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                     En cuanto tuvo uso de razón se 
					afilió al Partido Popular. Y en él ha ido creciendo en todos 
					los sentidos. Aplicada, estudiosa, llena de curiosidad por 
					cuanto le rodea, debido al enorme deseo de aprender que 
					tiene, ha ido mejorando con gran celeridad su actividad 
					política.  
					 
					Yolanda Bel es una mujer atractiva. Negarlo sería una 
					estupidez. Por más que ella, cuando se le recuerda que es 
					objeto de atención de muchísimas personas, ponga cara de 
					extrañeza y hasta se le coloreen las mejillas. Es cuando más 
					evidencia su timidez.  
					 
					A mí me ha tocado entrevistar a la Consejera de Medio 
					Ambiente en dos ocasiones. Y en ambas descubrí a una mujer 
					prudente, que se turbaba ante ciertas preguntas y cuya única 
					obsesión consistía en hincar los codos cada día para poder 
					estar a la altura de los acontecimientos que se avecinaban. 
					Es decir, siendo consejera de Medio Ambiente se rumoreaba 
					que acabaría siendo también portavoz del Gobierno. 
					 
					En la segunda entrevista que le hice, precisamente cuando 
					fue nombrada portavoz del gobierno, no tuve el menor 
					inconveniente en decirle que había aceptado un cargo 
					complejo. Y que a partir de ese momento iba a ser puesta a 
					prueba por todos los adversarios del PP y, naturalmente, por 
					quienes no entienden que la portavoz sólo se limita a 
					explicar lo que el equipo de gobierno ya ha decidido.  
					 
					Cierto es que los portavoces han de estar preparados para 
					exponer los hechos con habilidad y si es posible cautivar a 
					quienes acuden a las conferencias de prensa. Aunque hemos de 
					comprender que no todos los portavoces pueden estar a la 
					altura de Alfredo Pérez Rubalcaba. Y, aun siendo éste una 
					figura de la comunicación, tampoco se salva de recibir 
					denuestos violentos de cuantos no le pueden ver ni en 
					pintura.  
					 
					Yolanda Bel, desde que accedió a ser la portavoz del 
					gobierno, porque así se lo pidió Juan Vivas, ha sido 
					criticada acerbamente. Pero ella jamás descompuso la figura 
					ni perdió el oremus en ninguno de los casos en los que debió 
					explicar detalladamente las decisiones tomadas por sus 
					compañeros. Muy dolorosas, claro que sí, algunas de ellas. 
					Tan dolorosas como para pensar que a esas comparecencias la 
					portavoz debió acudir hecha un flan ante los periodistas. 
					 
					Yolanda Bel, además de ser consejera de Medio Ambiente y 
					portavoz del gobierno, ha sido colocada como número dos en 
					la lista electoral de su partido y ha sido designada como 
					directora de la campaña. Lo cual no ha hecho sino procurarle 
					más enemigos y exponerla a críticas tan ásperas como burdas.
					 
					 
					Quienes le tienen tirria declarada, han dado en la manía, de 
					un tiempo a esta parte, de llamarla mentirosa por sistema. O 
					sea, que cada vez que habla la portavoz se le acusa de 
					mentir compulsivamente. Como si ella fuera la encargada de 
					tomar las decisiones, saltándose a la torera el poder del 
					presidente. Pero, amén de mentirosa, lo que no sabíamos es 
					que Yolanda Bel fuera también una soberbia. De la que 
					pensaba Américo Castro que era herencia de una 
					característica judía o árabe, que para el caso de un “pueblo 
					elegido” es lo mismo. Yo, créanme, nunca vi ninguna acción 
					que me hiciera concebir que YB se viera superior a nadie. 
					Como tampoco creo que la portavoz deba emular a Vivas en su 
					trato con los ciudadanos. Cada cual debe usar de sus 
					encantos. 
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