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					Melilla fue en 2010 la autonomía que consiguió cerrar el año 
					con las cuentas económicas más “saneadas” de todo el país, 
					al registrar un déficit y una carga financiera muy alejados 
					de los límites establecidos legalmente por el Estado. El 
					presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, 
					presentó ayer a la opinión pública la liquidación de los 
					presupuestos municipales del año pasado, que se saldaron 
					incluso con un ahorro bruto de cerca de 14 millones de 
					euros.  
					 
					En rueda de prensa, Imbroda explicó que el déficit de las 
					cuentas de la Ciudad Autónoma el año pasado fue del 0,14 por 
					ciento, mientras que el límite máximo permitido por la Ley 
					es del 0,75 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). 
					Para que los melillenses se hagan una idea de este dato, 
					Imbroda recordó que el año pasado, la mejor comunidad 
					autónoma en este apartado fue la Comunidad de Madrid, con un 
					0,60 por ciento. Sin embargo, el resultado proporcional de 
					Melilla respecto a su población es cuatro veces más bajo. 
					 
					En cuanto a la carga financiera -créditos bancarios-, las 
					cuentas de Melilla cerraron el año pasado con un 8,81 por 
					ciento, también muy alejado del 25 por ciento permitido por 
					la Ley, que ha sido sobrepasado por varias autonomías y 
					ciudades hasta el punto de solicitar medidas especiales al 
					Gobierno central.  
					 
					Imbroda también comparó este 8,81 por ciento con el obtenido 
					en 1997, cuando el presidente de la Ciudad Autónoma era 
					Ignacio Velázquez. Aquel año, la carga financiera de Melilla 
					fue de casi el 19 por ciento, es decir, “dos veces y pico 
					más de lo que estamos ahora”.  
					 
					Además, Imbroda, subrayó que en 1997, el Gobierno melillense 
					pidió créditos por un valor de 4.000 millones de las 
					antiguas pesetas, es decir, unos 30 millones de euros, que 
					fueron gastados de forma “superflua” al no repercutir en 
					obras de infraestructura que pudieran quedar después como 
					patrimonio de Melilla o en políticas sociales. En opinión de 
					Imbroda, esta actuación fue digna de “un dispaate de gestor 
					y un mal político”, algo que diferenció con el Gobierno 
					actual, que “ni se ha planteado” pedir créditos bancarios a 
					pesar de que podría habérselo permitido por tener una carga 
					financiera casi tres veces por debajo del límite marcado por 
					la Ley.  
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