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OPINIÓN - DOMINGO, 15 DE MAYO DE 2011

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Como cada domingo, me estaba pensando en la alegría que se lleva mi cuerpo serrano con su llegada. Pues los domingos, pensando que el maldito lunes no tengo que escribir, acostumbro a darle satisfacción a mí imaginación pensando que me va a tocar, la próxima semana, la primitiva o dejando que acudan a mí mente cosas del pasado que tan feliz me hicieron.

Estaba en el asunto de darle suelta a mi imaginación, cuando se me vino a la memoria el nombre de Roberto Carlos, no el futbolista que fuese del R. Madrid, sino el cantante brasileño autor de tantas canciones que te llegan al corazón.

Y dentro de esas magnificas canciones de este genial intérprete y compositor, al que tuve el enorme honor de presentarlo en un par de ocasiones, hay una que me llega al alma cada vez que la canta, Lady Laura. De verdad que me emociona y me transporta a esas edad donde no piensas en nada más que en jugar.

No me lo pienso dos veces, me coloco la canción en su lugar correspondiente, cierro los ojos y empiezo a escucharla, manteniendo con ella una conversación. Como si yo le pidiese algo que ella me aportaría, y después opinar sobre lo que me estaba diciendo.

Abrázame fuerte lady Laura y cuéntame un cuento lady Laura. Y mí lady Laura, abrazándome con fuerza, me ha respondido, te voy a contar veintidós cuentos. Me he asombrado pues sólo le he pedido uno y ella me quiere contar veintidós.

Andrés, te cuento el primero de ellos. Érase una vez, en una tierra especial de setenta mil habitantes, una de las grandes lumbreras que existen no sólo en esa tierra sino en el mundo mundial, que dirigiéndose al pueblo, les prometió que si le daban sus votos para gobernar, no iban a tener que pagar los impuestos por la recogida de basuras.

Perdóname, Lady Laura, pero eso que me está contando, más que un cuento es un mal chiste y en cuanto alguien me cuenta un mal chiste, prefiero a Chiquito de la Calzada. Ahora, bien, si tú quieres por el respeto y cariño que te tengo, lo acepto como un cuento para no dormir.

Vale, Andrés, te contaré otro cuento a ver si consigues conciliar el sueño. Érase una vez, en esa misma tierra especial de setenta mil habitantes, donde la más grande las lumbreras políticas nacidas en ella, se dirigió a sus habitantes prometiéndoles que si les daban sus votos para gobernar, les iba a hacer cien viviendas anuales al precio de 150 euros el alquiler.

De nuevo, Lady Laura, te ruego que me perdones pero me dijiste que me ibas a contar un cuento, no otro chiste malo. Porque este chiste, como el anterior, no es para reírse, sino más bien para llorar de la poca gracia que tienen. Por favor, lady Laura, chiste no, quiero cuentos.

Entonces no te cuento el de racista. No me lo cuentes son, precisamente, los más racistas lo que acusan a otros de serlo, haciendo un insulto a la inteligencia de un colectivo cuando, en esta tierra, hasta los más torpes hacen televisores de plasma en tres dimensiones.
 

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