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OPINIÓN - FECHA DE MAYO DE 2011

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

¿Faltas gordas?
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Quiero recordar que, en mis inicios en la profesión, el interés demostrado por los responsables del buen funcionamiento de la Ortografía, utilizaba sencillos métodos que consistían, en general, en la elección de la palabra con dificultad ortográfica, fijarla en la pizarra, explicar su significado, formar palabras de la misma familia, para finalizar con la formación de frases con las mismas.

En el ámbito escolar, recientes estudios demuestran que la ORTOGRAFÍA ha empeorado. Son estudios realizados en cursos terminales, con algo más de seis faltas por cada cien palabras.

Pero lo que más asombra es la distinción entre “faltas gordas”, que son las que penalizan más en los exámenes. Por ejemplo: una “b” por una “v” o las equivocaciones con la “h”. Y leves, las tildes, que son el desencadenante de que el 60% de los fallos sean de acentuación, mientras que del 40% restante, la mitad son por letras, aspecto en el que no se equivocan tanto como se suele creer, y la otra mitad por signos de puntuación.

Otro aspecto significativo es que a lo largo de los años, las palabras en las que más fallan los alumnos siguen siendo las mismas, prácticamente: más, también, día, mí, está, fútbol, qué, después, él y había. Lo más sorprendente es la palabra “fútbol”: no será por su “machaconería”, sobre todo en los momentos actuales.

En mis tiempos de escolar –ha llovido mucho desde entonces- la ORTOGRAFÍA y la CALIGRAFÍA eran fundamentales y prioritarias en su proceso enseñanza-aprendizaje. Las palabras escritas mal no tenían ningún tipo de licencia. Nada de “gordas”, sólo faltas. El omitir el acento era una falta “sancionable”.

Ya en el ejercicio de mi función docente, un amigo opositor a un Cuerpo de Seguridad del Estado, me informaba que lo más importante era un texto escrito al dictado, donde tres faltas descalificaban, pero con mucha flexibilidad, ya que la no acentuación de palabras que tenían que llevar la tilde, se penalizaba con medio punto que, además, era una nueva norma dictada por la RAE. En este punto se centró la conservación, ya que no era cierta tamaña licenciatura. Que los responsables de corregir las pruebas tuvieran esa consideración, de acuerdo.

La situación sobre la ORTOGRAFÍA es preocupante. Estamos en un “momento crítico”, alertan desde la RAE. Todas las pruebas diagnósticas indican que los estudiantes españoles escriben cada vez peor.

La mayoría de los enseñantes coinciden: los estudiantes españoles cada vez escriben peor, con el matiz de que las carencias abarcan varios aspectos: los disparates ortográficos propiamente dichos, la pobreza expresiva, las incorrecciones gramaticales y ahora, la evidencia de que a muchos adolescentes les importa poco si una palabra determinada está mal escrita.

La RAE está detectando que existen motivos de inquietud, “no sólo por la ORTOGRAFÍA, sino también por la CULTURA en general, por el LENGUAJE, por la ESCRITURA”… estamos en un momento crítico.

¿Se puede justificar todo el problema porque estamos en una sociedad cambiante? Sería conveniente hacer un análisis objetivo, no catastrofista ni apocalíptico, de cómo estamos y cómo estábamos, porque no ha habido evaluaciones serias sobre si las reformas educativas han funcionado o no. La educación es una cuestión de Estado, y en ella debemos ponernos todos de acuerdo. Pero, desgraciadamente, no es así.

Claro que no podemos ni debemos olvidar que, en medio de tantos bandazos en la política educativa, ha aparecido INTERNET. En nuestro país da la impresión que se diluye la valoración social de la corrección ortográfica al abrigo de la aparición de las nuevas tecnologías. Es posible que sea así, pero no hay que perder de vista lo que está ocurriendo con la liquidación casi total del aprendizaje de la lengua común de los currículos educativos de algunas comunidades autónomas.

El LENGUAJE ha de tener más espacio en la educación, recordando que hace algunos años sí que lo tenía. Es conveniente también recordar que, junto a las Matemáticas, disponían de un amplio espacio en el horario escolar, en particular en aquellos cursos de la Enseñanza Primaria. Y se acentúa mucho más su declive en aquellas autonomías donde hay lenguas específicas.

Surgen las primeras alarmas sobre el efecto pernicioso de las nuevas tecnologías que saltaron hace unos años cuando se generalizó entre los propios escolares la comunicación en SMS, a través de teléfonos móviles. Pero, por parte de la RAE no se ve este aspecto con preocupación, porque es una escritura circunscrita a un ámbito muy concreto, igual que los anuncios por palabras o los telegramas en su momento.

Ahora el panorama es más confuso y las incorrecciones están ganando terreno en todos los soportes… Gracias a los correos electrónicos se volvieron a escribir cartas, pero en este género epistolar se ha perdido la conciencia de la perdurabilidad. Antes cuando se escribía una carta se sabía que el destinario podía conservarla… Sin embargo, el correo electrónico es una escritura efímera que apenas se revisa y se repasa. Y de ahí vienen las primeras faltas de la negligencia que conlleva la prisa.

Para finalizar, recordar que en el caso de la escritura –ORTOGRAFÍA-, es fundamental la práctica. Pero racionalmente utilizada, no con una cierta “metodología” como se ha llevado a cabo en etapas posteriores: repetir la palabra mal escrita muchas veces, una vez corregida: 50, 100, 150… y, encima, aplicación de castigos físicos: “palmetazos”, según las incorrecciones detectadas en el texto escrito. Afortunadamente, estas sanciones corresponden al pasado. Un período de ingrato recuerdo, donde la ORTOGRAFÍA PRÁCTICA de MIRANDA PODADERA era “adorada” por los enseñantes.
 

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