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                     No hace falta que nadie nos diga 
					que el dinero es clave y fuente de todas las cosas. Por lo 
					cual ocupa un lugar privilegiado en la aforística española. 
					De ahí que sean numerosos los refranes que hacen referencia 
					a este poderoso elemento social; en ellos se define al 
					dinero como fuerza creadora y como origen del bien y del 
					mal.  
					 
					Transcribo literalmente lo que viene al respecto en un libro 
					destacado de refranes: El dinero suele ser considerado más 
					como medio que como finalidad, ya que sirve para conseguir 
					cosas tan importantes como el respeto de los demás, el 
					honor, más dinero, etc. También se habla de su capacidad de 
					disimular cualquier defecto, sobre todo los provocados por 
					la falta de belleza e inteligencia.  
					 
					Las distintas maneras de obtener dinero son válidas según 
					gran parte de los proverbios, aunque las máximas 
					fundamentadas en las sagradas escrituras recuerdan su 
					inutilidad en la muerte. De ahí que manejando proverbios 
					hallemos uno tan esclarecedor como el siguiente: “No crece 
					el río con agua limpia”. En general, las grandes fortunas se 
					hacen con negocios ilegales. Ello lleva implícita la idea de 
					que ganar dinero es difícil, y ganarlo con rapidez aún lo es 
					más. 
					 
					Al menos así lo declaraba, cuando se lo preguntaban a 
					Joseph Patrick Kennedy; quien se ganó la confianza de 
					Franklin D. Roosevelt, presidente estadounidense, para 
					traficar con alcohol, durante la época de la Ley Seca. Y 
					acabó siendo, además de multimillonario, senador y embajador 
					y padre de unos hijos que hicieron historia en la política. 
					A los que no tuvo el menor inconveniente en decirles: “No me 
					importa lo que hagáis en la vida pero hagáis lo que hagáis, 
					sed los mejores del mundo”.  
					 
					De Juan March, personaje decisivo en el triunfo de 
					los militares sublevados en nuestra Guerra Civil, dijo lo 
					siguiente Francesc Cambó: “Es el último pirata del 
					Mediterráneo”.  
					 
					Y qué decir de Aristóteles Onassis. Amasó 
					fortuna inconmensurable infrigiendo normas y transgrediendo 
					leyes. Apoyándose no sólo en su inteligencia sino en la 
					habilidad que tenía para relacionarse con las personas que 
					gozaban de poder. Cogido en prácticas fraudulentas, supo 
					salir airoso sin que en la tarea perdiera un ápice de 
					credibilidad entre quienes mandaban en el mundo de la 
					política y en lo salones donde se fraguaban los grandes 
					negocios. 
					 
					Y qué decir de la familia Rotschild, con la cual debí 
					comenzar esta columna. Dinastía de banqueros europeos de 
					origen judío-alemán, prestamista de familias reales, en el 
					siglo XVIII, y metida hasta las trancas en toda clase de 
					negocios variados.  
					 
					Y así, reseñando por encima la vida que han llevado, y 
					llevan, quienes aman el dinero y desean poseerlo, podría 
					hablar también de los contrabandistas contemporáneos que 
					lucen trajes de Armani, corbata de Dior, relojes de oro y se 
					sientan en despachos oficiales. Son lo que en sus maletines 
					ya no llevan mercaderías sino copias de normas aduaneras 
					permisivas, flexibles, difusas y contrarias a la ley. Las 
					distintas maneras de obtener dinero son válidas según gran 
					parte de los proverbios… Pero quienes lo intentan han de 
					estar preparados para sufrir las consecuencias. A eso se le 
					llama valor. El que tuvo, indudablemente, ese hombre que 
					para hacer dinero se acostaba con un empresario rico de la 
					ciudad. 
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