| 
                     
					Llegó el pasado lunes de Japón. Una experiencia intensa y 
					muy dura de la que, sin embargo, ha aprendido mucho. Además 
					de destacar como un excelente corresponsal, Nicolás 
					Castellano también es especialista en inmigración. El haber 
					vivido en diferentes países del África occidental le ha dado 
					una gran capacidad para valorar este fenómeno. Es claro en 
					sus afirmaciones, las medidas policiales y militares de la 
					Unión Europea han sido “un fracaso”. También lo es al 
					reconocer que en España pesa demasiado la actitud de 
					conveniencia. Esta tarde en la UNED, el redactor de la 
					cadena SER tratará de acercar a los asistentes al Congreso 
					de Periodismo cuáles son los retos para dar una información 
					de la mejor calidad. 
					 
					Pregunta.- ¿Sobre qué pilares se sustentará su ponencia de 
					esta tarde? 
					 
					Respuesta.- Hablaré sobre la forma en la que la SER ha 
					afrontado este fenómeno. Pero también me apoyaré sobre mis 
					experiencias en los terremotos de Haití y Japón, de donde 
					llegué el lunes pasado, analizaré los retos y los errores en 
					la forma de informar del terremoto de Japón. 
					 
					P.- Una de las cosas que más ha llamado la atención es la 
					forma de afrontar este hecho por el pueblo japonés... 
					 
					R.- Ha sido una sorpresa. Es una sociedad diferente y el 
					duelo se vive de otra forma, aunque no es cierto que los 
					japoneses no hayan llorado. La gente aguarda colas de horas 
					sin protestar, encajan el hecho de que no haya agua en los 
					supermercados...En el mundo latino esto sería inconcebible. 
					En Haití la gente se desesperaba aunque, sin duda, son 
					contextos muy distintos.  
					 
					P.- ¿Se plantea regresar próximamente? 
					 
					R.-Es la idea que tenemos. En la SER tenemos claro el 
					seguimiento de la información. En inmigración también 
					ocurre, no sólo nos quedamos con el chico que llega a una 
					playa, tratamos de hablar con la familia y conocer su 
					historia. Ha sido otro reto para buscar respuestas a las 
					preguntas que nos hacíamos en los primeros años del fenómeno 
					de las llegadas clandestinas.  
					 
					P.- Sin embargo, en periodismo cada vez resulta más 
					complicado seguir una información, las noticias dejan de 
					interesar... 
					 
					R.- Y duran cada vez menos. El periodismo digital ha hecho 
					que querramos estar informados permanentemente. Eso hace que 
					una gran noticia pueda durar apenas horas. Llega Libia y 
					parece que Japón desaparece. No es que nos olvidemos a 
					propósito sino que depende mucho del impacto del titular o 
					de la historia que vaya aconteciendo. Japón se ha mantenido 
					tanto porque es la segunda alerta nuclear más importante de 
					la historia, tras Chernóbil pero sí se ha perdido un poco de 
					interés en los miles de muertos y desaparecidos.  
					 
					P.- ¿No va eso en detrimento de la esencia misma del 
					periodismo? 
					 
					R.- Los grandes maestros lo dicen. Kapuscinski decía que el 
					contexto era muy necesario y eso, en la actualidad, cada vez 
					está menos presente. García Márquez, por ejemplo, señaló en 
					una ponencia que el gran problema del periodismo en España 
					es que no se seguían las historias. Nos adelantamos a la 
					competencia, damos exclusivas pero la calidad del producto 
					merma. Sin embargo, el fruto del periodismo siempre ha sido 
					el hecho diferencial, será el que nos dé el futuro. Con el 
					suceso de Japón no era suficiente tratarlo desde España, 
					había que ir allí y hablar con los protagonistas. Nosotros 
					pudimos entrevistar al jefe de Bomberos de Fukushima. Hay 
					que apostar por esas historias. Por otro lado, ahora parece 
					que muchos medios han descubierto que en España se hicieron 
					redadas migratorias como lo denunció Cáritas. Y nosotros ya 
					nos habíamos hecho eco de eso hace dos años. El periodismo 
					debe hacerse más profundo aunque en paralelo a la 
					competición propia de esta profesión.  
					 
					P.- ¿Cómo se prepara para afrontar situaciones tan 
					complicadas como las que ha cubierto? 
					 
					R.- A mí me comunicaron que me marchaba a Japón diez horas 
					antes de que saliera el vuelo. Pero uno trata de 
					documentarse, además de los conocimientos previos que ya se 
					tienen sobre el tema. También tratas de buscar contactos y, 
					muy importante, buscas una traductora porque el bloqueo de 
					la lengua puede ser muy importante. Llegamos el 16 de marzo, 
					el día de la máxima alerta nuclear. Todo el mundo, hasta el 
					comisario europeo, hablaba de apocalipsis. Y lógicamente, 
					llegué apesadumbrado pero preparado con pastillas de yodo, 
					medidor de radiación... Y, especialmente, con los ojos muy 
					abiertos y los oídos dispuestos para poner voz a todo lo que 
					ocurría. Había incertidumbre por las circunstancias tan 
					extraordinarias.  
					 
					P.- Es fácil caer en el morbo, ¿cómo lo evitan? 
					 
					R.- Somos un medio de comunicación serio, no podíamos caer 
					en el alarmismo. Había medios internacionales que informaban 
					de una manera que parecía que Japón iba a desaparecer del 
					mapa. Somos responsables de ofrecer una información 
					contrastada. Las especulaciones no pueden ser material 
					informativo como mucho, materia de debate con un café.  
					 
					P.- Volviendo al tema de la inmigración, Ceuta le 
					resultará de gran interés... 
					 
					R.- Es un fenómeno muy amplio, no sólo por las llegadas 
					clandestinas, sino también por el gran número de historias 
					de vida como, por ejemplo, la situación de los indios o de 
					muchas otras personas que llevan ya varios años esperando 
					cruzar a la península. Cualquier historia que pueda hacer 
					entender a los ciudadanos la importancia de la inmigración 
					nos lleva a estar muy pendientes de Ceuta y Melilla. Son 
					referentes. En 2005 llegaron a copar la atención máxima. 
					Estas dos ciudades han sido laboratorios de las medidas 
					policiales y militares de la Unión Europea. Aunque, desde mi 
					punto de vista, estas medidas son un fracaso absoluto. Si la 
					gente tiene la necesidad de cruzar igual no lo hace por 
					Ceuta o Melilla porque, básicamente, en España no hay 
					trabajo. Pero buscará otras formas. La inmigración, por 
					desgracia, es un elemento electoralista, si no fuera así 
					igual nos iría mejor. La política con respecto a la valla en 
					Ceuta y Melilla ha sido un fracaso. Las personas buscan 
					nuevas vías, como Libia o Lampedusa. Grecia, en la 
					actualidad, es la puerta principal de inmigración 
					clandestina y van a optar por la solución de la valla en la 
					frontera con Turquía. Pero España y Europa fracasan al 
					pensar que la inmigración se regula únicamente con medidas 
					policiales.  
					 
					P.- Desde su perspectiva, ¿qué medidas serían efectivas 
					para contrarrestar una situación tan grave? 
					 
					R.- Como periodista pocas ideas relevantes podría aportar. 
					Pero como persona he recorrido muchos países de origen y 
					tránsito hacia España. No puedo compartir unas medidas 
					policiales que generan dramas. Cuando se producen tragedias 
					siempre es un fracaso. Ese no es el camino, parece que 
					únicamente nos interesa la población de otros países para 
					que nos ayuden en el mercado laboral. Es decir, una visión 
					de la inmigración como un fenómeno de usar y tirar. Hasta 
					que llegó la crisis económica nadie discutía los métodos de 
					entrada. Pero ahora ya no nos interesa que tengan los mismos 
					derechos al trabajar. El debate, desde luego, es muy 
					complejo pero no me parece justo con la historia de España, 
					donde el fenómeno de la emigración ha sido tan grande, que 
					existan leyes diferentes para los que vienen y los que van. 
					Igual es un planteamiento idealista pero, como ser humano y 
					con mis conocimientos sobre el tema, no puedo estar de 
					acuerdo en que el método contra la inmigración sean las 
					barreras. Parece una carrera de obstáculos. Sólo nos 
					interesa cuando vienen a limpiar a nuestras casas o cuando 
					trabajan en cosas que no queremos hacer nosotros. Pero 
					cuando llegan a tener derechos, los planteamientos cambian.
					 
					 
					P.- Conoce muy bien el continente africano, ¿qué 
					aprendizaje le queda? 
					 
					R.- Nos pueden dar muchas lecciones. Ahora muchos de esos 
					países se han convertido en un ejemplo al querer ganarse el 
					derecho a la democracia. Esa gente ha encontrado su momento 
					y son una lección de lucha. Aquí nos hemos conformado con el 
					llamado estado de bienestar.  
					 
					P.- ¿Qué cree que ocurrirá en Marruecos? 
					 
					R.- A todos nos gustaría que las reformas anunciadas por el 
					Rey Mohammed VI se llevaran a cabo. Pero la experiencia me 
					dice que, de momento, no se han ganado la credibilidad 
					suficiente. Aunque sí ha ocurrido en otros países, también 
					puede hacerse allí.  
   |