cuartel”, recuerda. Algunos años después fue a él a quien le tocó hacer la mili. Le enviaron a la Unidad de Ingeniería y un día fue, “como un soldado más”, a comer allí, con la diferencia de que no pagó. Recuerda “el compañerismo que se vivía”, como lo más gratificante del servicio militar. “La vida estaba en la calle, la gente se quedaba en los bares”, añade Carmelo, del bar que lleva su nombre, ubicado a unos metros, también en el Mercado.

Tras la comida, tarde de cine. El cine África, el Cervantes, el Astonia y el Terramar. La sesión de las cuatro era conocida como ‘la hora de las botas’: llena de militares, famosa por su olor... Aunque cuando la vida militar se echaba en la calle era a las 18.30 horas. El Monovar, en la calle Canalejas; el Niza y el Nido, en la Plaza de los Reyes; el Bar Astorga, la Casa Pepe... Fin de jornada y paseo por la ciudad. “¡Pelón!, gritaba alguno, y todos se volvían. Regulares 3 con el cinturón verde, Regulares 1 con el azul, Legionarios con la camisa abierta... Los soldados desparejados buscaban el amor en Ceuta. Calle Real arriba, calle Real abajo... buscando a la mujer perfecta. Si no, siempre quedaba la cuesta de la Parisina, en Hadú, zona de los burdeles.

Los que tenían novia se contentaban con comprarle regalos: muñecas vestidas con el traje militar que compraban en los bazares, normalmente indios. Y con enviarle la foto. Las tiendas de fotografía montaban escaparates con imágenes de soldaditos. “Ellos venían y se hacían el retrato para mandárselo a sus madres”, recuerda Jorge Arbona, fotógrafo de la tienda que lleva su nombre.

Imágenes que probaran que el niño se estaba haciendo un hombre. “Había colas larguísimas. También se traían el carrete para revelar las fotos que se habían hecho en el cuartel. 1.400 pesetas costaba el de 36; el de 24, 1.000 pesetas. Ocho estudios han cerrado desde que ya no hay mili”.

Aunque cuando Ceuta alcanzaba su esplendor era a partir de las siete. Tiempo de paseo. Bailes en el ‘Candelario’, y en la ‘Masmorra’. Lejos de los malos recuerdos, la mayoría de los civiles evoca su mili con una sonrisa.

El 9 de marzo de 2001 finalizó el servicio militar obligatorio. Si en el resto de España se notó, en Ceuta, ciudad con una gran tradición militar, afectó más. Así lo relata el experto en temas militares, colaborador de este medio, y empleado de ‘Electrodomésticos Marisol’, Javier Chellaram. Calculadoras, radios, despertadores... Ya entonces ayudaba a su padre en la tienda. Cuando su progenitor le hacía una seña en el hombro significaba que el soldado que acababa de entrar “traía mochila”, es decir, “que le atendiese bien, que tenía espacio para llevarse cosas a la península”. Además, para que no pagasen aranceles aduaneros, siempre se podía ‘arreglar’: “Les hacíamos facturas antiguas, porque si lo habían comprado seis meses antes de cruzar el Estrecho, no tenían que pagar en la aduana”.

Aunque cuando los negocios hacían su agosto, era en las juras de bandera. A los 5.000 soldados de remplazo que transitaban habitualmente por Ceuta, se le sumaban sus familiares; los cuales, aprovechaban su visita a Ceuta para adquirir todo aquello que, entonces, costaba mucho más barato que en la península: “Se llevaban un walkman por 20.000 pesetas, o una cámara de vídeo por 200 mil”.

La radio y el reloj de oro

Otro artículo que todos los familiares compraban en Ceuta era el reloj de oro. Así lo recuerda Paco Rodríguez, que entonces trabajaba en la joyería ‘Omega’, ya desaparecida. “El oro era mucho más barato que en la península. Se vendían muchos relojes, aunque lo que se vendían por cientos eran los cordones de oro”. Eran los noventa.

Los recuerdos de África, del bazar ‘Andrés’, van atrás en el tiempo. 1975. “A los familiares de los soldados los conocíamos como los ‘paraguayos’, porque siempre se llevaban paraguas”, explica. “Éramos muchos bazares: Tokio, Pepe Indio, La Chiquita, Mora... pero se vendía muchísimo. Porcelana, figuras, mecheros... Todo lo que a la península no se exportaba, llegaba aquí”.

Rafaél Pérez, tesorero de la Confederación de Empresarios de Ceuta, ratifica como “el comercio y la hostelería han sido los sectores más afectados”. “Los años 80 fueron los de mayor bonanza económica. Los quintos salían a pasear y los bares se llenaban. En las juras de bandera, la ciudad rebosaba de gente”, añade. El Hotel Ulises, la residencia África, la residencia Skol, el hotel Murallas... Aforo completo.

También los taxistas se beneficiaban del servicio militar. “Recogíamos a un grupo en el puerto, lo llevábamos al cuartel, volvíamos a bajar, y aún quedaban quintos esperando”, rememora un taxista de finales del último siglo. “El último barco del domingo llegaba lleno de los militares habían pasado el fin de semana de permiso. Y aún con todos los taxis no éramos suficientes”.

Otro sector que también se lucraba con los militares fue el de las lavanderías. “Cinco duros costaba la bolsa -receurda el José, dueño de al tintorería ‘Eureka’- con la ropa, lavada y planchada, de cada soldado; y hacíamos unas treinta o cuarenta al día. De aquello hace veinte años, ahora los militares que hay son profesionales que se lavan la ropa en su casa, la supresión de la mili ha estropeado mucho el trabajo”.

Historias de la mili

La playa Benítez, el barrio de Villajovita, el casino de Ceuta y el bar ‘El pellejo’. Son los recuerdos de Rafael Franco, nacido en Pina de Ebro, Zaragoza, hace 68 años. Tenía 22 cuando, en 1965, recibió la llamada para servir a la Patria. Lo mandaron a Ceuta, al destacamento de Caballería ‘La Remonta’, desaparecido en los 80. Su peor recuerdo: “Que no teníamos casi agua”. Lo demás, fueron 16 meses de buenos momentos: “La mili es como se lo quiera tomar cada uno”. Aunque a pesar de los buenos momentos, fue una alegría coger, de vuelta a casa, ‘La Paloma’, el barco que cruzaba entonces a la península.

Las imágenes que perduran en la memoria de Alberto Sotillo son de años más tarde. Los de la Ceuta “del año en que legalizaron el partido comunista”, recuerda. Era 1977, él tenía 22 años y la carrera de Periodismo, en Madrid, a medias. Adora viajar, así que la idea de hacer la mili en Ceuta no le disgustó. Estuvo en Caballería ‘Montesa’. La llegada al cuartel la recuerda como “una pesadilla: pasar de un mundo familiar a uno del que no conocías nada, la sensación de claustrofobia de Ceuta”.

Pero a partir de entonces, todo (o casi) fue diversión. “El conocimiento humano que te aportaba, que conocías a gente de todo el mundo, desde un pastor de cabras a un aristócrata”, destaca, y añade: “Me divertí mucho. Vivíamos como una realidad onírica”. Sotillo no tenía novia a la que enviarle cartas de amor desde la mili, pero suspiraba por “el amor imposible” de la chica que lo había dejado plantado en Madrid al enterrase de que se iba a la mili, así que se pasaba los anocheceres en un cafetín de Hadú, que recuerda como “psicodélico” .

Además, era conocido entre sus compañeros como ‘el fotógrafo’, as que se pasó media mili captando imágenes, entre otras, de los reconocimientos topográficios de Ceuta. A pesar de sus buenos recuerdos, considera que suprimir el servicio obligatorio fue lo más correcto: “El ejército en el que yo estuve estaba mal concebido, y nada de la profesionalidad con la que después, durante mi trabajo de corresponsal en Bosnia e Irak, vi a los soldados trabajar”.

El ‘cervezótromo’

Años más tarde hizo la mili Jacinto Benito, quinto de los 90, en Caballería ‘Montesa número 3’. Guarda muy buenos recuerdos y destaca “las fiestas” de Ceuta, ciudad que fue para çel todo un descubrimiento: “Muchso creíamos que Ceuta era como desértica, a mí me sorprendió tanto monte”. Recuerdas las marchas y cada vez que le tocaba “limpiar los cacharros, sartenes hasta las dos de la madrugada”.

Poco después, en 1993, le tocó el turno a José. Aunque con una diferencia: él es de Ceuta. Entró en en el tercer remplazo de la unidad de ‘Artillería número 6’. Dos meses de instrucción, la jura de bandera, y de destino, a la Comandancia de Obras de la sección topográfica. Aprendió mucho de armamentisca, pero nada que pudiese aplicar después en su vida civil, así que ahora, a sus 38 años, se alegra de que su hijo no vaya a tener que hacer la mili cuando se haga mayor, de que ellos ya no tengan que “liar” la que algunos para librarse de la mili: “Hubo uno que quemó un colchón y se dio puñetazos a sí mismo para que le declararan locura y se librara de la mili... y lo consiguió”. Y añade: “Es muy bonito quien se siente llamado, pero no puede ser impuesto. La vida militar tiene que ser vocacional, no por obligación”.

A pesar de ello, lo pasó bien: “Me pasé la mili jugando al ajedrez con los soldados y los mandos, y nos inventamos el ‘cervezótromo’, un barril que luego pagábamos entre todos a unas 20 pesetas la caña”. De aquella mili de cañas, hizo además algunos amigos que aún conserva, como “Iván , asturiano, o Jesus, de Sevilla”.

Diez años sin servicio militar obligatorio. Sin pelones, sin quintos, sin novatadas. Y aquí, en Ceuta, también sin aforos completos, sin relojes de pulsera, sin muñequitas disfrazadas de soldado y sin fotos con un ‘te quiero’ escrito en el resguardo.
 


“Un Ejército más reducido, pero también más preparado”

El general de brigada Vicente Bataller Alventosa, que el pasado día 10 dio una conferencia sobre el antes y después de la guerra de Ifni, explicó a El PUEBLO que, en su opinión “la supresión del servicio militar obligatorio era algo inevitable”. Además, añadió: “Para nosotros los mandos, es mucho mejor el ejercito profesional que el de recluta. Lo que ocurría antes, que los jóvenes tenían que dejar sus estudios para venir, aunque tenía cosas positivas, para él, principalmente, eran negativas”. Una de las ventajas que el general, que además es subdirector de Instrucción, Adiestramiento y Evaluación del Madoc del ET, destacó es que ahora los ejércitos “son más reducidos pero más preparados”.
 

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