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                     Dije días atrás, que yo no asisto 
					a ningún acto de la campaña electoral, programado por el 
					Partido Popular de Ceuta. Bueno, tampoco me dejo ver en los 
					que organizan los otros partidos. Miento: debo decir que sí 
					estuve en el de los socialistas, cuando vino Manolo 
					Chaves a cantar las excelencias del candidato José 
					Antonio Carracao. 
					 
					En honor a la verdad, mi presencia en el Hotel Parador La 
					Muralla, el día en el cual se hacía la presentación de los 
					candidatos socialistas a las próximas elecciones, se debió a 
					que Carracao, que de torpe tiene poco, me mandó un mensaje 
					por medio de un amigo, a quien él sabe que yo aprecio 
					muchísimo, y respondí acudiendo al acto. 
					 
					Y una vez que estuve allí, no tuve el menor inconveniente en 
					dedicarle una columna a lo más destacado, según mi parecer, 
					que hubo para mí en aquella puesta en escena de las personas 
					que figuraban en la lista electoral. Eso sí, aún recuerdo de 
					qué modo me dolieron los gemelos, durante varios días, por 
					haber estado más de dos horas de pie. 
					 
					Por lo tanto, ni siquiera la presencia de Mariano Rajoy, 
					a quien ya ven los suyos como seguro inquilino de La Moncloa, 
					me ha estimulado lo más mínimo para que yo decidiera hoy, 
					martes, ayer para ustedes, presentarme en el Hotel Ulises. 
					Aunque diré, cuanto antes, que a mí me cae bien este 
					gallego; amante del ciclismo y que ha ganado fama de tener 
					muy buen saque. Vamos, que sus amigos han de pensárselo muy 
					bien antes de invitarle a comer.  
					 
					Mariano Rajoy carece de tirón. Por lo cual es mínima la 
					atracción que su presencia ejerce sobre la gente. Y es que 
					no todo el mundo ha de estar revestido de encanto. Palabra 
					que me gusta más que la que se suele emplear actualmente: 
					carisma. Porque no creo que la gracia divina esté para 
					conferir a los políticos dones a voleo.  
					 
					Esperanza Aguirre, sin embargo, sí es merecedora de 
					que se le reconozca ese don. Y, además, nadie puede negarle 
					que goza, también, de buen bajío. Es decir, que la 
					presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid tiene baraca. 
					De no haber sido así, es decir, de no tener ausencia de mala 
					suerte, le habría sido imposible salir ilesa del accidente 
					del helicóptero y de un tiroteo en un hotel de Bombay.  
					 
					De Esperanza Aguirre, que ha sido capaz de ganarse el afecto 
					de innumerables mujeres, me gusta sobremanera su forma de 
					pronunciarse. Dando muestras evidentes de ser una mujer 
					brava; cuya posición inmejorable, no le impide llamarle al 
					pan, pan y al vino, vino. De ella se dice que, cuando vivía 
					en el País Vasco, los independentistas acérrimos trataban 
					por todos los medios de conseguirla para su causa. Ya que 
					estaban seguros de que era una mujer valiosa en todos los 
					sentidos. Una mujer que, cuando se toma dos copas y la 
					invitan a bailar, se cuida muy bien de hacerlo con un hombre 
					que carezca de barriga. 
					 
					Reconozco que me han encantado las últimas declaraciones que 
					ha hecho la señora Aguirre sobre Mourinho: “Es políticamente 
					incorrecto y no oculto que a mí los políticamente 
					incorrectos me gustan. Una rueda de prensa de Mourinho 
					nunca defrauda”. 
					 
					Una mujer que es capaz de pronunciarse así, en estos 
					momentos, debe venir cuanto antes a Ceuta. Y yo no me 
					perdería su actuación. Y hasta trataría de entrevistarla a 
					fondo. 
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