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					El líder del PSPC que durante casi 20 años ha sido rechazado 
					en las urnas por los ceutíes, ha encontrado en UDCE la tabla 
					de salvación para intentar ejercer como miembro de la 
					Asamblea. Y lo hace pese a que de su puño y letra salieron, 
					a principios de 2002, las más aviesas críticas hacia la 
					proliferación de musulmanes en Ceuta. Ver para creer. 
					 
					‘El hombre es dueño de sus silencios, pero esclavo de sus 
					palabras’, una frase que unida a la de que: ‘El hombre 
					sabio, incluso cuando calla, dice más que el necio cuando 
					habla’ es aplicable, sin duda alguna a Juan Luis Aróstegui. 
					 
					El líder del PSPC, ese histórico partido formado de una 
					escisión del PSOE en los 80, se acostumbró a ser la ‘pinza’ 
					que favorecía la gobernabilidad de un Ayuntamiento que pasó 
					por los 80 y por los 90 sin levantar cabeza. Las hemerotecas 
					están llenas de aquellos vaivenes convulsos. 
					 
					La presencia del activista Aróstegui en todas las 
					situaciones de la época sirvió para establecerse la creencia 
					de que sus palabras con una oratoria ágil estaba tocada por 
					la deidad. Era el más sobresaliente de la época. Enfrente no 
					había quien le hiciera sombra en esas lides. Los años 
					sirvieron para que los ceutíes aprendieran que una cosa era 
					lo que decía, y otra distinta, la que hacía. De ahí que en 
					las urnas sólo haya tenido el apoyo de su base más fiel, la 
					de la progresía cultureta y la de los muy agradecidos por 
					los servicios personalizados recibidos. 
					 
					En 2002, el júpiter de la palabra sacó a la luz la retahíla 
					de dardos en los que analizaba la Ceuta de la época. Y habló 
					de los musulmanes con las críticas más aviesas, en la 
					creencia que le iban a servir para ganar adeptos. Llegó a 
					decir en su libro: ‘Ceuta a corazón abierto’ que era 
					“espeluznante la cesión de soberanía”, en referencia a la 
					“presión demográfica musulmana de Ceuta”. Aún más, para 
					Aróstegui, el hecho de que 4.000 votos se aglutinaran en 
					torno a candidaturas musulmanas era “un problema en sí 
					mismo” y su fortalecimiento era “un factor clave de 
					contaminación” de la estructura política. Hoy Aróstegui se 
					une a un partido musulmán. La ambición no conoce límites ni 
					en unos ni en otros. 
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