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					Señor Presidente, Señorías, muchas gracias por la 
					invitación, y muchas gracias por tener la iniciativa de 
					abordar un asunto de tanta trascendencia para nuestras dos 
					ciudades como es el del reconocimiento de nuestras 
					singularidades en el seno de la unión Europea. Un asunto que 
					afrontaré procurando dar cuenta, de manera resumida, de los 
					aludidos condicionantes, así como de las necesidades y 
					razones que, según nuestro criterio, justifican el apelado 
					tratamiento singular. 
					 
					Sin embargo, y siendo consciente de la ocasión única que me 
					brindan, y se me presenta, me van a permitir que me aproxime 
					al objeto de la convocatoria haciéndoles, a modo de prólogo, 
					partícipes de algunos aspectos de nuestra realidad, de la 
					realidad de Ceuta, casi siempre necesitada de divulgación. 
					 
					Cumpliendo con esta pretensión debo comunicarles que, como 
					bien saben, Ceuta es parte de la España extrapeninsular; una 
					ciudad situada al otro lado del Estrecho, y que merece ser 
					calificada de atractiva. Atractiva por la generosidad con la 
					que la naturaleza la ha tratado; atractiva por la condición 
					de su gente, cálida y acogedora; y atractiva por ser un 
					lugar de encuentro donde se vive compartiendo por encima de 
					credos y razas; un lugar en el que la diversidad es motivo 
					de aprecio, y donde la historia ha dejado huellas que 
					acreditan, de manera irrefutable, su pasado. 
					 
					Una historia rica y profunda. Por aportar solo unas breves 
					referencias, me permito significa las siguientes: 
					 
					-Que los fenicios tuvieron en Ceuta una de sus factorías; 
					que debe su nombre a Roma, quien construyó una basílica 
					cuyos restos dan luz a uno de nuestros principales museos; y 
					que fue califal y andalusí, una época de esplendor cultural, 
					comercial y naval. 
					 
					-Que entra en la era moderna en 1415, pronto se cumplirán 
					600 años, de la mano del reino de Portugal, a quien debe 
					fuero, carácter y símbolos; y que en 1640, tras separase 
					nuevamente las dos coronas, las instituciones locales 
					deciden mantenerse fieles a la española, obteniendo de 
					Felipe IV el título de Noble, Leal y Fiel. 
					 
					-Que en siglo XIX los aires de libertad y constitucionales 
					cruzan, una vez más, el Estrecho, convirtiéndose la junta 
					local en ayuntamiento constitucional. Y las dos guerras, la 
					de la Independencia y la Africa, y con ellas hechos 
					heroicos. 
					 
					-Y que ya en el siglo XX, además de haber sido, en su primer 
					tercio, plataforma logística para la proyección de los 
					intereses de España en el norte de Africa, vive idénticos 
					avatares a los del resto de la Nación hasta alcanzar la 
					senda de libertad, de progreso y de concordia que ha 
					significado nuestra Constitución de 1978; y la integración 
					en Europa; y la promulgación, en 1995, de nuestro Estatuto 
					de Autonomía. 
					 
					Una historia que da fundamento a las principales esencias de 
					nuestra ciudad, entre ellas: 
					 
					a) La de ser una prolongación de la península en el norte de 
					Africa; si se me permite la licencia simbólica, Hércules, 
					que plantó en Ceuta una de sus columnas, no nos separó, 
					antes al contrario, estableció un puente permanente entre 
					las dos orillas para el tránsito vital de la cultura, la 
					ciencia, el arte y el pensamiento, y sobre todo, los 
					sentimientos, que cuando cruzan el Estrecho en vez de 
					devaluarse se reafirman. 
					 
					b) Su secular carácter de lugar propicio para la 
					convivencia. Ceuta fue pionera e impulsora de la libertad de 
					cultos y de la acogida a las comunidades judía, musulmana e 
					hindú. 
					 
					c) El valor de la resistencia, como prueba el haber 
					defendido, durante el siglo XVIII, un asedio que duró más de 
					30 años; y 
					 
					d) La principal condición: la ser y sentirse España. Un 
					sentimiento compartido por todos los ceutíes, por encima de 
					ideologías, credos y razas; un sentimiento que, en algunas 
					muy significadas ocasiones, sale a la calle para 
					manifestarse de manera entusiasta y rotunda; así fue en la 
					fecha inolvidable en la que los ceutíes tuvimos la dicha de 
					recibir a sus Majestades Los Reyes. Un día en el que los 
					ceutíes percibimos a pie de calle, en nuestro palacio 
					municipal y, muy especialmente, en nuestros corazones, que 
					el Rey, que su Majestad es, además de jefe del Estado, el 
					símbolo de su unidad y permanencia. 
					 
					Los ceutíes nos sentimos orgullosos de nuestra historia, de 
					sus personajes ilustres, como son los casos de Al Idrissis, 
					uno de nuestros principales cartógrafos, de Enrique el 
					Navegante, fiel reflejo de nuestro carácter, o del Teniente 
					Ruiz, nuestro héroe del 2 de mayo; y de formar parte de una 
					España unida, plural, cohesionada y solidaria. Una 
					condición, como ha quedado dicho, esencial, cuya defensa 
					también se manifiesta en el empeño, cotidiano y anónimo, por 
					superar unos condicionantes y dificultades que nos 
					caracterizan. Empeño por lograr unos niveles de vida, de 
					calidad en los servicios públicos, de cohesión social, y de 
					oportunidades iguales a los del resto de España; empeño, en 
					definitiva, por evitar que las mencionadas dificultades 
					penalicen la residencia en nuestras dos ciudades y, de esta 
					forma, provoquen el desarraigo de la población. Para ello 
					sabemos que no estamos solos; para ello sabemos que podemos 
					contar con el apoyo solidario del resto de los españoles.
					 
					 
					Los condicionantes y sus efectos 
					 
					Efectivamente, Ceuta y Melilla sufren unos condicionantes y 
					unas dificultades singulares en el territorio común, ya que 
					a la extrapeninsularidad, a la escasez de recursos 
					naturales, y la reducida superficie, se une el hecho de ser 
					las dos únicas fronteras terrestres de España y de Europa en 
					el continente africano. 
					 
					En mi opinión, la mejor manera de entender los efectos de 
					los mencionados condicionantes y dificultades es a través de 
					los ejemplos, algunos son muy ilustrativos: 
					 
					a) La ciudad de Ceuta, que, como bien saben, es al mismo 
					tiempo entidad local y autonómica, no puede compartir los 
					costes ni, por tanto, mancomunar ningún servicio con ninguna 
					comarca próxima, ni recurrir a ningún ayuntamiento vecino en 
					situaciones de necesidad. Este es el caso, entre otros, del 
					servicio de extinción de incendios. Nuestra ciudad necesita, 
					y cuenta, con una plantilla de aproximadamente 90 bomberos, 
					cuando la media es de 30 funcionarios en municipios de 
					similar tamaño. 
					 
					b) En Ceuta no contamos con ningún recurso hídrico natural, 
					salvo la pluviometría, que, por otra parte, ve limitadas sus 
					posibilidades de aprovechamiento por la reducida capacidad 
					de embalse. Como resultado, casi toda el agua que consumimos 
					procede de la desalinización, lo que supone soportar un 
					coste por metro cúbico de agua producida o captada tres 
					veces superior a la media nacional. 
					 
					c) El reducido tamaño, y por tanto la no disponibilidad, en 
					términos de población, de una masa crítica adecuada, hace 
					que también se encarezcan, en comparación con el resto de 
					España y de manera exponencial, otros dos servicios 
					medioambientales básicos: el tratamiento y eliminación de 
					residuos y la depuración de las aguas. 
					 
					d) La falta de suelo –las propiedad de Defensa y los 
					espacios de reserva natural suponen dos tercios de la 
					superficie total – derivan en enormes dificultades para la 
					dotación de equipamientos y para la construcción de 
					viviendas. 
					 
					e) Y para terminar con los ejemplos de servicios típicamente 
					municipales: la limpieza viaria y la recogida domiciliaria 
					de basuras; un servicio cuyo coste por habitante duplica en 
					Ceuta a la media nacional, por razón de su compleja 
					orografía, de la alta densidad de población, incluida la 
					flotante, y del trasiego de la frontera. 
					 
					Mención especial merece el análisis de las consecuencias que 
					se derivan de ser, nuestras dos ciudades, fronteras entre 
					dos mundos con abismales diferencias de niveles de vida y de 
					protección social. La primera de estas consecuencias, la 
					presión migratoria. Ceuta y Melilla experimentan la presión 
					migratoria en casi todas sus variantes:  
					 
					a) La de origen subsahariano, asiático y magrebí que utiliza 
					a nuestras dos ciudades como tránsito para pasar a la 
					península, lo que obliga a un extraordinario despliegue en 
					orden a garantizar la seguridad de los respectivos 
					perímetros fronterizos, y al mantenimiento de dos centros de 
					estancia temporal de inmigrantes, en ocasiones sometidos a 
					tensiones que trascienden al conjunto de la ciudadanía; y
					 
					 
					b) la de carácter transeúnte, la que procede de las 
					localidades próximas del país vecino, personas que pasan 
					todos los días las fronteras para buscarse la vida o 
					satisfacer otras necesidades vitales; a este respecto, el 
					ejemplo de la asistencia hospitalaria es probablemente el 
					más elocuente, pero no el único; en el ámbito de los 
					servicios que son competencia de la Ciudad Autónoma, cerca 
					de un 15% de los usuarios de las prestaciones sociales 
					básicas son residentes en el vecino país; y el 80% de los 
					gastos de atención a menores, que se cifra en una cantidad 
					cercana a los 10 millones de euros al año, son originados 
					por menores extranjeros no acompañados. Un esfuerzo que pone 
					en evidencia el carácter solidario de ceutíes y melillenses, 
					por cuanto que estos mismos recursos podrían destinarse, de 
					manera alternativa, a cubrir en nuestras ciudades 
					necesidades sociales de la población residente, que también 
					son muchas y muy acuciantes. 
					 
					Al amparo del señalado hecho fronterizo se sustenta un 
					asimismo singular actividad económica que para Ceuta supone 
					un relevante renglón comercial, tanto por lo que hace 
					referencia a los turistas procedentes del país vecino como, 
					y muy especialmente, por lo que concierne al denominado 
					comercio transfronterizo, que se estima moviliza un volumen 
					de 266 millones de euros al año. En cualquier caso, una 
					actividad comercial que, conviene aclarar, beneficia mucho 
					más, muchísimo más, al país vecino que a Ceuta, en renta, en 
					empleo, y en suministros básicos. Baste significar que, de 
					esta actividad comercial y de otras oportunidades de empleo 
					que nuestra ciudad ofrece, en las localidades próximas del 
					país vecino viven cerca de 17.000 familias, sin computar los 
					efectos indirectos o inducidos. 
					 
					Relaciones económicas y comerciales que las instituciones 
					ceutíes y los agentes locales desean normalizar y potenciar 
					mediante el establecimiento de una aduana comercial en el 
					paso fronterizo; una aspiración que, por razones obvias, 
					sería beneficiosa para ambos lados de la frontera; pero que 
					sabemos que no es nada fácil, más bien todo lo contrario, 
					muy difícil, porque el comportamiento de las autoridades del 
					país vecino demuestra un nulo interés por favorecer vías de 
					colaboración y complementariedad en el campo económico y 
					comercial. Los ejemplos son igualmente concluyentes.  
					 
					La comentada imposibilidad de ampliar el mercado a través 
					del país vecino, e incluso de abaratar determinados 
					abastecimientos procedentes del mismo, como es el caso de 
					los áridos, unido a la antes referida extrapeninsularidad, 
					implican, en la práctica, el estrangulamiento de la 
					actividad productiva local, cuyo desarrollo se enfrenta a 
					dos muros infranqueables: de una parte, la mencionada 
					actitud negativa de las autoridades del país vecino para 
					enfocar las relaciones económicas desde la óptica de la 
					complementariedad, la normalización y la cooperación; y, de 
					otra, la barrera de tener que soportar el precio del 
					transporte marítimo más caro de España y de Europa. Unas 
					limitaciones que explican por qué la actividad productiva 
					tiene tan poco peso en el producto interior bruto de Ceuta, 
					y por ende, por qué sufrimos de manera endémica una altísima 
					tasa de paro, característicamente inelástica en relación con 
					la situación económica general.  
					 
					El Régimen Económico y Fiscal especial y el balance de la 
					integración en la unión europea 
					 
					Para dar respuesta a los expresados condicionantes, y a sus 
					efectos, tanto en Ceuta como en Melilla, la presencia de las 
					administraciones públicas y de las inversiones de esta 
					naturaleza son sensiblemente superiores a la media del resto 
					de España, y además nuestras dos ciudades cuentan con un 
					régimen económico y fiscal especial respecto del que resulta 
					oportuno comentar algunos de sus rasgos característicos: 
					 
					a) Se trata de un fuero tradicional. A Ceuta se le reconoce 
					la condición de territorio franco en 1863, existiendo otros 
					precedentes históricos de exenciones fiscales y arancelarias 
					de parecida naturaleza. 
					 
					b) No convierte a nuestras dos ciudades en paraísos 
					fiscales. Ni lo hemos sido nunca, ni lo somos, ni lo 
					queremos ser. 
					 
					c) Es plenamente compatible con el derecho comunitario. De 
					forma tal – esta es otra de las especificidades económicas 
					de nuestras dos ciudades – que Ceuta y Melilla están 
					integradas en la Unión Europea pero no forman parte de la 
					Unión Aduanera; y 
					 
					d) En cuanto a su contenido, junto con la mencionada 
					condición de territorio franco aduanero, este se concreta, 
					de manera así mismo resumida, en: la no aplicación de la 
					imposición indirecta estatal, tanto general como especial; 
					la existencia de bonificaciones y deducciones en la 
					imposición directa, IRPF y sociedades; la vigencia de un 
					tributo local propio que en la actualidad grava las 
					importaciones, las operaciones interiores y los servicios, y 
					que constituye la principal fuente de financiación de los 
					servicios que la Ciudad tiene encomendados; y la aplicación 
					de bonificaciones en las cuotas a la Seguridad Social para 
					los trabajadores y empresas pertenecientes a los sectores 
					del comercio, la hostelería, el turismo y la industria. Un 
					incentivo, este último, relativamente reciente, por cuanto 
					data del año 2003, y que ha sido, en lo que hace referencia 
					a sus efectos en el empleo, la medida más importante 
					adoptada durante los últimos 25 años en el ámbito del 
					régimen económico y fiscal especial de nuestras dos 
					ciudades. 
					 
					Un régimen especial que se mantuvo sin prácticamente ninguna 
					variación con ocasión de nuestro ingreso en la Unión 
					Europea, entonces Comunidad Económica Europea; una decisión 
					que, cabe presumir, se tomó por considerar que la nueva 
					situación, a pesar del cambio radical que suponía, no 
					impediría que el señalado fuero especial pudiese atender 
					satisfactoriamente los objetivos que, insisto, lo 
					justifican: contrarrestar, de manera eficaz, los efectos 
					que, tanto en la cobertura de los servicios públicos como el 
					desarrollo económico, tienen los condicionantes que 
					singularizan a nuestras dos ciudades. 
					 
					Aún cuando forma parte del pasado, considero oportuno, 
					atendidos los fines de esta comparecencia, hacer un poco de 
					memoria. Un ejercicio que nos permite recordar que el primer 
					impacto de la comentada integración en la Unión Europea no 
					fue nada beneficioso para la economía ceutí, y ello por dos 
					razones:  
					 
					a) Le dio la puntilla a un modelo basado en la 
					excepcionalidad que suponía un territorio franco aduanero a 
					tan solo 20 kilómetros de distancia de un ámbito 
					marcadamente proteccionista; un modelo en el que sus dos más 
					notables manifestaciones eran la economía del bazar y el 
					avituallamiento a buques; y 
					 
					b) Puso en jaque a la principal fuente de financiación de la 
					ciudad, entonces ayuntamiento, al considerarse por las 
					instancias comunitarias, y por los tribunales nacionales, 
					que el anterior arbitrio discriminaba a las importaciones en 
					beneficio de la producción interior. 
					 
					Además, y de manera casi simultánea, se producen otros 
					acontecimientos que agravan aún más el panorama: la 
					aparición de Gibraltar como un competidor comercial mucho 
					mejor situado para atender a la demanda peninsular que 
					buscaba ventajas fiscales comparativas; la drástica 
					reducción de los efectivos militares; y la confirmación del 
					peligro que suponía la cada vez mayor dependencia de la 
					hacienda local de la evolución del comercio transfronterizo. 
					 
					Con el paso del tiempo, las cosas cambian, y de manera 
					sustancial; así: 
					 
					a) Aparecen las ayudas procedentes de Europa bajo la forma 
					de fondos estructurales y de cohesión. Unas ayudas que 
					alcanzan su máximo histórico en el periodo 2000/2006, con 
					una media anual de ayuda de 22,4 millones de euros. 
					 
					b) Se toman medidas para fortalecer y garantizar la 
					suficiencia de la hacienda local, concretamente en los años 
					1996 y 2001, en los que, respectivamente, se refuerza el 
					anterior arbitrio municipal con los impuestos especiales 
					sobre las labores del tabaco y sobre los hidrocarburos, 
					además de con el extinto ITE; y se establece un mecanismo 
					legal para garantizar la recaudación del nuevo tributo al 
					margen de la evolución que experimente el tantas veces 
					referido comercio transfronterizo. Dos medidas que en estos 
					momentos representan, en cuanto a su repercusión fiscal, más 
					del 40% del presupuesto corriente de la Ciudad, y que 
					reportan una cifra cercana a los 90 millones de euros 
					anuales. 
					 
					Gracias a las señaladas fuentes de financiación, la ciudad 
					recupera el tiempo perdido y, en consecuencia, renueva y 
					moderniza la trama urbana y los equipamientos de toda 
					índole; resuelve problemas crónicos de naturaleza 
					medioambiental, como son los casos de la cobertura integral 
					del ciclo del agua y del vertido de los residuos sólidos 
					urbanos; mejora la calidad de los centros hospitalarios, de 
					los educativos, y de los servicios locales, hasta 
					equipararlos a las medias nacionales; aumenta el nivel de 
					protección social; pone en valor el patrimonio histórico, 
					natural y cultural; y amplía las infraestructuras del 
					transporte, entre otras realizaciones. 
					 
					Al mismo tiempo, el esfuerzo inversor llevado a cabo permite 
					que se reduzca en 11 puntos la diferencia que en renta per 
					cápita existía con la media nacional, que ahora son 
					prácticamente iguales; que se hayan producido 4.800 altas en 
					la Seguridad Social en los últimos diez años, con un 
					crecimiento relativo superior al del resto de España; y que 
					la hacienda de la ciudad haya podido cubrir los déficits de 
					los servicios transferidos al amparo del estatuto de 
					Autonomía, e implicarse económicamente, y de manera notable 
					dadas las acuciantes necesidades, en áreas de gestión que no 
					entran dentro de sus competencias. Son los casos de la 
					educación, el empleo, y de los servicios sociales.  
					 
					Por tanto, y en resumen, un balance positivo de la comentada 
					integración en la Unión Europea, por el beneficioso impacto 
					que las ayudas recibidas han tenido, pero también, y de 
					manera muy significada, por otras dos razones de mucho peso: 
					porque la incorporación a Europa ha reportado a nuestra 
					ciudad estabilidad, confianza, y seguridad; y porque ha sido 
					buena para España, y todo lo que sea bueno para España es, 
					sin duda alguna, bueno para Ceuta. 
					 
					Un apoyo por parte de Europa que debe continuar por ser 
					vital para poder seguir acometiendo la tarea de remediar los 
					déficits que, en infraestructuras y equipamientos, todavía 
					persisten, pese al esfuerzo realizado; y porque la pérdida o 
					la caída de las referidas ayudas tendría efectos muy 
					perniciosos en el producto interior. 
					 
					En cualquier caso, el referido balance positivo en materia 
					de equipamientos y de servicios públicos, no nos debe hacer 
					olvidar que ni los aludidos efectos beneficiosos de la 
					integración en la Unión Europea ni tampoco el contenido del 
					régimen económico y fiscal especial, han sido suficientes 
					para atender eficazmente el otro gran objetivo: vencer las 
					barreras que, como antes decía, estrangulan y dificultan el 
					desarrollo de la actividad productiva y la creación de 
					empleo en nuestras dos ciudades. Para ello se necesita más; 
					para ello se necesita afrontar, con audacia y determinación, 
					la actualización y perfeccionamiento del mencionado régimen 
					especial, lo que, a su vez, supondría cumplir con el mandato 
					recogido en nuestros Estatutos de Autonomía. 
					 
					Una revisión del REF que, más que impedir, anima a 
					reflexionar igualmente acerca del mantenimiento de la 
					condición de territorio franco aduanero; por tanto acerca de 
					la posible incorporación de nuestras dos ciudades a la Unión 
					Aduanera Común. Una decisión que, en todo caso, debería 
					estar supeditada al cumplimiento de dos condiciones: que la 
					misma sea compatible con el resto de peculiaridades 
					fiscales; y que no perjudique a las actividades que, de 
					manera tradicional, vienen llevándose a cabo al amparo del 
					actual estatus arancelario. 
					 
					Peticiones 
					 
					En fin, Señor Presidente, Señorías, estas son, a grandes 
					rasgos, las peculiaridades y las necesidades que, en nuestra 
					opinión, justifican un tratamiento singular por parte de la 
					Unión Europea para nuestras dos ciudades. Un tratamiento 
					específico de características parecidas al dispensado a las 
					regiones ultraperiféricas, que debe tener dos consecuencias 
					ineludibles y, quizás inmediatas: 
					 
					a) El mantenimiento, y si es posible, el incremento de las 
					ayudas que ahora se reciben, con independencia de cual sea 
					la evolución del PIB per cápita en términos comparados con 
					el resto de la Unión. A estos efectos debe tenerse en cuenta 
					el precedente del vigente periodo de programación, donde se 
					consideró, para un incremento de las ayudas, nuestra 
					singular condición fronteriza; y 
					 
					b) El reconocimiento y autorización, en lo que proceda, de 
					las ayudas de Estado e incentivos que sean precisos para 
					contrarrestar eficazmente los efectos que, en los servicios 
					públicos, en la actividad económica, en el empleo, y en la 
					cohesión social, tienen los tantas veces mencionados 
					condicionantes estructurales. 
					 
					Pero, Señor Presidente, Señorías, con ello no basta. Si de 
					verdad se quiere prestar atención a las difíciles y 
					complejas circunstancias que en nuestras dos ciudades 
					concurren; si de verdad se quiere cumplir con la obligación 
					de propiciar la igualdad de todos los españoles en niveles 
					de vida, en calidad de los servicios públicos, y en 
					oportunidades de empleo; con independencia de que vivamos en 
					nuestras dos ciudades autónomas, en la península o en las 
					islas; resulta imprescindible, e insustituible, la decidida 
					acción de los poderes del Estado. 
					 
					Al servicio de los expresados objetivos, con base en los 
					argumentos que he tenido la oportunidad de exponer en esta 
					comparecencia, y desde la más sincera y absoluta lealtad 
					institucional, las dos ciudades hemos planteado, y 
					defendemos, un conjunto de medidas que, en resumen, se 
					corresponden con: 
					 
					1.- Compensar a las dos Ciudades por los mayores costes que 
					en los servicios transferidos ocasiona el hecho fronterizo y 
					la extrapeninsularidad. 
					 
					2.- Establecer los mecanismos que sean necesarios para 
					garantizar unos precios iguales a los del resto de España en 
					los servicios básicos de abastecimiento de agua, depuración 
					de las residuales, tratamiento y eliminación de los residuos 
					sólidos urbanos, y suministro de energía. 
					 
					3.- Intensificar los esfuerzos en cohesión social y en la 
					lucha contra las condiciones de marginalidad. 
					 
					4.- Ampliar las bonificaciones y deducciones en sociedades y 
					en el IRPF, al objeto de incentivar la inversión y el empleo 
					y favorecer la residencia. 
					 
					5.- Consolidar y ampliar el régimen de bonificaciones en las 
					cuotas a la Seguridad Social, de conformidad con los 
					acuerdos que al respeto han sido alcanzados. 
					 
					6.- Revisar el IPSI, con la finalidad de que, sin perder su 
					función fundamental de garantizar la suficiencia financiera 
					de las haciendas de nuestras dos ciudades, sea, al mismo 
					tiempo, un instrumento que favorezca la mejora de la 
					competitividad del tejido productivo local, y en particular 
					del comercio. 
					 
					7-. Abaratar el precio de los transportes marítimos y 
					aéreos, para evitar que estos precios sean barreras 
					insalvables para el desarrollo de nuestras dos ciudades; y 
					 
					8.- Considerar a los puertos de nuestras dos ciudades como 
					infraestructuras vitales para satisfacer aprovisionamientos 
					básicos y para la comunicación con el resto de España, 
					reconociéndoles, por tal motivo, un trato especial en el que 
					no prime el criterio común de viabilidad y racionalidad 
					empresarial.  
					 
					De cualquier forma, y participando de las difíciles 
					circunstancias económicas y presupuestarias que a todas las 
					administraciones nos ha tocado vivir, también queremos dejar 
					constancia de nuestro compromiso con la austeridad y la 
					contención del gasto, procurando, a estos efectos, 
					optimizar, hasta el límite de lo posible, los recursos 
					disponibles. 
					 
					Despedida y cierre 
					 
					Para terminar, y reiterando mi agradecimiento, tanto por la 
					invitación como por la atención prestada, me van a permitir 
					que les traslade dos últimas convicciones: 
					 
					Una, que Ceuta y Melilla necesitan de la ayuda solidaria del 
					Estado y de Europa para afrontar y superar las difíciles 
					circunstancias que, en forma de condicionantes 
					estructurales, en nuestra dos ciudades concurren. Una 
					petición que planteamos a quien puede, pero, sobre todo, a 
					quien estoy seguro de que quiere. 
					 
					La otra, que Ceuta y Melilla merecen ser ayudadas, porque 
					representan un ejemplo de vocación permanente de servicio a 
					España, y un modelo de convivencia basado en el aprecio y 
					respeto a la diversidad cultural y étnica, en el imperio de 
					la ley, en la supremacía de los valores democráticos 
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