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					En 2007, el vicario Francisco Carrero vendió un local, que 
					figuraba como propiedad de la Iglesia en 1917, a una 
					inmobiliaria. No hubo escritura ni llaves, y su nuevo dueño 
					tuvo que forzar la cerradura para entrar. Momento en el que 
					la familia Ferrer reclamó la titularidad de una finca que ha 
					sido titular durante treinta años. 
					 
					Antonio Luis Ferrer sólo quiere que se reconozca la 
					titularidad de un local que según ha defendido durante tres 
					años en diversos pleitos ha pertenecido a su familia durante 
					más de tres décadas. En 1976 su padre adquirió la propiedad 
					en cuestión, situada en la calle Las Palmeras, y desde 
					entonces ha sido de los Ferrer hasta que en 2007, Antonio 
					Luis se encontró con el local ocupado por una inmobiliaria. 
					Ahora se ha demandado a su dueño para recuperar una 
					titularidad que el abogado de Ferrer, Manuel Marfil, 
					defiende que ha ejercido su representado de forma “pública, 
					pacífica e ininterrumpida” durante treinta años. Ayer se 
					celebró la vista en el Juzgado de Instrucción Número 2, en 
					la que ambas partes reclamaron para si la titularidad de una 
					‘novia con muchos pretendientes’. Y es que, la propiedad ha 
					tenido hasta cuatro dueños sin que conste con claridad en 
					que momento pasó de unas manos a otras y en qué condiciones 
					se hicieron estos traspasos.  
					 
					El origen de esta disputa se remonta a 1917, momento en el 
					que consta que la finca es propiedad de la Iglesia. Con el 
					transcurso de los años, la administración apostólica llegó a 
					un acuerdo con la familia ceutí Ibañez-Trujillo, mediante el 
					que la Iglesia cedía la finca a cambio de mantener la 
					titularidad de uno de sus locales, según argumentó la 
					defensa durante el juicio. Fue esta familia quien arrendó en 
					un primer momento la propiedad a los Ferrer para 
					posteriormente traspasarla a través de una compra que ”no se 
					llegó a plasmar en un contrato en firme y que aunque las 
					partes lo habían acordado con anterioridad no se pudo firmar 
					por el fallecimiento tanto del señor Ferrer como del señor 
					Ibañez-Trujillo”, según aclaró, uno de los testigos que como 
					letrado, estuvo al tanto de la intención tanto de Joaquín 
					Ferrer como de uno de los hermanos Ibañez-Trujillo de hacer 
					dicha transacción.  
					 
					Sin embargo, tras ese intento de regularizar la situación, 
					la familia Ferrer no volvió a insistir para obtener la 
					titularidad de la propiedad hasta el año 1999, cuando 
					Antonio Luis abrió un expediente de dominio para conseguir 
					la escritura de la finca. Expediente que firmó el que desde 
					1996 ha sido el responsable de la Administración Apostólica, 
					Francisco Correro Tocón. Sin embargo, el vicario negó haber 
					firmado ese expediente en primera instancia, durante el 
					proceso penal que Ferrer abrió contra él y el dueño de la 
					inmobiliaria el pasado año tras interponer una denuncia por 
					presunta estafa.  
					 
					Esta presuntamente se cometió en 2007, cuando Correro Tocón 
					vendió la finca, sin escritura ni llaves, a los dueños de la 
					inmobiliaria Betanta, que para entrar al inmueble tuvieron 
					que forzar la cerradura. No obstante, el demandado niega 
					haber conocido con anterioridad que este local estuviera 
					ocupado, al igual que lo hace Correro Tocón, a pesar de 
					haber firmado los dos expedientes de dominio que había 
					solicitado Antonio Luis Ferrer para formalizar una situación 
					que se había alargado en el tiempo y que todavía no ha 
					encontrado su punto y final. La denuncia por la vía penal 
					fue archivada, mientras que la demanda civil ha seguido su 
					curso y ahora, el juicio ha quedado visto para sentencia.  
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