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					Nada parece detener a los inmigrantes que tratan de llegar a 
					territorio peninsular ocultos en alguno de los camiones que 
					a diario trasladan la basura de Ceuta desde la Planta de 
					Transferencia de Residuos de Urbaser hasta Algeciras. Ni la 
					construcción de un muro que protege parte de las 
					instalaciones ni la presencia más intensa de la Guardia 
					Civil disuaden a los residentes del CETI que tienen marcada 
					una ruta cotidiana hasta el Hacho y, una vez allí, a través 
					del monte, hacia el interior de la planta. Además de 
					aumentar su presencia, también es creciente su agresividad, 
					según los empleados de Urbaser, que se sienten impotentes. 
					 
					Los inmigrantes que buscan cruzar a la península ocultos en 
					los camiones de basura han intensificado no sólo sus 
					intentos de colarse en la Planta de Transferencia del Hacho, 
					sino también el grado de intimidación o de agresividad que 
					emplean con los trabajadores de Urbaser cuando son 
					descubiertos o intentan echarles de las instalaciones. “Ya 
					no pueden hacer nada, aunque les vean esconderse, les dejan 
					porque se ponen agresivos, han llegado a venir incluso con 
					navajas”, afirma uno de los responsables de la planta. 
					 
					EL PUEBLO informaba ayer del repunte en las incursiones de 
					los inmigrantes en la planta a la hora del almuerzo, 
					aprovechando la ausencia momentánea de los operarios, pero 
					por la tarde, se produjeron, tal como informaron ayer los 
					representantes de la empresa, incidentes de mayor gravedad, 
					de los que se dio aviso a la Guardia Civil. “A eso de las 
					cinco de la tarde fue mucho peor que a mediodía; empezaron a 
					aparecer por todos los lados, entran muchos y ya no sabemos 
					qué hacer”, aseguraban las mismas fuentes. 
					 
					Lo cierto es que los inmigrantes, en su mayoría, 
					subsaharianos, que intentan esta huida a la desesperada de 
					Ceuta han “perfeccionado” sus estrategias de acceso a la 
					Planta de Transferencia. Tal como pudo comprobar ayer este 
					diario, los residentes del CETI tienen trazada una “ruta” 
					común de acceso a las instalaciones. Tras llegar a pie hasta 
					la zona de Santa Catalina, la mayoría accede a la carretera 
					de circunvalación del Hacho a través del nuevo vial que la 
					enlaza con los cementerios y la EDAR. Una vez allí, trepan 
					por una escarpada pared del margen interior de la carretera 
					y, a través de una vereda y de espacios abiertos en medio de 
					la vegetación, se acercan hasta una zona próxima a la 
					planta. En este punto, descienden hacia los acantilados que 
					bordean las instalaciones gestionadas por Urbaser por una 
					parte del terreno que forma otro camino desde el arcén de la 
					carretera. 
					 
					Un muro insuficiente 
					 
					Después de los sucesos más graves, que en diciembre del 
					pasado año dieron lugar a la muerte de un joven camerunés, 
					Paul Charles, al volcar el camión en el que se había 
					ocultado, se construyó un muro de hormigón que, sin embargo, 
					no protege la totalidad de las instalaciones. Hay una zona 
					en la que los inmigrantes han roto la valla metálica de 
					protección y acceden directamente a una zona de 
					contenedores. “Ayer -por el miércoles- retiramos de ahí a un 
					montón de ellos”, señalaba uno de los trabajadores en 
					referencia a una zona alta de vegetación situada entre el 
					área protegida con el muro y la que no lo está, una especie 
					de “oteadero” desde el que esperar el momento oportuno para 
					tratar de introducirse en las instalaciones. 
					 
					Salvo en este caso, la presencia de los inmigrantes en el 
					entorno de la planta es muy difícil de detectar. La espesa 
					vegetación del Hacho y las ropas oscuras que visten les 
					sirven para camuflarse. Además, se construyen observatorios 
					que ocultan entre la maleza a base de ramas y hojas de 
					árboles. Con paciencia, en solitario o en pequeños grupos, 
					esperan escondidos la oportunidad de subirse a un camión. 
					 
					Muchos inmigrantes, algunos identificados en varias 
					ocasiones por la Guardia Civil, repiten sus intentos una y 
					otra vez, a pesar del peligro, pues además de a morir 
					asfixiados en los huecos de los camiones se exponen a ser 
					aplastados por la carga cuando se introducen en los 
					contenedores. Hay quien como el guineano Amara Kamara, 
					entrevistado por este diario en marzo pasado, se arriesgan 
					además a despeñarse por los acantilados. 
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