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OPINIÓN - DOMINGO, 20 DE MARZO DE 2011

 
OPINIÓN / EL ALA OESTE

Libia:una lección para Europa

Por Juan Carlos Hernández


Inmediatamente después de que la Liga Árabe urgiera para el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre Libia, lo que no es más que un eufemismo para designar la destrucción de la fuerza aérea de ese país y todas sus infraestructuras de apoyo y defensa en tierra, el señor Mustafa Gheriani, a la sazón portavoz del Consejo Nacional para la Transición en Libia, manifestaba: “Ojalá los europeos se decidan ahora”. Lo cual, evidentemente, era mucho pedir porque con opiniones divergentes y estrategias militares vacilantes no se puede decidir.

La crisis Libia viene de nuevo a demostrar que Europa no tiene envergadura internacional. Durante años, un marasmo de burócratas han intentado hacer de la Unión Europea una tercera potencia capaz de competir con Estados Unidos y China.

Durante años la Unión Europea ha tenido conversaciones y ha desarrollado todo tipo de planes para forjar una política exterior separada de la de Estados Unidos. Incluso se han llegado a planificar estrategias y unidades militares comunes.

Todos estos esfuerzos se han visto coronados por el más absoluto fracaso. En la actualidad nadie en el plano internacional cree capaz a la Unión Europea de afrontar problemas geopolíticos. Charles Grant, director del Centro para la Reforma Europea, se lamenta y dice: “en la mayoría de los principales problemas mundiales de seguridad, la Unión Europea es prácticamente irrelevante. Hable usted con personas con capacidad de decidir la política exterior rusa, china o india, y a lo más que llegan es a considerar a la Unión europea como un bloque comercial, con pretensiones fracasadas de poder internacional a causa de su división y de su escasa vertebración interna”.

La respuesta, según dicen los burócratas, fue el Tratado de Lisboa, que entró en vigor a finales de 2009 y que consolida el poder de la burocracia de Bruselas en materia de política exterior, arrebatando estas competencias a los parlamentos nacionales. Creando de facto, un presidente y un ministro de asuntos exteriores.

Este tratado, ratificado por un procedimiento de dudosa calidad democrática, es calificado por el presidente Sarkosy como necesario, debido a que:”Europa no puede continuar siendo un enano en términos de defensa y un gigante en asuntos económicos”.

Libia, en el área sur de Europa con lazos intensos de comercio exterior con la misma ofrecía una ocasión magnífica para demostrar la capacidad de actuar de la Unión Europea. Y efectivamente lo ha demostrado, ofreciendo un espectáculo de bochornosa inoperancia en el terreno internacional. Ya lo hizo en los Balcanes y lo vuelve a repetir con Libia a pesar del genocidio, de la resolución de la ONU y de la opinión pública internacional.

Los Estados Unidos, después del trato recibido por sus “aliados”en las guerras de Irak y Afghanistan, no están por la labor de liderar una intervención que, al final, pagarán los contribuyentes americanos y la sangre de sus soldados.

Los europeos permanecen profundamente divididos a cerca de la revuelta popular en el mundo árabe. Muchos paises europeos, especialmente aquellos con un pasado colonial como Gran Bretaña, Francia e Italia; mantienen provechosas relaciones comerciales con desacreditados dictadores. En París la ministra de asuntos exteriores, Michelle Alliot-Mari, tuvo que dimitir a causa de sus conexiones con el depuesto dictador tunecino, a quien el gobierno francés ofreció ayuda en temas de seguridad;Italia apoyó a Hosni Mubarak antes de su caída y, David Cameron, realizaba una gira de ventas por la región en el momento de estallar las manifestaciones: God save the queen.

Mientras el Presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Barroso, dice de manera teatral: “ es nuestro deber manifestar al pueblo árabe que estamos de su lado”;la principal preocupación de de la mayoría de los miembros de gobiernos de la UE no es otra que el comercio, el petroleo, el terrorismo y el control de la emigración.

Incluso ahora con la resolución de la ONU a favor de crear la zona de exclusión aérea, los líderes europeos se tiran la pelota unos a otros para determinar quien empieza el juego, por supuesto mirando de reojo a la sexta flota.

Es hora de que, ya que se ha querido así, cada palo aguante su vela. Los políticos europeos deben entender que si quieren ser internacionalmente considerados como un poder al que hay que tener en cuenta, deberán asumir los costes políticos, económicos y humanos que eso conlleva.

Para los Estados Unidos hoy no existe una razón geopolítica para provocar su intervención en Libia; incluso una supuesta guerra generalizada en el norte de África tendría más consecuencias para Europa que para los Estados Unidos.

Es el momento de afrontar decisiones sobre bases sólidas y decir la verdad al electorado. La UE quiere marcar la diferencia; pues bien , si quiere hacerlo debe superar su falta de unidad continental y su escasez de medios militares para apoyar sus decisiones. De otro modo nadie la tratará como la superpotencia que pretende ser.
 

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