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                     Vamos a seguir con nuestras 
					pequeñas historias de cómo se celebraba la Semana Santa en 
					la época de mi niñez y algunas costumbres que, con el paso 
					del tiempo, éste tiempo moderno, que estamos viviendo, han 
					ido desapareciendo y sólo han quedado en el recuerdo de los 
					que la vivimos por aquellos años. 
					 
					Los Viernes Santos eran de silencio absoluto, ni los escasos 
					coches que había, por aquella época, en Ceuta circulaban por 
					nuestras calles. Los niños que aprovechábamos esos días para 
					jugar, nos guardábamos, muy mucho de hacer el menor ruido, 
					sino queríamos recibir una reprimenda no sólo de nuestros 
					padres, sino de cualquiera de los vecinos de nuestra calle. 
					 
					Así que estábamos deseando que llegase el domingo de 
					Resurrección para desquitarnos de todo aquel silencio que 
					habíamos tenido que soportar y que, en ocasiones, por 
					nuestra poca edad no llegábamos a entender. 
					 
					El día que resucitaba Cristo que, por cierto, según me 
					cuentan ahora resucita otro día y no aquel que nosotros 
					celebrábamos con todo el ruido del mundo. Han cambiado tanto 
					las cosas que, a pesar del tiempo transcurrido y los años 
					que van pasando, algunas sigo aún sin entenderlas por culpa 
					de ese cambio efectuado. 
					 
					Volviendo al inicio del párrafo anterior, el día en el que 
					Cristo resucitaba desde hora muy temprana, todos los 
					chavales de los distintos barrios de nuestra tierra, 
					atábamos una cantidad de latas, cuantas más mucho mejor 
					porque hacían más ruido y nos dedicábamos a correr calle 
					arriba calle abajo, armando con el arrastre de las latas un 
					ruido ensordecedor. 
					 
					Aún, hoy día, me sigo preguntando por qué ese de arrastrar 
					las latas para festejar la resurrección de Cristo. Lo 
					consulté, cuando pasaron los años, con los viejos del lugar 
					y no me supieron dar explicación alguna, sólo me dijeron que 
					ellos ya lo hacían en su época de niñez.  
					 
					Ante esa negativa, me imagine que debería ser una tradición 
					de algún pueblo traída hasta Ceuta, por alguno de aquellos, 
					que procedentes de esa tierra nos llegaron desde distintos 
					puntos de la Península. 
					 
					Sea por la razón que fuese nosotros, los de mí época, 
					continuamos esa tradición que se ha perdido con el paso del 
					tiempo. No me pasa por la imaginación el ver a los niños, de 
					hoy día, alejados de sus maquinitas de matar marcianitos o 
					de sus ordenadores donde se pasan más de media vida, por no 
					decir la vida entera, arrastrando una buena cantidad de 
					latas por sus calles el día de la resurrección de Cristo. 
					 
					Como tampoco me imagino a estos niños de la época en la que 
					estamos viviendo, jugando al fútbol con una pelota de trapo 
					hecha con una media rellena de papeles, con su nudo de “culo 
					de pollo” que incluso llegaban a botar. Ni se me ocurre 
					pensar que juegan a “me las tiro”, “tú la lleva”, “rescate”, 
					“trompo”, “bolas”, ”el pincho” o el “palitroque”. 
					 
					Y no me los imagino porque los niños de hoy día no se tienen 
					que inventar nada para jugar, lo tiene todo inventado, desde 
					la maquinita de los marcianitos hasta el ordenador. 
					Conclusión, han perdido la capacidad de inventar y no saben 
					jugar. 
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