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					Adiós con el corazón. Que con el alma no puedo. Como en la 
					canción, el último pleno ordinario de la Asamblea de la 
					Ciudad 2007-2011 terminó con nostalgia en el ambiente. 
					Palabras de balance más emocional que político en los que 
					siguen y despedidas por parte de los que ya no repiten. 
					 
					Había que ver a ese Mohamed Alí, con nombre de boxeador 
					mítico y estatura NBA, acercarse al siempre discreto Juan 
					Manuel Doncel y tenderle la mano ante la próxima marcha de 
					un consejero que no repite. “Le he deseado suerte el 22 de 
					mayo y él en mi futuro profesional en el área en la que yo 
					esté”, comentaba el diputado popular. Los dos acreditaron 
					con un apretón de manos la buena relación mantenida en la 
					legislatura y el diputado popular expresó a su oponente 
					político el deseo de mantener la colaboración donde este 
					cada uno de ellos. Muy deportivo todo. Adversarios sí, 
					enemigos, no. Que las fricciones de la contienda política no 
					traspasen a lo personal. ‘Savoir faire’. Ya le gustaría a 
					Guardiola recibir esos cumplidos del gruñón de Mou... 
					 
					El buen rollo institucional que se respiró permitió hacer 
					confesiones personales en público como la de Inmaculada 
					Ramírez, profesora enamorada de su profesión, que transmitió 
					orgullo por haber prestado un servicio a los ciudadanos 
					durante cuatro años. “He dado lo mejor de mí y no sabía que 
					podía llegar a estos extremos”, dijo la diputada socialista. 
					Empleó las palabras respeto, honor y privilegio al hablar de 
					su tiempo en la política. Luego por los pasillos, la Ramírez 
					comentaría sus dificultades para compaginar las clases en la 
					Universidad y la gestión en el grupo del PSOE con sus 
					mociones, consejos de administración y plenos de la 
					asamblea. El equipo de Gobierno tuvo la deferencia de 
					amoldar las fechas del pleno al único día de la semana en el 
					que no impartía clases, el viernes.  
					 
					Y desde las alturas llegó Juan Vivas, que bromeó al llamar 
					“palomar” al sillón de mando que ocupa en la Asamblea de la 
					Ciudad. El presidente, en un tono muy institucional, se 
					disculpó por tener que bajar “a terciar en el debate”. Su 
					posición política le permitió reivindicar la importancia del 
					servicio público, la vocación, la consideración y el 
					reconocimiento que los representantes políticos deben tener 
					de la sociedad. Tiene mérito en los tiempos de descrédito 
					que corren. 
					 
					Acaba la legislatura y el cronista -un recién llegado al 
					microcosmos caballa- se lleva una sensación de tranquilidad 
					un tanto inquietante. Propicia para las preguntas con o sin 
					respuesta. ¿Y las declaraciones agresivas? ¿El poder crea 
					roce y cariño? ¿Cómo será la nueva asamblea si entra en ella 
					el eterno aspirante despechado? ¿Le querrá Ceuta.....?. 
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