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                     Quiero recordar que, en mis 
					inicios en la profesión, el interés demostrado por los 
					responsables del buen funcionamiento de la Ortografía, 
					utilizaba sencillos métodos que consistían, en general, en 
					la elección de la palabra con dificultad ortográfica, 
					fijarla en la pizarra, explicar su significado, formar 
					palabras de la misma familia, para finalizar con la 
					formación de frases con las mismas. 
					 
					En el ámbito escolar, recientes estudios demuestran que la 
					ORTOGRAFÍA ha empeorado. Son estudios realizados en cursos 
					terminales, con algo más de seis faltas por cada cien 
					palabras. 
					 
					Pero lo que más asombra es la distinción entre “faltas 
					gordas”, que son las que penalizan más en los exámenes. Por 
					ejemplo: una “b” por una “v” o las equivocaciones con la 
					“h”. Y leves, las tildes, que son el desencadenante de que 
					el 60% de los fallos sean de acentuación, mientras que del 
					40% restante, la mitad son por letras, aspecto en el que no 
					se equivocan tanto como se suele creer, y la otra mitad por 
					signos de puntuación. 
					 
					Otro aspecto significativo es que a lo largo de los años, 
					las palabras en las que más fallan los alumnos siguen siendo 
					las mismas, prácticamente: más, también, día, mí, está, 
					fútbol, qué, después, él y había. Lo más sorprendente es la 
					palabra “fútbol”: no será por su “machaconería”, sobre todo 
					en los momentos actuales. 
					 
					En mis tiempos de escolar –ha llovido mucho desde entonces- 
					la ORTOGRAFÍA y la CALIGRAFÍA eran fundamentales y 
					prioritarias en su proceso enseñanza-aprendizaje. Las 
					palabras escritas mal no tenían ningún tipo de licencia. 
					Nada de “gordas”, sólo faltas. El omitir el acento era una 
					falta “sancionable”. 
					 
					Ya en el ejercicio de mi función docente, un amigo opositor 
					a un Cuerpo de Seguridad del Estado, me informaba que lo más 
					importante era un texto escrito al dictado, donde tres 
					faltas descalificaban, pero con mucha flexibilidad, ya que 
					la no acentuación de palabras que tenían que llevar la 
					tilde, se penalizaba con medio punto que, además, era una 
					nueva norma dictada por la RAE. En este punto se centró la 
					conservación, ya que no era cierta tamaña licenciatura. Que 
					los responsables de corregir las pruebas tuvieran esa 
					consideración, de acuerdo. 
					 
					La situación sobre la ORTOGRAFÍA es preocupante. Estamos en 
					un “momento crítico”, alertan desde la RAE. Todas las 
					pruebas diagnósticas indican que los estudiantes españoles 
					escriben cada vez peor. 
					 
					La mayoría de los enseñantes coinciden: los estudiantes 
					españoles cada vez escriben peor, con el matiz de que las 
					carencias abarcan varios aspectos: los disparates 
					ortográficos propiamente dichos, la pobreza expresiva, las 
					incorrecciones gramaticales y ahora, la evidencia de que a 
					muchos adolescentes les importa poco si una palabra 
					determinada está mal escrita. 
					 
					La RAE está detectando que existen motivos de inquietud, “no 
					sólo por la ORTOGRAFÍA, sino también por la CULTURA en 
					general, por el LENGUAJE, por la ESCRITURA”… estamos en un 
					momento crítico. 
					 
					¿Se puede justificar todo el problema porque estamos en una 
					sociedad cambiante? Sería conveniente hacer un análisis 
					objetivo, no catastrofista ni apocalíptico, de cómo estamos 
					y cómo estábamos, porque no ha habido evaluaciones serias 
					sobre si las reformas educativas han funcionado o no. La 
					educación es una cuestión de Estado, y en ella debemos 
					ponernos todos de acuerdo. Pero, desgraciadamente, no es 
					así. 
					 
					Claro que no podemos ni debemos olvidar que, en medio de 
					tantos bandazos en la política educativa, ha aparecido 
					INTERNET. En nuestro país da la impresión que se diluye la 
					valoración social de la corrección ortográfica al abrigo de 
					la aparición de las nuevas tecnologías. Es posible que sea 
					así, pero no hay que perder de vista lo que está ocurriendo 
					con la liquidación casi total del aprendizaje de la lengua 
					común de los currículos educativos de algunas comunidades 
					autónomas. 
					 
					El LENGUAJE ha de tener más espacio en la educación, 
					recordando que hace algunos años sí que lo tenía. Es 
					conveniente también recordar que, junto a las Matemáticas, 
					disponían de un amplio espacio en el horario escolar, en 
					particular en aquellos cursos de la Enseñanza Primaria. Y se 
					acentúa mucho más su declive en aquellas autonomías donde 
					hay lenguas específicas. 
					 
					Surgen las primeras alarmas sobre el efecto pernicioso de 
					las nuevas tecnologías que saltaron hace unos años cuando se 
					generalizó entre los propios escolares la comunicación en 
					SMS, a través de teléfonos móviles. Pero, por parte de la 
					RAE no se ve este aspecto con preocupación, porque es una 
					escritura circunscrita a un ámbito muy concreto, igual que 
					los anuncios por palabras o los telegramas en su momento. 
					 
					Ahora el panorama es más confuso y las incorrecciones están 
					ganando terreno en todos los soportes… Gracias a los correos 
					electrónicos se volvieron a escribir cartas, pero en este 
					género epistolar se ha perdido la conciencia de la 
					perdurabilidad. Antes cuando se escribía una carta se sabía 
					que el destinario podía conservarla… Sin embargo, el correo 
					electrónico es una escritura efímera que apenas se revisa y 
					se repasa. Y de ahí vienen las primeras faltas de la 
					negligencia que conlleva la prisa. 
					 
					Para finalizar, recordar que en el caso de la escritura 
					–ORTOGRAFÍA-, es fundamental la práctica. Pero racionalmente 
					utilizada, no con una cierta “metodología” como se ha 
					llevado a cabo en etapas posteriores: repetir la palabra mal 
					escrita muchas veces, una vez corregida: 50, 100, 150… y, 
					encima, aplicación de castigos físicos: “palmetazos”, según 
					las incorrecciones detectadas en el texto escrito. 
					Afortunadamente, estas sanciones corresponden al pasado. Un 
					período de ingrato recuerdo, donde la ORTOGRAFÍA PRÁCTICA de 
					MIRANDA PODADERA era “adorada” por los enseñantes. 
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