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OPINIÓN - SÁBADO, 16 DE ABRIL DE 2011

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Cuando llegan estas tan señaladas fechas para el mundo católico, no se por qué razón me entra la neura de ser bueno y dejar al personal tranquilo durante estos días incluida, en ese dejar tranquilos, a la mayor inteligencia política nacida en esta nuestra tierra y jamás igualada en el mundo mundial.

Lo dicho, me voy a ser una jartá de bueno durante estas fechas. Tan bueno voy a ser, que incluso no voy a comentar nada de la procesión que va a salir en Madrid de esos que se hacen llamar ateos. Allá ellos co sus cosas, que bastante tengo yo con las mías.

Y, naturalmente, ante esta exquisita bondad de lo que voy a hacer gala, ustedes se preguntarán, y de qué va a escribir. Muy sencillo voy a escribir, durante estos días, de Semana Santa. Una Semana Santa que me trae recuerdos imborrables de mi época de niñez, tan lejana en el tiempo y tan cercana en espíritu.

La cosa ha cambiado tanto desde aquella época, que hasta he llegado a pensar, si no será otra Semana Santa la que se está celebrando, que nada tiene que ver con la que viví en aquella época, donde los chavales íbamos acompañados de nuestros padres a presenciar los desfiles procesionales y donde la madres, en estas ocasiones salían con sus maridos, para sentarse el bar Niza o ir a Casa Rejano a comerse una ración de calamares.

El Bar Niza, estaba situado en la Plaza de los Reyes, por detrás de donde hoy están instalados los dos estancos, incluso había que bajar un par de escalones para sentarse en su terraza. Por encima de esa terraza había unos urinarios públicos, esos que ya han desparecido y que los “prostáticos” tanto echan de menos.

Los chavales aprovechamos para jugar en los espacios libres o intentar pesarnos en la báscula que estaba situada por encima de la terraza. Por cierto que era difícil poder saber cuál era nuestro peso pues la báscula, que yo recuerde, no funcionaba.

Pero a pesar de que no funcionase era divertido subirse, una y otra vez, tratando de conseguir algo que era inútil. De todas formas los chavales de aquella época, alimentados a base de potajes, no teníamos problemas de peso ni, por supuesto, miedo a la obesidad, ya que era poco menos que imposible alimentarnos de comida basura, tan de moda en la época en la que estamos viviendo.

En esa misma línea en la que se encontraba el Bar Niza, haciendo esquina más tarde se puso “Almacenes San Francisco”, donde el establecimiento vendía ropas usadas, y que e pueblo a esta clase de ropas, le dio el nombre de “burraquía”.

Pero, bueno, esto la veda nada tiene que ver con la Semana Santa ceutí, así que vamos a volver a ella, contando cosas de aquella época que, por supuesto, no se volverán a repetir, ya que muchos lugares populares de entonces ya ni existen aunque, sin duda alguna, han dejado huella en el corazón de todos los ceutíes que tuvimos la suerte de conocerlos y, por supuesto, disfrutar de ellos.

Nadie de los que vivieron en aquella época puede olvidar aquellos Vienes Santos, único día del año en que toda la familia salía a presenciar los desfiles procesionales y a comerse esa ración de calmares fritos que, por supuesto, no volverían a probar hasta el próximo Viernes Santos.
 

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